Luis Gordo y San Cristóbal
Cuando pienso en el San Cristóbal de mi niñez (pueblo que ha venido sufriendo transformaciones sustanciales) mi mente hace un repaso no solo de hechos, situaciones y edificaciones, sino también de ciudadanos notables.
Entre los personajes distinguidos que tuvimos, hay uno (español él) cuya cara y características vienen ocasionalmente a mi memoria.
Es una de esas personas cuyas acciones, comportamiento y contribución a la comunidad justifican que su nombre sea recordado colocándolo a alguna vía pública, antes que desaparezca la actual generación de la que todos somos parte.
Me refiero a Luis Gordo González, quien nació en Barcelona, España, en 1913.
En sus primeros años de juventud laboró en una imprenta de su familia en un barrio de Madrid.
Con habilidades para escribir, fue teletipista en el Palacio asiento del gobierno español, en la capital, y allí le sorprendieron los sucesos que dieron pie a la guerra civil.
Muchas fueron sus peripecias en medio de ese conflicto, en donde estuvo en el bando opuesto al del general Francisco Franco, que finalmente se impuso y gobernó España por largo tiempo. Entre sus penurias, cabe destacar que estuvo preso en un campo de concentración en Marsella, Francia.
EXILIADO
Su llegada al país se produjo el 23 de febrero de 1940 en el buque De la Salle, que vino, procedente de Burdeos, atestado de exiliados españoles.
En su ficha de ingreso al país figura como fotograbador, quizás por el trabajo de impresor que realizó en Madrid.
Casi todos los españoles llegados en ese buque, que hizo distintos viajes al país, fueron destinados a Dajabón con el propósito de que se dedicaran a labores de producción agrícola.
Pero era obvio que la mayoría –incluído Luis Gordo- no sabía nada de agricultura y que, por el contrario, muchos eran personas de buena cultura.
Lo cierto es que Luis Gordo vino a parar a San Cristóbal en el último tramo de la década del 40 de manos de un señor de apellido Gutiérrez, quien fue el primer propietario de la bodega Fundación.
Poco tiempo después Gordo se convirtió en co-propietario de ese establecimiento junto al propio Gutiérrez y a Héctor Desangles, quien llegó a ser por muchos años el emblemático propietario del cine Angelita, frente al parque central de San Cristóbal.
A propósito, quiero que en la sección de comentarios alguien precise si Don Héctor (quien tenía parecido físico al famoso actor mexicano de entonces Andrés Soler) era italiano o español.
Más adelante Luis Gordo quedó como propietario completo de la bodega, que fue el inmenso establecimiento que funcionó donde hoy existe una gasolinera frente a lo que fue entrada de la desaparecida hacienda Fundación.
HIJO ADOPTIVO
Manejando ese negocio, este español se convirtió en un hijo adoptivo de San Cristóbal, formó una familia y contribuyó con las mejores causas de la comunidad.
Muchas eran los que subrepticiamente (en medio del cerrado régimen dictatorial de entonces) iban a su residencia a preguntarle y consultarle sobre la situación española, donde también predominaba un gobierno totalitario.
Uno de sus asiduos visitantes era un joven de color, inquieto, que se llamaba José Francisco Peña Gómez, entonces profedsor en el Reformatorio de Menores.
Don Luis fue contribuyente, sin pregonarlo, del Colegio San Rafael y del Reformatorio de Menores, que a veces tenían necesidades que no quedaban satisfechas por el magro presupuesto oficial de entonces.
Fue miembro distinguido y presidente de la Cámara de Comercio de SC y era frecuentemente visitante del entonces glamoroso Casino San Cristóbal.
Desarrolló una familia con una sancristobera hija de Osvaldo Barinas Coiscou. Me refiero a doña Deyanira Barinas.
Es en ese aspecto familiar, precisamente, donde Don Luis dejó uno de los más coloridos legajos: un equipo de cuatro preciosuras que fueron de las muchachas más atractivas del pequeño poblado: Carmen Dolores, Judith, Luisa y Nidia. A estas cuatro se unía un varón, Luisito, quien hoy reside en Miami.
Como era lógico que ocurriera, los principales clientes de la bien surtida bodega Fundación eran los trabajadores de la hacienda del mismo nombre.
A la caída del régimen en 1961, la bodega comenzó a registrar problemas económicos por la morosidad en los pagos en que incurrían los clientes empleados de la hacienda, que entró inmediatamente en vías de desplome.
Para 1963 Don Luis sacó parte de su familia hacia España y luego en 1966 lo hizo él y su esposa hacia Nueva York, ciudad en donde actuó como administrador de negocios de parientes.
Su deceso se produjo en 1990 en esa urbe y el de su esposa en el 2005.
En conclusión, Luis Gordo González puede calificarse como el español que amó a San Cristóbal.
Hoy en esta tertulia sancristobalense hemos querido hacer justicia recordando a un extranjero adoptado por San Cristóbal, quien tuvo un comportamiento ejemplar.
(Exposición en el décimo «Encuentro de historias, recuerdos y anécdotas de San Cristóbal», celebrado el 9 de diciembre del 2016 en Librería Cuesta de Santo Domingo).