Luis Camejo: El epigramista ignorado (3)
«Suro… trata de levantar del tumulto del olvido, a un poeta (Luis Camejo, D.C.) que en la recia seriedad de la época vertió gotas de buen humor. Fue un santiaguense que logró tañer el campanil de la alegría con frescas espinelas epigramáticas, género casi ausente en el bosque de nuestra literatura.». (Mariano Lebrón Saviñón)
4. La querida ante su amante muerto
De las querida, amante o “segunda base”, como la denominó en el pasado reciente un pintoresco exlegislador, es mucho lo que se ha dicho y dirá. Lo más que acerca de ella se afirma es que, según su pensar, el único compromiso que con su amante ocasional está obligada a cumplir, consiste en propiciarle a este, placenteros encuentros sexuales, llevados a cabo en la intimidad de una solitaria y romántica alcoba. Obligaciones como cocinarle, prepararle la ropa y asistirlo en los momentos de enfermedad, en la conciencia de la querida, son deberes que le competen exclusivamente a la esposa, no a ella.
Nuestro casi totalmente desconocido Luis Camejo que, como Juan Antonio Alix, ningún detalle se le escapaba, en una de sus incisivas piezas epigramáticas nos cuenta lo que le sucedió a un esposo infiel que tuvo la mala suerte de fallecer en la vivienda de su amante de nombre Rosa. Como esta no quería muertos en su casa, de inmediato le envió el cadáver a su esposa:
«Dos años pasó Miguel,
en los brazos de la Rosa,
mientras su olvidada esposa,
se ahogaba en llanto, por él,
y cuando epidemia cruel,
dejó al ingrato sin vida,
la irresponsable querida,
enviando el muerto a su casa,
dijo :“- como todo pasa,
de este mundo en el proceso,
la esposa se roerá el hueso,
que yo me comí la masa”»
5. Los hijos parasitarios
La presencia de hijos de parasitario comportamiento parece ser una práctica vieja en el ámbito doméstico dominicano. Se trata de hijos que en la mayoría de los casos no estudian ni trabajan y, por tal razón, casi siempre viven a expensas de sus padres, o disfrutando los beneficios del patrimonio familiar por estos creado. Hijos que, al decir de nuestro afamado epigramista Luis Camejo, proceden como «el alacrán al nacer/… que se suele siempre comer/al ser que le dio el instinto…». Con la agudeza y fina ironía que caracterizan sus populares versos, el brillante, aunque ignorado poeta santiaguero dice al respeto lo siguiente:
«Temiendo caer de quinto,
el alacrán al nacer,
se suele siempre comer,
al ser que le dio el instinto,
pero el hombre en su recinto,
es peor que el alacrán,
porque si tiempo le dan,
se chupa también la madre,
le roe el bolsillo al padre,
y al resto deja sin pan»
6. Unos honorarios muy bien pagados.
Son muchas las mujeres que sin prestar atención a pruritos de carácter ético o moral, deciden pagar con su cuerpo los servicios que algún hombre pueda prestarle. El poema que sigue constituye el más fiel reflejo de esa realidad:
«Dos gallinas de honorarios,
le prometió a su abogado,
le hermosa y linda Rosario,
por su divorcio intentado,
y al llevarle al licenciado,
una sola, en vez de dos,
el segundo reclamó,
diciendo “- Me falta una”,
y ella contestó: “- Ninguna,
porque la otra soy yo”»
7. La prostituta y la infiel
¿Es lo mismo una prostituta y una mujer infiel? A Camejo le bastaron solo dos versos de una de sus habituales y punzantes quintillas para establecer la diferencia:
« De la infiel a la ramera,
solo media un escalón…»
jpm-am