Los sin principios ni legados
Ciro Carpio hacía alardes de que se daba el lujo de consumir los mejores filetes y wiskys en restaurantes de primera, y en su lujuria y abuso de poder enamoraba a compañeras de trabajo casadas y a mujeres de amigos, con algunas de las cuales se casaba y divorciaba en un abrir y cerrar de ojos.
Ese directivo empresarial tenía un olfato más fino que la perrita Bobi, era bien habilidoso, engatusaba al más astuto y se valía de la más mínima artimañas para conseguir dinero, en los más fantásticos actos de corrupción, para acumular riquezas y darse la buena vida, sin las más espectaculares y satisfactorias travesuras mundanas, rebosantes de alegría y gozo.
Ciro Carpio comenzó a ponerse angustiado, nervioso, malhumorado y atropellaba olímpicamente a cualquier, y todas estas malas andanzas le procrearon una enfermedad cardiovascular; a cada rato le daba un patatús y empleados musculosos y enclenques tenían que bajar con él al hombro para llevarlo a un centro médico.
Las quejas llovieron hasta el consejo directivo, y cuando se tornó insoportable tuvo que cancelarlo, a pesar de que trabajaba como un caballito de cargas, y entre sus prestaciones laborales y los recursos que sustrajo de la empresa, se despidió con unos 25 millones de pesos.
Ciro Carpio se retiró lleno de papeletas, con ramilletes de rencores por sus malquerencias y sin homenaje. Por esos hechos, la enfermedad lo fulminó y, aunque no se sabe si fue recibido por San Pedro, sí se conoce que no dejó ningún legado a la sociedad y que los molonguitos han sido tirados pa’rriba por la viuda, los hijos y los yernos.
Después que en un hoyo le echaron tierra, acamparon cinco episodios llamativos.
1.- No mencionan su nombre. A raíz de su esfumación física, a su velatorio en la casa, no en la funeraria, su nombre no fue visto en ningún obituario, esquelas o necrológicas, mucho menos en las noticias, porque no tuvo trascendencia pública y ni participó en una obra socio-comunitaria de significación. Su apelativo tampoco tuvo referencia en organización alguna.
2.- Jamás recibió homenaje. Al carecer de un legado educativo, cultural, religioso, deportivo, corporativo, político, gremial, laboral, artístico y social, no se acreditó para que le rindieran tributo de vida. No apareció en un álbum. No asumió compromiso social alguno. Se movió en la sombra, sin efectuar un solo acto de justicia. No fue guitarrista, tamborero ni tuvo destreza para emprender un negocio pequeñito. Tampoco se destacó por limpiar puentes, cantar a los enfermos y a los desempleados ni motivó el placer espiritual. Eclipsó por no amplificar su voz en favor de los pobres, y por llegar tarde a los sitios. Como despreció la mirada atenta y generosa, ningún humano le propuso un homenaje póstumo.
3.- Sin velas en el sepulcro. En la tumba de Ciro Carpio nunca prendieron una vela. Ese espacio gris de la muerte permaneció a oscura, sin iluminar. No se escucharon oraciones ni la lectura de las enseñanzas bíblicas. Nadie acudió el Día de los Difuntos, como si tuviera en el purgatorio, en un velo supersticioso y místico. Día y noche, el sepulcro lucía sombrío, en una penumbra sin sentirse el alma del muerto.
4.- No dejar ningún legado. Cuando el alma abandonó su cuerpo, cesó su existencia en el tiempo cósmico, pero sin dejar un solo rastro ni un recuerdo adornado de valores significativos para sus hijos, nietos y la sociedad. No contribuyó absolutamente en nada en la comunicación, el arte, la música, la promoción de la paz y la justicia; con una empresa, una organización filantrópica o una entidad gubernamental con utilidad duradera. Ese gesto, el verdadero árbol de la vida con efectos eternos, se ausentó para la inmortalidad.
5.- Sin importarle la historia. Ciro Carpio no creyó en la gloria ni en el infierno, mucho menos en los relatos pretéritos. En la piedra terrenal, todo lo redujo a la incredulidad, al pesimismo y al escepticismo irracional. En su anomia y crisis existencial prefirió la crítica sin reconocimiento y se reveló rebelde contra los principios religiosos, éticos, gnoseológicos y científicos, exteriorizando la doctrina filosófica denominada nihilismo. En esencia, para este caballero el cielo, el mar y la montaña no tenían sentido y, por lo tanto, sobra decir que operó como un agente de autodestrucción, sin importarle la historia.
¿Cuántos Ciro Carpio, que no acepta ningún principio, usted conoce? ¿Cree que puede ayudarle a echar por tierra su mundana vida? ¿Se atreve a ayudarlo a cambiar su dogma o concepto teleológico?
jpm-am
SU PERSONAJE ES UN FRUTO DEL HEDONISMO Y LA POSTMODERNIDAD AUNQUE A USTED LE PAREZCA EXTRAÑO ALGO PARECIDO LE OCURRE A PRESIDENTES , PERIODISTAS Y ARTISTAS CUANDO SALEN DEL PODER O LOS ESCENARIO CON HONRROSAS ECEPCIONES Y TARDE SE DAN CUENTA QUE TODO ES UNA FARÁNDULA «TEATRO DE FALSEDADES»