Los latinoamericanos en Australia

Australia es un país con una extensión territorial inmensa y una población muy baja para su tamaño. Por eso posee uno de los más bajos niveles de densidad poblacional por kilómetro cuadrado del mundo. Esta situación obliga a su gobierno a tratar de poblar el país rápidamente para garantizar la subsistencia del sistema económico y el de seguridad social. Fue colonizada por Inglaterra en 1778. Su idioma es el inglés y su régimen de gobierno y de justicia es el mismo que el de el Reino Unido. Desde su fundación, Australia ha sido una nación de inmigrantes. Esto la ha llevado a convertirse, además, en una sociedad tolerante y multicultural, con absoluto rechazo a la discriminación racial. En la actualidad es un país altamente desarrollado, sin tener nada que envidiar a las naciones de Norteamérica y Europa. De la población australiana, alrededor del 30 % nació en el extranjero y se calcula que el 20% tiene al menos un progenitor nacido en el extranjero. La mayor parte de los inmigrantes procede de Europa, sin embargo, cada vez hay más australianos llegados de Asia y otras partes del mundo. De hecho, la mayoría de los inmigrantes provienen de Gran Bretaña, Nueva Zelanda, China, India e Italia. Sin embargo, el número de latinoamericanos en ese país es aún poco significativo con respecto al resto de las minorías étnicas. De acuerdo a mis investigaciones, no llega a 50,000 y entre ellos, solo establecimos la existencia actual de 3 dominicanos, dos mujeres casadas con australianos y un hombre. De ahí, que el español apenas ocupa el séptimo lugar en la lista de las 10 lenguas extranjeras más habladas en Australia. Los latinoamericanos establecidos en Australia comenzaron a llegar a ese país producto de varias oleadas migratorias. La más significativa fue la registrada en los años 70, cuando nacionales de Chile, Argentina y Uruguay huían de las dictaduras en sus respectivos países. En los años 80 llegaron personas provenientes de El Salvador, Colombia, Brasil y Perú, y más recientemente, han emigrado desde Venezuela, Ecuador y México, aprovechando el programa de inmigración calificada, el cual ha abierto la puerta de entrada a ese país a un número significativo de latinoamericanos, profesionales muy bien preparados y bilingües que, valiéndose de sus competencias técnicas y su experiencia profesional, desean construir sus vidas en una sociedad desarrollada y multicultural. Los latinoamericanos establecidos en Australia procuran conservar sus raíces y costumbres, para lo cual promueven diferentes tipos de actividades culturales y se mantienen conectados y comunicados empleando para ello los nuevos medios, incluidas las redes sociales. Las mayores comunidades son las de chilenos y argentinos. Además, en mi impresión, en este grupo se encuentra el mayor número de profesionales, ya que los perseguidos por las dictaduras eran, fundamentalmente, profesores y estudiantes universitarios en sus respectivos países. Los colombianos son muy unidos, se ayudan entre sí y controlan la limpieza de empresas y edificios en las ciudades grandes. Un buen número de ellos ha llegado como estudiantes. Algunos logran permanecer en el país, pero las restricciones son cada día mayores. La población de salvadoreños les sigue en número. La gran mayoría son campesinos que huyeron como resultado de la guerra en su país en los años 80. Son ejemplo de constancia, solidaridad y superación. En todas las ciudades que visité encontré salvadoreños que se apoyan, conservan sus tradiciones y comen a diario sus pupusas. Incluso, conocí profesionales destacados en su país realizando labores de simples obreros, que no se sentían frustrados por esto y manifestaban gratitud por la acogida recibida, conscientes de que las empresas australianas dan los empleos calificados preferentemente a los profesionales asiáticos, ya que por su ubicación geográfica, Australia orienta su política exterior y comercial a reafirmar el eje geopolítico Asia-Pacífico y da prioridad a los ciudadanos provenientes de las potencias económicas más importantes de la región, como China, India, Japón, Singapur y Corea. A su vez, Australia cuenta con un recurso profesional altamente calificado. En promedio, los australianos pasan más años en las etapas de educación primaria y secundaria que sus homólogos de otros países como Japón, Alemania o el Reino Unido. El 45% de la mano de obra australiana tiene un título universitario o formación profesional u otras calificaciones y el 30% de los australianos con títulos universitarios tienen formación de postgrado. Esto quiere decir, que a la hora de buscar empleo, los inmigrantes latinoamericanos tienen que enfrentar una fuerte y difícil competencia con los ciudadanos australianos y a menos que cursen estudios especializados allá, difícilmente encuentren otro tipo de trabajo que no sea el de obrero. O sea, que se requiere poseer un diploma y experiencia laboral, preferentemente, en ciertas profesiones consideradas en demanda y contar con un nivel adecuado de manejo del inglés. Además, para el ejercicio de varias profesiones en Australia se exige una validación profesional. Emigrar a Australia, de primera intención parece muy atractivo. La Organización de Naciones Unidas ha declarado Australia como el segundo mejor país del mundo para vivir, después de Noruega, debido a sus excelentes índices de calidad de vida en general. La ONU establece esta clasificación, también llamada Índice de Desarrollo Humano, sobre la base de una encuesta anual que evalúa los indicadores de bienestar social y económico de unos 187 países. Australia destaca en la clasificación por sus excelentes indicadores de acceso a la educación, elevada expectativa de vida y bajos índices de criminalidad. Esto es un claro indicador de sus altos niveles de calidad de vida y bienestar socioeconómico. Ciertamente, los australianos gozan de un estándar de vida confortable, tienen un buen sistema de salud y seguridad social, un alto nivel educativo, buenos sistemas de comunicaciones, un sistema financiero estable y altamente desarrollado y un ambiente natural seguro y limpio. Es uno de los países más seguros del mundo y carece de extrema pobreza. Pero iniciarse allí exige despojarse de orgullo y pretensiones. Para los recién llegados, la obtención de empleo puede requerir de varios meses y es muy probable que el que se logre no tenga ninguna relación con la profesión que se posea, a pesar de que el gobierno australiano invierte importantes recursos para la recepción de los inmigrantes durante su instalación. Los servicios estatales de ayuda al inmigrante incluyen capacitación profesional, enseñanza del idioma inglés, consejos y orientación especializada para la búsqueda de empleo y muchos programas sociales de ayuda al recién llegado. Con todo, en muchos casos, este periodo inicial puede ser muy traumático para un inmigrante latinoamericano que, por lo general, inicialmente emigra solo, dejando en su país de origen a toda la familia y los amigos, a una enorme distancia geográfica, que suele implicar entre 24 y 30 horas de vuelo, según la ruta aérea que se elija. A su vez, el costo del boleto aéreo es, en promedio, de unos US$ 3 mil (dólares estadounidenses), según la época del año. Y como si todo esto fuera poco, la comunicación con los familiares que quedan en el país de origen del inmigrante puede resultar difícil y complicada, pues debe tomarse en cuenta el huso horario asiático de Australia, cuya diferencia con países de América Latina puede ser de hasta 14 horas, como sucede con el nuestro. Por otro lado, realizar visitas cortas a familiares o amigos en el país de origen resulta muy costoso, en tiempo y dinero. Las mismas razones hacen difícil para el inmigrante latinoamericano atender personalmente algún tipo de emergencia en el país de origen, como la enfermedad o muerte de un familiar. Por todo lo considerado, a pesar de que Australia ha sido catalogado como el país más feliz del mundo por sus excelentes indicadores de bienestar general y es considerada una de las naciones más seguras del planeta, ya que posee bajos índices de criminalidad y cuerpos policiales eficientes (dedicados a labores de prevención y de represión de las situaciones de violencia, lo que hace que los ciudadanos australianos se sientan orgullosos de la sociedad pacífica en la que viven), para un latinoamericano, tomar la decisión de emigrar allá es algo que no debe festinarse. Amerita mucha reflexión y sopesar pausadamente todas las posibilidades.

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