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Lo que soltamos en las redes
Lo que escribimos en los muros de las redes sociales puede ser a veces muy intimista. Demasiado, según quien lo catalogue. Mas, cada quien maneja su vida privada como considera correcto.
Que guste o no al que los lee, es ya una cuestión igual de personal como colocarlo.
No obstante, cuando asumimos conductas de riesgo que pueden afectar nuestra seguridad física y emocional o la de nuestros semejantes, otros matices tiñen las cosas.
Es harto repetido que no es conveniente exponerse a enviar imágenes comprometedoras a gente que no conocemos fuera de ese mundo virtual. Incluso no está de más extender el consejo hasta los conocidos con los que tenemos contacto en la vida sin pantalla.
De la misma forma en la que es necesario cuidar la imagen propia en el ciberespacio, lo es respetar la ajena.
Reenviar material denigrante o que ponga en riesgo a otros seres humanos, no es solo delito, es un acto de insensibilidad que puede acarrear graves consecuencias en la víctima.
Con frecuencia, las redes son inundadas por textos e imágenes en los que aparecen acusados de cometer crímenes (imputados en esos envíos, no por las autoridades), o envases de productos conocidos que según los que los remiten, son usados para verter sustancias tóxicas y asaltar al que las huele.
¿Qué tan sensato es que sin que haya ninguna constancia de que una información sea cierta nos hagamos eco sin pensarlo dos veces?
¿Cómo no nos detenemos un momento a sopesar qué puede haber detrás de esos correos?.
¿Qué posibilidades hay de que nos prestemos a hacer daño a otros de manera inconsciente, justo cuando creemos que hacemos lo correcto y que con nuestro proceder los salvamos?.
La gran similitud entre los líquidos y lo que corre por internet es que después de derramados no es posible recogerlos.
En ambos casos, podemos atrapar gotitas si somos rápidos, pero el volumen más importante queda desparramado.
jpm
