Liderazgos contaminados en ultramar

Han pasado muchos años desde aquel 1991, donde Guillermo Linares se convirtió, al ganar las elecciones como concejal del Distrito #10 en el Alto Manhattan, en el primer oficial electo de origen dominicano en la ciudad de New York. Evento que nos tomó ¡más de tres décadas lograrlo! Creemos no equivocarnos si afirmamos que es poco lo que ha cambiado, cantidad aparte, la forma como nuestros representantes en esta ciudad, ejercen la política. Los últimos acontecimientos donde, por desgracia, otro oficial electo de origen dominicano en la ciudad de New York, se ve en problemas por violar las leyes norteamericanas, creyendo, como regularmente sucede en nuestro país, que no habría consecuencias negativas ni castigos, nos dan la razón. Esa mentalidad contaminada de nuestros representantes en ultramar, viene ligada a la forma en que ejercemos la política partidaria en nuestro lar nativo y ha llegado la hora de comenzar a cambiarla. Los versos de Campoamor dicen una gran verdad de las ramas torcidas, pues es cierto que se hace naturaleza el vicio con que han crecido. Pero también podemos aplicar los razonamientos de esos versos en sentido contrario y decir que árbol que nace derecho nunca sus ramas se tuercen y eso es lo que los dominicanos de la diáspora debemos hacer. Olvidarnos de los representantes que ya se han sido infectados por el virus de la corrupción. Influenciados por los perversos que se campean en los partidos políticos dominicanos y comenzar a crear un nuevo liderazgo con aquellos dominicanos de segunda y tercera generación que se han desarrollado en países donde se respetan las leyes. ¿Qué han hecho,en 23 años, concejales, asambleístas, senadores, etc. a favor de la comunidad dominicana? Según estudios del Center for Latin American, Caribbean & Latino Studies del City University of New York, la media en la disminución de los ingresos en las comunidades latinas en el periodo 1990 /2011 fue de 3.6%, sin embargo entre los dominicanos fue de 12.7%. La mayor entre los latinoamericanos. El porcentaje de nivel de pobreza en la comunidad hispana en la ciudad de New York en el 2011, era de un 30.4% En los dominicanos sube a 35.37%. Eso tiene su explicación. Al no tener la educación necesaria para escalar mejores posiciones en la cadena laboral, somos la comunidad que labora en los puestos de menores salarios. De más de 700,00 estudiantes en el sistema de universidades de la ciudad, CUNY, por sus siglas en inglés, solo el 2% es de origen dominicano. Así no hay toro que llegue a buey. Nosotros, como padres y abuelos, nos sentimos orgullosos cuando nuestros hijos y nietos dicen que son dominicanos aunque no hayan nacido en la República Dominicana. Ese orgullo debemos enaltecerlos con acciones que cambien el accionar político de nuestros representantes. Inyectar sangre nueva. Empujar a aquellos jóvenes con deseos de progresos políticos que no han sido contaminados aun por los corruptos criollos de todos los colores. Darle las espaldas a aquellos que nos hablan de patriotismo y se acuerdan que son dominicanos, solo en tiempos de elecciones, mientras apoyan a los caseros para que nos saquen de nuestras viviendas y locales comerciales y se oponen a que obreros dominicanos regularicen su situación, como ha sido el caso de los taxistas. Son muchas las cosas que tenemos que corregir. Empecemos por barrer las escorias de nuestra sociedad y tirarlas al basurero. No podemos seguir escondiéndolas debajo de nuestras alfombras. carlosmccoy@ymail.com

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