Liderazgo y oportunismo: El poder frente al abismo de la pobreza

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El autor es escritor y periodista. Reside en Estados Unidos

Percibo una atroz indignación tras observar, a lo largo de estos 365 días, cómo en nuestra República Dominicana y durante el año 2025, la palabra “liderazgo” fue vaciada de su esencia ética para ser reemplazada por el “oportunismo” desarraigado y rapaz. Al recorrer las calles de mi país en esta Navidad, he notado una desconexión abismal entre el brillo de las luces oficiales y la opacidad en los rostros de quienes apenas logran sobrevivir a la inflación y a la desidia institucional, donde percibo el reflejo vivo de un oportunista que mira en la necesidad una vacante, mientras el líder la considera como un mandato sideral de su bienestar personal.

Para la sociedad- es mi consideración-, el liderazgo debería ser un acto de entrega, una vocación de servicio que anteponga el bienestar colectivo al interés privado; sin embargo, lo que hoy se presencia es la mutación del líder en un estratega del beneficio propio, alguien que no busca soluciones estructurales, sino que gestiona las crisis para extraer de ellas una ventaja política o económica.

En consecuencia, el oportunismo se ha convertido en una sombra parasitaria que se alimenta de las grietas del sistema, hasta convertirse en la capacidad cínica de transformar la tragedia ajena en una plataforma de lucimiento personal, o peor aún, en una oportunidad para el saqueo. Es así como, en este año que termina, hemos visto cómo el dolor del que menos puede se ha convertido en el código de conducta de muchos que juraron proteger al pueblo dominicano.

Me resulta imposible dejar de pensar en el desfalco al Seguro Nacional de Salud (SeNaSa), el cual se podría calificar como la máxima expresión de un oportunismo criminal y me provoca una profunda rabia reflexionar sobre cómo se puede dormir tranquilo sabiendo que se han robado más de 44 mil millones de pesos destinados para la salud de los más vulnerables; lo que literalmente se constituyó en un arrebato al aliento de aquellos que ya no tenían fuerzas para expresar su impotencia a través de las lágrimas que brotaban de sus ojos.

¡Que se sepa! Esta estafa no fue solo un número en un expediente judicial, fue una burla sangrienta al ciudadano humilde que, arrinconado en la pobreza, acudía a las clínicas confiando en su tarjeta del seguro, pero, según observo en las pruebas de la “Operación Cobra”, me queda bien claro, que para el oportunista, el enfermo no es un ser humano con derechos, sino una factura más que puede ser inflada para llenar los bolsillos de funcionarios insaciables.

A esto hay que sumarle la tragedia del Jet Set, un evento con tendencias relevantes que desnudó la negligencia disfrazada de progreso, por lo que le preguntamos al gobierno: ¿Cuántas muertes más necesita el país para que ustedes puedan entender que el liderazgo que ignora las normas de seguridad por favoritismos o descuido es, en realidad, una forma de complicidad? Me provocó mucha pena y hasta temor, ver cómo las autoridades diluyeron sus responsabilidades mientras las familias lloraban a sus muertos tras ser rescatados, lo que se podría calificarse como el epítome de la cobardía política.

Los políticos

En estos días festivos para unos pocos y amargos para la mayoría, también he observado con amargura desde mi curul, cómo los políticos dominicanos utilizan la pobreza para decorar la propaganda, accionar que me indigna, sobre todo, en esta época navideña donde veo desfilar a estos “líderes oportunistas”, entregando migajas con cámaras fotográficas listas para capturar la su supuesta “generosidad”, sin tomar en consideración que esa foto, donde el poderoso sonríe y el necesitado baja la cabeza, en vez de ser un acto de amor, se convierte en una humillación sistematizada que perpetúa la dependencia en lugar de fomentar la dignidad.

El ciudadano dominicano está hoy arrinconado, no solo por la falta de recursos, sino por un sistema que parece diseñado para recordarle constantemente su fragilidad, mediante la imposición de una narrativa de éxito macroeconómico y récords turísticos que no llega a la mesa de la familia que debe decidir si compra medicinas o paga la luz, cuyos precios en este 2025 han asfixiado sin tregua a toda la sociedad.

La política dominicana no necesita más oradores, necesita más auditores de su propia conciencia. Me toca las venas del corazón tener que reconocer que el oportunismo ha creado una cultura de impunidad que desalienta al honesto, cuando los dominicanos perciben el liderazgo como el medio rápido de ascenso social y enriquecimiento ilícito, hasta que llega a romper el denominado contrato social. ¿Con qué cara se le pide al ciudadano que camina por las calles en chancletas que cumpla la ley, cuando el que está en el poder la retuerce a su antojo para evitar ser cuestionado?

La burla radica en el lenguaje. Se habla mucho de “modernización” y “reformas” mientras las estructuras básicas de protección social se desmoronan bajo el peso de la corrupción, razón por la cual, no es posible que haya modernización real cuando el sistema de salud es un botín y los espacios públicos son trampas mortales para aquellos que buscan un momento de alegría en su propio país.

A pesar de este panorama sombrío, la esperanza persiste, ya que el primer paso para cambiar esta realidad dual es denunciando la falsa dicotomía que nos presentan, visto que el dominicano, no importa su status social, no está obligado a elegir entre el “menos malo” o el “populista de turno”. Tú, que paga impuestos, tiene derecho de exigir autoridades que se preocupen y sientan el dolor del pueblo como propio y no como una métrica de las encuestas políticas.

Despido este 2025 con la firme convicción de que el despertar ciudadano sea la única cura para enfrentar el oportunismo, ya que solo cuando se dejen de aplaudir las migajas y se empiece a exigir cuentas claras, el teatro del poder se quedará sin audiencia, porque la Navidad debe ser un tiempo de luz, no un circo político. Espero que esa luz sirva para exponer a los oportunistas y abrir paso a un liderazgo que, de una vez y por todas, respete la dignidad de los dominicanos.

“No hay burla más grande que enriquecerse con el presupuesto del Estado, mientras el pueblo muere en la lista de espera”. (MB)

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EvieRigg
EvieRigg
10 horas hace

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