Las noticias falsas
POR FEDERICO PINALES
Uno de los argumentos principales que se están usando para combatir y desprestigiar a los medios alternativos digitales, es la supuesta difusión de noticias falsas. Negar ese hecho equivaldría a pecar de deshonesto.
Sin embargo, muchos de los que están dirigiendo esa campaña mediática contra la redes sociales, tanto periodistas como medios “prestigiosos”, abusaron impunemente en el pasado de la fabulación, la mentira y la manipulación, para doblegar voluntades e inducir a la población a tomar partido a favor de sus intereses.
Buscaban obligar a determinados estamentos oficiales a tomar o variar posiciones que perjudicaran sus intereses, o simplemente para aplastar a sus competidores.
Para lograr esos perversos propósitos, los medios escogían a sus periodistas más populares y “prestigiosos”, para dirigir o desarrollar campañas falsas, sin despertar sospechas, sobre el fondo de esas supuestas denuncias.
Usaban el método de entrevistar a personas de cierto prestigio público para ponerlas a respaldar posiciones beneficiosas para ellos.
Entre los años 1985 y 1987, período en que me tocó encabezar la Dirección Nacional del Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales (SNPP), fui víctima de esa charlatanería por parte de un prestigioso medio, con el cual, hasta ese momento, yo tenía buenas relaciones con su Dirección y sus periodistas, a los cuales les guardaba una gran deferencia, porque hasta ese momento para mí eran inmaculados.
Esos altares se me derrumbaron y jamás he vuelto a confiar al 100% en los grandes medios de comunicación tradicionales, propiedad de empresarios rapaces, ni en las opiniones de supuestos “líderes de opinión pública”, apandillados con determinados grupos políticos o económicos, a los cuales deben jurarles lealtades, so pena de perder sus empleos o sus patrocinios.
No voy a mencionar los nombres de los medios y los periodistas que fueron escogidos para intentar usar mi posición y mi nombre de instrumento como soporte moral a uno de los dos diarios nacionales que estaban enfrentados, en ese momento, en una lucha que no me incumbía como dirigente sindical. Por lo que me negué a opinar, pero la periodista que me entrevistó, enviada por la Dirección del diario, reseñó todo lo contrario a lo que yo dije.
Le escribí una carta al diario negando eso y no la publicaron.
La famosa comunicadora ya falleció. Por eso no menciono su nombre ni el medio.
Con otro colega, ex compañero de estudios en la universidad y a la sazón articulista del mismo diario, ocurrió una situación parecida, en la que él salpicó mi nombre, ligándolo indirectamente a un problema antiético que él estaba denunciando, con lo cual yo estaba de acuerdo, pero no en la forma en la que él lo estaba manejando.
Ya “preñado” por lo que había hecho su compañera de trabajo en meses anteriores, ante este último reaccioné en una forma ácida, que lo llevó a responderme con una mentira tan grande que lo sepultó frente a mí por más de 40 años, tras convencerme que mientras más intelectuales y prestigiosos son los periodistas comprometidos con el mal, más hay que cuidarse de ellos, estén ubicados en los medios tradicionales o en los medios digitales.
En ese sentido, las falsedades, las fabulaciones, las chabacanerías, las malas palabras, las obscenidades y todo lo malo que están haciendo algunas personas a través de las redes sociales, tenemos que criticárselo a todo aquel que se considere por encima del bien y del mal, debido a la posición de poder que haya alcanzado dentro de determinado medio de comunicación o en algún estamento del Estado, desde donde puede ejercer presión para imponer su voluntad o la del grupo político o económico que representa.
El respeto al derecho ajeno es la paz, dijo el prestigioso mexicano Benito Juárez.
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