Las encuestas, sin pasión
Las encuestas no son una garantía de victoria electoral. Tampoco es la guillotina donde posa la cabeza de un grupo en desbandada. Las encuestas sencillamente son un instrumento de trabajo, que retrata una realidad real o cuestionable en un momento dado.
Puede darse una guerra de encuestas, pero sus manejadores siempre se mueven de acuerdo con el calor de sus intereses. De ahí, que como manual de trabajo ni son buenas ni son males, solo un simple alerta.
El que piensa que una encuesta le favorece y se puede cruzar de brazos, se topa con la dura realidad de que se esfumaron los votos que pensaba estaban en el bolsillo. La osadía de grupos que los sondeos dan por perdedores, los puede llevar al triunfo.
En países sub-desarrollados como la República Dominicana, la actividad política es un salvavidas para dar un salto social, o sencillamente para salir de la miseria. Las luchas ideológicas hace tiempo que terminaron poblando los cementerios de mártires sin nombre.
El que hoy medra en la política busca primero su bienestar personal, luego el de su grupo, y por último salvar algunos puntos de la comunidad. De ahí, que la universalidad del triunfo o de la derrota no se encuentra inmersa en la totalidad de la membresia de un partido político.
Nadie de forma colectiva tiene en la República Dominicana la fuerza suficiente para ganar un torneo electoral. Se tiene que auxiliar de las masas externas, y sobre todo de lo que un tratadista norteamericano llamaba la mayoría silenciosa.
Esa mayoría tiene una larga cola sin formas. Está integrada por los sectores más desamparados y olvidados de la comunidad. Allí estan los sin nombres ni apellidos, que un día, cada cuatro años, hacen valer el epitafio de que ante la Constitución todos somos iguales, porque al momento de votar, todas las papeletas tienen el mismo valor.
Las elecciones dominicanas no se ganan por encuestas, sino por la bolsa llena de billetas que se pueda desplazar 24 horas antes de las elecciones. A cambio de un latón conteniendo comida para un día, se compra el voto y la conciencia.
Con una injusta distribución de las riquezas, y el ejército de desgraciados sociales aumentando, no es por ley de partidos, ni acciones de una falsa de sociedad civil que el panorama va a cambiar. Cuando se dé de comer a los hijos de las cloacas, entonces se podría hablar de un voto de conciencia.
Las encuestas son parte del circo político. Ni dan triunfos ni propician derrotas. Son recursos para los fabricantes de ilusiones y un instrumento de trabajo, para los que saben que la mejor dirección de una campaña, la constituye un serón lleno de pesos.
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