La puerta de la nostalgia y las bienaventuranzas

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El autor es escritor. Reside en EU

En diferentes países, a través del orbe, se han establecido icónicos espacios que, por un lado, sirven como referente cultural  de eventos que forman parte del devenir histórico y el desarrollo de las naciones y, por el otro, son parte de las costumbres, creencias y el folklore, en sentido general, de quienes habitan en dichos lugares.

Ya se trate de un turista o visitante local, la gente se detiene frente a estos escenarios y muestra respeto, veneración y, en ocasiones, cierta pizca de curiosidad al intentar desentrañar los motivos y razonamientos que han dado pie a la erección, con carácter de monumento, de estructuras a las que se confiere una profunda carga de simbolismo, bañado, en ocasiones,  de profundas dosis de nostalgia.

Los hay en todas partes. La Fontana Di Trevi, en Roma, con sus monedas al viento, a la espera de fortuna, salud y ganancias en asuntos del amor y los sentimientos. El robusto y formidable toro de Wall Street, al sur de Manhattan, que simboliza lo que una vez fue el poderío económico de la bolsa de valores y, por ende, la solidez del dólar estadunidense.

(Y ya que de toros hablamos, justo es decir que, más que la aludida fortaleza económica que se le atribuye,  se hace notar  la inclinación de algunos visitantes, mayormente del género femenino, por tocar el área de los genitales de la descomunal escultura, en busca de conseguir, con ello, fertilidad, suerte en los amores y fidelidad en la pareja, entre otras increíbles expectativas).

Y estuvo el Muro de Berlín, felizmente derribado hace ya mucho tiempo: Un verdadero monumento a la intolerancia, clavado en el corazón de Alemania y que mantuvo divididos a los ciudadanos de esa Nación, por años. En sus odiosas paredes de piedra y cemento la ardiente y vigorosa juventud germana garabateó mensajes y proclamas de protesta, confiados en la inminencia del fin de esta insensatez. Una gran parte de los trozos de concreto que contienen dichos textos descansan en la actualidad en diferentes museos del mundo, como recuerdo deleznable de una etapa de sinrazón y tozudez que no debe repetirse jamás.

Si nos inclinamos por los senderos de las creencias religiosas, podemos mencionar lugares como la Gruta de la Virgen de Lourdes, en Francia, las ruinas de Machu Picchu, en Perú, el Muro de los Lamentos, en Jerusalén, y, claro está, la imponente Basílica de Higuey, en donde exhibe su mansedumbre y bondad la Virgen de la Altagracia, nuestra adorable ‘Tatica’, Patrona del pueblo dominicano.

La visita a estos espacios constituye un encuentro con la fe, con las creencias y con esa carga espiritual que llevamos dentro y que necesitamos reforzar y realzar, de cuando en cuando, frente a la podredumbre y la maldad que, por momentos, amenaza con arropar a la humanidad.

Hay lugares destinados a resaltar  el aporte que han hecho grandes personalidades del mundo, en beneficio de sus lugares de origen y de toda la humanidad. Estos se recuerdan con estatuas, bustos, tarjas, pinturas murales, obeliscos, edificios de toda índole, … y hasta con estrellas colocadas en bulevares y grandes avenidas, como ocurre en Hollywood, la meca del cine, o en la parte sur de la avenida Broadway, en Nueva York; Otro tanto se hizo, más recientemente, en el parque Duarte de Loma de Cabrera, en donde se dio inicio a la exaltación de grandes figuras locales que a través del arte, la música, el deporte y otras ocupaciones, han puesto en alto a nuestra ‘patria chica’.

Pero en esta ocasión, quiero hacer hincapié en otro tipo de reconocimientos. Es mi intención hablarles de un homenaje que día a día se viene llevando a cabo en las instalaciones de Villa Vitalina, en plena frontera dominicana, en tierras de Dajabón. Hablo de resaltar la unión familiar y la fraternidad. Hablo de la Puerta de la Nostalgia, la bienaventuranza y la solidaridad.

A inicios de 2021, cuando se tenía la casi certeza de que comenzaba a amainar el flagelo de la epidemia del Covid-19, que asoló el mundo entero llenando de muerte y desconsuelo a la humanidad, abrimos de par en par las puertas de nuestra casona, para recibir oleadas de hijos, nietos, familiares y amigos con quienes habíamos tenido poco o ningún contacto en el curso de la mayor parte del fatídico año de la víspera. 

Ataviados, todavía, con las mascarillas, las abluciones de ‘manitas limpias’ y manteniendo, aun, cierto doloroso nivel de alejamiento con nuestros seres queridos, -por razones atendibles-, despuntando el año recibimos al primer grupo de visitantes, y con ellos y una suculenta comida hicimos, a nuestra manera y en forma local, una nueva versión del ‘Día de Acción de Gracias’.

Emulando lo que ocurre con las instalaciones de La Bodeguita del Medio, en La Habana -Cuba-, y su famosa clientela, quisimos establecer un espacio en donde nuestros visitantes pudiesen estampar sus nombres y la fecha del día, usando las puertas y paredes de la casa que nos quedó como honroso legado de Hipólito y Vitalina.

Así, dimos inicio al establecimiento de una tradición que ya es norma entre todos aquellos que se sienten orgullosos de formar parte de la familia Reyes Jiménez, ya sea porque lo llevan en la sangre, de pleno derecho,  o en su condición de amigos y relacionados.

Y con sus palabras, sus emotivos mensajes y sus parabienes, además de expresar el inmenso valor de la unión familiar, la amistad y la solidaridad, nuestros distinguidos visitantes han dejado grabado en las puertas de nuestro hogar un recuerdo que ha de perdurar como un legado de amor, con el transcurso del tiempo. Con profundos escritos, que brotan del corazón, nuestra gente expresa el apego a las raíces, a la unión familiar o a la calidez, hospitalidad y cariño que transpira la casona. Y eso, nos llena de satisfacción.  

El recuerdo amado de los años de infancia, la convicción de ser parte de esta gran familia, el amor imperecedero a la idolatrada tía que nos dejó, la justa  apreciación de valorar la importancia de la cultura y la solidaridad entre todos los miembros de la raza humana, entre otros conceptos, juegan a la par con la evocación de la comodidad de un placentero sueño matizado con los cantos de los grillos y el incesante vuelo de los Cocuyos o ‘animitas’ -como es común en la zona rural-, o la visión infantil de ver convertido en realidad ‘un viaje  ‘dino – fantástico’ a las posesiones de los abuelos, tal y como ha quedado plasmado de manera libérrima de parte de algunos de los visitantes.

Miembros de una gran familia que nació y creció en este terruño y que, con sus hechos y acciones positivas, dieron a conocer al país y al mundo que esta parte de la frontera también existe. Gente proveniente de los más disimiles lugares del país y del mundo, que se ha dado cita en el cálido espacio de la cocina, la sala, los aposentos y los diversos jardines, para apreciar la imagen que ostenta Villa Vitalina en la actualidad. Profesionales de diferentes disciplinas, funcionarios gubernamentales o del engranaje municipal, escritores, periodistas, activistas del quehacer artístico y cultural, obispos y sacerdotes católicos así como pastores de diversas sectas cristianas, legisladores y directivos de diferentes banderías políticas, que han interactuado en un ambiente fraterno y de evidente cordialidad. Y junto a una opípara comida impregnada de los sazones, esencias y sabores de la culinaria local, el trago oportuno, las picaras anécdotas y ocurrencias de antaño y los chismes de más reciente factura, la armónica convivencia en tales veladas contribuye a estrechar los lazos de solidaridad que siempre hemos estimulado.

En homenaje a esos dilectos visitantes y como una justa valoración al aprecio que nos profesan, he querido expresar estas palabras, hoy que todavía me encuentro en labores de recogida y organización del reguero que quedó, luego de la partida de la reciente oleada de afectuosos, bulliciosos y bochincheros familiares y amigos que inundaron con muestras sinceras de amor y esperanza cada espacio de Villa Vitalina, el pasado fin de semana. Por ellos vivo!

jpm-am

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Carlos
Carlos
2 Años hace

Muy interesante este escrito, mas que un vistazo a lo celebre e historico, hace un hermoso recorrido por un mundo iconico, de azañas, de lideres, lugares que parecen fantasticos y una trama como un jarabe para el alma; una ducha caliente, una cena en paris, una remembranza de los origenes y luchas sacras del hombre. Lo felicito por traernos ese manjar de cultura y goces.