La ONU en su 80º aniversario: ¿Reforma o irrelevancia?

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EL AUTOR es Master en Gestión y Políticas Públicas. Reside en Santo Domingo

La 80ª reunión aniversario de la organización de las Naciones Unidas (ONU), celebrada en Nueva York entre el 22 y el 28 de septiembre de 2025, se convirtió en un escenario de fuertes cuestionamientos sobre la vigencia y funcionalidad de la institución.

Líderes de todas las regiones coincidieron en que el organismo atraviesa una crisis de legitimidad frente a los nuevos desafíos globales: la seguridad, el cambio climático, la desigualdad económica y social, así como la necesidad de revisar su estructura orgánica, en particular el funcionamiento del Consejo de Seguridad.

El secretario general, António Guterres, inauguró los debates recordando los principios fundacionales de la ONU y defendiendo su contribución a la paz mundial y al desarrollo sostenible. Sin embargo, las declaraciones más contundentes llegaron de la mano del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien utilizó la tribuna para lanzar una crítica frontal al organismo. En su discurso, Trump afirmó que la ONU “no ha logrado detener ni una sola de las siete guerras en curso”, cuestionando de raíz su efectividad y poniendo en duda el valor práctico de su agenda internacional (The New York Times, 25/09/2025).

Estas palabras resonaron con fuerza porque no se trataba de una crítica aislada, sino de una continuación del escepticismo que Trump ya había expresado en su primer mandato (2017–2021), cuando calificó a la ONU de “club de conversaciones” sin capacidad de acción real. Hoy, en un contexto geopolítico marcado por la rivalidad entre Estados Unidos, China y Rusia, así como por el ascenso de potencias emergentes como India y Brasil, sus palabras adquieren un matiz aún más provocador: obligan a preguntarse si el sistema multilateral creado en 1945 sigue siendo útil en un mundo multipolar.

Breve repaso histórico

La ONU nació formalmente el 24 de octubre de 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, como heredera de la fallida Liga de las Naciones. Su diseño fue producto de la conferencia de Dumbarton Oaks (1944) y la Conferencia de San Francisco (1945), donde 45 países aprobaron la Carta de las Naciones Unidas. Desde entonces, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad —Estados Unidos, Rusia (entonces URSS), China, Francia y el Reino Unido— han mantenido el privilegio del derecho a veto, mecanismo que con frecuencia ha paralizado la acción colectiva frente a crisis internacionales (Mazower, 2012).

Este entramado institucional fue concebido bajo la lógica de poder de la posguerra, pero tras 80 años de funcionamiento, resulta cada vez más cuestionado por la mayoría de Estados miembros, que reclaman una reforma profunda. Países de África, América Latina y Asia exigen mayor representación en el Consejo de Seguridad, mientras voces críticas denuncian que el sistema actual reproduce desigualdades de poder propias de mediados del siglo XX (Weiss, 2020).

Las críticas de Trump como síntoma

El discurso de Donald Trump en esta 80ª Asamblea General no puede leerse solo como un gesto populista, sino como síntoma del desgaste estructural de la ONU. Sus palabras evidencian la frustración de muchos Estados frente a la inacción del organismo en conflictos como Ucrania, Gaza, Sudán o Myanmar. Si bien el tono de Trump fue beligerante, lo cierto es que convergió con reclamos de líderes de diversas latitudes que, desde posturas más diplomáticas, coincidieron en la necesidad de una reforma profunda.

El dilema al que se enfrenta la ONU es claro: o se transforma en un organismo capaz de responder a los retos del siglo XXI, o corre el riesgo de volverse irrelevante. El aniversario 80 no fue solo un acto conmemorativo, sino una advertencia histórica: la arquitectura internacional nacida en 1945 ya no responde al mapa geopolítico actual.

El futuro del multilateralismo dependerá de la voluntad política de las grandes potencias y del empuje de los países del Sur Global para democratizar la gobernanza internacional. La ONU, como escribió Boutros Boutros-Ghali en su célebre Agenda para la Paz (1992), solo puede ser fuerte si sus Estados miembros lo desean. Hoy, esa voluntad parece resquebrajarse.

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