Jason Grullón, vivencias de mochilero dominicano

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SANTO DOMINGO. Jason Grullón es dominicano y mochilero. A sus 24 años de edad ha estado en 52 países. En sus fotografías se le ve jugando con elefantes en Sri Lanka, saltando de un paracaídas en Argentina o descansando con su equipaje en el Parque Nacional Dajti mientras observa la ciudad de Tirana, en Albania. La clave para él ha sido ver el mundo como una aldea y aprender a vivir con poco dinero.

«Mi primer viaje importante fue a los 12 años», recuerda Grullón en un correo electrónico que intercambia con esta redactora desde Hamburgo, donde estudia becado una maestría en Derecho y Negocios. «Tuve la oportunidad de ir a una competencia de esgrima en Trápani, Sicilia, Italia por tres semanas. Después de ahí me dije a mí mismo que no importara a lo que me dedicara, me mantendría conociendo el mundo». Y así lo ha hecho.

En el 2008, con 18 años, hizo un intercambio cultural en Alemania, y allá se convirtió en mochilero, un término que hace referencia a las personas que viajan con su mochila a cuestas, recurren a autoestop, se quedan en hostales o lugares de bajo costo, en fin, se mueven de manera independiente. «Luego de la primera vez que viajas de mochila te das cuenta de que nunca estás solo, hay miles de personas haciendo lo mismo que tú», dice.

Con su mochila a cuestas en Albania.

El lugar que le ha parecido más curioso es Sri Lanka y el viaje que más le ha impactado lo hizo el año pasado, cuando mochileó solo desde Chipre hasta Armenia, haciendo paradas en el sur, centro y norte de Turquía, y en Georgia.

Jason tiene su residencia formal en Villa Mella y es egresado de Derecho de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, donde estudió becado. «Siempre trato de luchar con la idea de que viajar es imposible si no se es rico. No me importa durar un año sin comprar una camisa, pero no creo que pueda durar el mismo periodo sin conocer un sitio nuevo», comenta.

El hecho de estar involucrado en plataformas que requieren exposición internacional le ha ayudado a abrirse puertas en el exterior, y por los casos en que ha tenido que asumir sus gastos aprendió a viajar con poco dinero. «Debo haber representado a República Dominicana en unos 20 países por medio de mi carrera en esgrima, posterior a eso he dedicado mucho de mi tiempo y recursos a viajar», indica.

Al no tener un trabajo fijo, se apoya en ocupaciones que le permitan flexibilidad para estudiar y viajar. Cubre sus gastos con eventuales colaboraciones que hace a la Fundación Institucionalidad y Justicia (Finjus). Como sabe español, inglés y alemán, también ofrece servicios de traducción inglés-español y alemán-español. «Eso paga bien y se puede hacer de donde sea», afirma.

Cómo viajar por menos

La afición viene de familia, incluso, Jason es uno de los tantos hijos cuyos padres dominicanos decidieron traerlos al mundo en suelo estadounidense, algo que permite facilidades migratorias. Sin embargo, se ha dado cuenta de que tener el pasaporte dominicano también trae beneficios.

«Muchas veces los costos asociados a la visa de un país son mucho menos complejos con mi pasaporte dominicano. Existen muchos países que exigen tasa de reciprocidad a Estados Unidos, se pueden resaltar Rusia, Argentina, Brasil y Emiratos Árabes. Un pasaporte dominicano te puede ahorrar US$120 al entrar a Argentina y Brasil, US$80 cuando se entra a Azerbaiján y muchísimo papeleo al entrar a Rusia», explica.

También hace cálculos de vuelos y tarifas. «Recientemente me di cuenta que para ir a la República Dominicana en junio de 2015 sale más barato ir de Amsterdam a Santo Domingo, de ahí a Río de Janeiro y de Río a Amsterdam (US$950) que tomar un vuelo sencillo a Santo Domingo (US$1,060)», indica. Para aprovechar, no descarta una estadía de una semana en Brasil.

Cuando viaja por su cuenta se exime de comodidades para economizar. Se queda en hostales fuera del centro, toma el transporte público y se alimenta de la gastronomía local. Si lo hace en grupo, contempla la opción de alquilar un apartamento de bajo costo que busca en páginas de Internet que recogen las ofertas. Una vez allí, procura utilizar la cocina para preparar al menos dos comidas al día. «El ahorro es dramático», asegura.

En un tuctuc en Colombo, Sri Lanka. 
Los contactos, lo mejor

En los más de 50 países que Jason ha estado, entabló relaciones personales. «No hay algo que me arregle más el día que recibir una invitación a un cumpleaños o una boda del otro lado del mundo o poder llamar a un local cuando voy a un sitio nuevo. No mantengo contacto activo con la mayoría, pero siempre están a la distancia de un mensaje de Facebook», dice.

Recuerda que en el 2008, conoció a un profesor español que, cansado de su vida, se fue al norte de Canadá a trabajar como camionero por seis meses. Luego viajó en motocicleta hasta Tierra del Fuego en Argentina. Cuando se dio cuenta que no había gastado ni la mitad del dinero decidió ir a Medio Oriente. «Voló a Israel y compró otra motocicleta para ir con ella hasta Atenas, donde lo conocí», comenta Jason. «La última vez que supe de él en 2013 estaba en Jakarta, Indonesia, con el amor de su vida».

Jason no piensa dejar de viajar, sino evolucionar en la forma en que se mueve. Aspira a seguir haciéndolo con sus hijos, cuando los tenga. Entre sus planes próximos está completar el Este de Europa mientras viva en Alemania, particularmente Ucrania y Bielorrusia.

«El mundo es demasiado grande como para esperar a tener los recursos para un hotel o comprar ropa cada vez que voy de viaje. Para ver el mundo no hay que tener miles de dólares en una cuenta de banco ni padres dispuestos a promocionar tus viajes. Siempre he tenido la percepción de que el sentido de isla nos ‘aísla’. Todo se ve tan caro y lejos desde nuestro país, cuando la verdad es que el mundo es una aldea», concluye.

Jason con un grupo de niñas en un templo Hindú en Sri Lanka. 

Fuente: DIARIO LIBRE

jt/am

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