Instituciones judiciales antiguas
Los pueblos antiguos habían estado sujetos a las normas del derecho durante muchos miles de años antes de poder crear tribunales encargados de interpretar sus leyes e imponer sanciones penales o civiles a quienes las violaran.
Los primeros jueces fueron los jefes de familia o de tribu, actuando, al principio, como sacerdotes-jueces y decidiendo, sea solos, sea con la asistencia de sus parientes y de los ancianos depositarios de las tradiciones ancestrales.
Las primeras limitaciones sociales tuvieron, en efecto, su origen en los tiempos prehistóricos; ellas eran inspiradas por el temor de desagradar a los ancestros y por el deseo de conformarse en todos los puntos a sus voluntades. ¿Quién, mejor que los sacerdotes, conocía esas voluntades sagradas? ¿Quién era más capaz de hacerlos conocer a la población, interpretándose para asegurar su aplicación?
El jefe de familia era en los primeros tiempos, un sacerdote verdadero, puesto que él presidía a las ceremonias del culto de los ancestros-dioses y sabios como qué se debe hacer para evitar su ira. Guardián de costumbres antiguas y veneradas, intermediario permanente entre los dioses y los hombres, su autoridad moral era superior a toda otra.
Ejerció, pues, funciones de juez de familia e incluso de árbitro elegido voluntariamente por las partes, hasta el día en que el poder real se levantó contra la familia y contra su jefe. A partir de este momento, el papel atrajo hacia sí funciones judiciales para asegurar mejor su autoridad y restablecer el orden entre sus súbditos.
Es siempre así en los pueblos débilmente civilizados. Las funciones sociales no son suficientemente diferenciadas para que la justificación se separe de la policía. La autoridad en todos los dominios pertenece al rey y sólo a él. Mantiene la paz interior por todos los medios a su disposición. Hace comparecer ante él aquellos cuyas querellas perturban el orden y regula él mismo sus diferendos.
La justicia en sus inicios solo era una cuestión de policía interior. La ley sin formalismo ni complicaciones procedimentales, empleando los medios, ciertamente arbitrarios, pero simples.
Era guiado, a veces por la tradición de sus predecesores, a veces por su buen sentido, tal el rey Salomón haciendo el más célebre de las sentencias cuya memoria nos ha transmitido la historia, o el piadoso rey San Luis Sentado bajo el masticar de Vincennes, y hacer justicia a todos, sin formalidades, como sus predecesores.
Sin embargo, sólo sobrevivió un estado de cosas más antiguo. De hecho, desde el principio los reyes delegaron todo o parte de sus poderes judiciales en juristas de carrera, reteniendo ciertos casos a través de ellos sólo para juzgarlos ellos mismos. Se crearon así cortes regulares, tan pronto como el poder real comenzó a organizarse de manera permanente.
El primer esfuerzo de los soberanos cuando asumieron las funciones judiciales por encima de los padres de familia conformando la colectividad sobre la cual ellos reinaban, fue dirigida contra las venganzas privadas y sobre todo contra las vendettas entre familias, las más nocivas de todas. Es así que fue creada la justicia de Estado.
Luego el impulso democrático ha llevado al Estado a proteger a los individuos contra la opresión grupal, rompiendo la omnipotencia de la jurisdicción familiar. Mientras el Estado se mantuviera fuerte, sus tribunales han jugado ese rol. Desde que se cometió el delito, su soberanía se fragmentó y perdió su derecho a la jurisdicción.
Ese demasiado breve Un atajo que nos puede servir para resumir en pocas palabras la historia de las instituciones judiciales. Esta historia es, básicamente, la de la lucha entre las pequeñas unidades sociales, individuos y familias de una parte, y las más grandes unidades sociales, de otra parte, es decir, la Tribu, el Genio griego, el Pueblo Romano, la Ciudad, el Estado, la Corporación, la Iglesia y finalmente las federaciones de Estados.
Se puede aún agregar a estos últimos los grupos de Estado tales como los doce pueblos griegos que trataron antaño, sin gran éxito, de crear el Tribunal El cristianismo que alguna vez recurrió varias veces al arbitraje del Papa, o finalmente los del siglo XX que crearon la Corte Internacional de La Haya.
Es, como de costumbre, en el derecho griego o romano que podemos espigar indicaciones bastante precisas sobre la historia primitiva de las instituciones judiciales y sobre sus transformaciones sucesivas. Las otras legislaciones de la antigüedad nos son conocidas de manera demasiado fragmentaria para permitirnos discernir la evolución judicial completa.
No conocemos nada o casi nada, por ejemplo, de las primeras instituciones judiciales de la China, del Egipto de los faraones, o de la Babilonia de la época de Hammurabi.
jpm-am