Hay que construir dos muros
En estos días se ha encendido la polémica que trata sobre la construcción de un muro fronterizo, debido a los últimos acontecimientos ocurridos en la frontera, donde un médico dominicano junto a un grupo, cuando hacían turismo interno en la frontera, fueron secuestrados por bandoleros haitianos, que luego los liberaron dizque porque estos se hicieron pasar como ciudadanos norteamericanos.
El médico cardiólogo Pedro Ureña denunció que junto al grupo, fue encerrado por al menos 100 haitianos con machetes, punzones y hachas, quienes los despojaron de sus motores y pertenencias en la carretera Internacional, en Restauración, municipio de Dajabón. Denunció, que en el lugar habían dos militares dominicanos armados, pero que estos no hicieron nada, pese a que les pidieron ayuda.
Mientras que unos promueven la construcción de dicho muro, porque opinan que con él se evitaría la entrada de ilegales, otros en cambio la rechazan, alegando que eso no contribuiría a la contención de la inmigración ilegal, debido a que existen otras causantes de más peso que son las responsables mayores de la problemática en cuestión.
El candidato a la presidencia por el Partido Democrático Institucional (PDI), Ramfis Domínguez Trujillo, quien es el que más enfatiza sobre el tema, afirma que sólo con la construcción de un muro en la frontera se puede solucionar el problema de la haitianización que está viviendo el país en este momento.
Por su parte los líderes del partido Fuerza Nacional Progresista, Vinicio Castillo Semán, Federico Antún Batlle, del Partido Reformista Social Cristiano, entre otros, también han planteado como urgente la construcción del muro, ante los peligros que acechan en el borde fronterizo debido al evidente desbocado descontrol reinante en la zona.
Entre los que promueven activamente la construcción de la valla fronteriza están los tradicionales sectores nacionalistas militantes y activos en las redes y como comentaristas de los artículos de opinión y las noticias relacionadas con la descontrolada inmigración haitiana, que tanto irrita a muchos justamente alarmados.
En cambio, entre los que se oponen a la construcción de la pared fronteriza están otros líderes políticos y comunicadores radiales y televisivos, así como columnistas destacados que opinan en los diversos diarios electrónicos y los que aún se publican en papel.
Debido al gran peligro que significa para la soberanía de cualquier nación una frontera desprotegida, es que se justifica la construcción de muros de contención, para que cualquier día que se les ocurra a multitudes organizadas con el fin de entrar masivamente a una nación soberana, poder impedir con más facilidad la estampida invasora. Un ejemplo de ese gran peligro son las multitudes de centroamericanos que amenazan con violar masivamente la frontera sur de los Estados Unidos.
Imagínese usted amigo lector, que a una multitud de un millón de personas reunidas en Puerto Príncipe con motivo de la celebración de un mitin político, se les ocurra marchar en pos de la frontera para entrar masivamente a nuestra nación ¿con qué contaríamos para evitarlo? Aún produciéndose una gran matanza creo que no se podría evitar que entraran desenas de miles con consecuencias apocalípticas.
De manera que en lo que a mí respecta, estoy totalmente de acuerdo en que se construya el muro, pero bien alto y eficiente, que sea imposible de escalar, y por supuesto muy bien vigilado por todo tipo de tecnología de punta y unas fuerzas armadas bien remuneradas y supervisadas para evitar el endémico “macuteo”, que se sospecha inducido por la corrupción enquistada en las instituciones armadas.
Ahora bien, la construcción del muro es imprescindible, pero sería aún más necesaria la construcción de otro gran muro: un muro moral.
Este último tan importante como el fronterizo, y mucho más eficiente, de manera que impida el paso de forma definitiva de la que es culpable en gran manera de todos los problemas que nos aquejan, incluyendo la inmigración ilegal que tanto ahora nos preocupa: la corrupción institucionalizada. La que históricamente ha impedido la consolidación de un activo y eficaz estado de derecho que nos catapulte al verdadero desarrollo económico, político y social.