“Golpes blandos” RD: 1962-2020
La historia política de la República Dominicana ha estado marcada por movimientos sociales y religiosos que, en apariencia, surgieron como expresiones legitima y genuina de encarnación de la voluntad popular, y de sus aspiraciones más sentidas, pero en muchos casos, fueron instrumentalizados para lograr cambios de regímenes.
Estos fenómenos, que se han dado en diferentes momentos históricos, como en 1962 y entre 2019 y 2020, comparten características que invitan a reflexionar sobre su naturaleza y los intereses que los impulsaron.
Aunque estos movimientos se presentaron como respuestas legítimas a problemas como la corrupción o la amenaza ideológica, como el caso del gobierno de Juan Bosch, su desarrollo y desenlace sugieren que fueron utilizados o instrumentalizados como herramientas para desestabilizar gobiernos y favorecer agendas externas o internas específicas.
En ambos casos, la participación de actores internacionales, la manipulación de la opinión pública y la incorporación de líderes de estos movimientos a estructuras de poder posteriores plantean serias dudas sobre su independencia y autenticidad. Estos episodios no solo son relevantes para entender la historia dominicana, sino que también sirven como advertencia sobre los riesgos de la manipulación política en contextos democráticos.

El contexto histórico: 1962 y la lucha contra el «comunismo»
En 1962, la República Dominicana se encontraba en un momento crucial tras la caída de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Las elecciones de ese año, que llevaron al poder a Juan Bosch, representaron un desafío para los intereses de Estados Unidos en el Caribe. Bosch, líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), promovía un gobierno progresista que incluía reformas agrarias, derechos laborales y una política exterior independiente.
Para Washington, estas ideas eran percibidas como una amenaza comunista en un contexto de Guerra Fría, especialmente después del triunfo de la Revolución Cubana en 1959.
La instalación de la AID-USAID en 1962 fue un movimiento estratégico de Estados Unidos para contrarrestar esta amenaza. A través de esta agencia, se canalizaron recursos económicos y técnicos hacia el país, no solo con el objetivo declarado de promover el desarrollo, sino también para ganar influencia política y debilitar a los movimientos progresistas.
La Iglesia Católica, aliada con sectores conservadores, jugó un papel clave en esta estrategia al desacreditar a Bosch y presentarlo como un enemigo de los valores cristianos. Este clima de polarización facilitó el golpe de Estado contra Bosch en 1963, marcando el inicio de una larga historia de injerencia externa en la política dominicana.
¿Expresión ciudadana o estrategia política?
Entre 2019 y 2020, la República Dominicana fue escenario de un movimiento social que, al igual que en 1962, se presentó como una respuesta legítima a problemas endémicos como la corrupción.
Sin embargo, el devenir de los acontecimientos y las revelaciones sobre su financiamiento y liderazgo han generado dudas sobre su verdadera naturaleza. Aunque la indignación ciudadana era real, la estructura y dirección del movimiento sugieren que fue aprovechado por grupos con intereses específicos, tanto dentro como fuera del país.
Este movimiento exhibió características propias de un «golpe blando»: manipulación de la opinión pública, desestabilización política y guerra jurídica. La magnitud de la logística, la cobertura mediática y la movilización masiva sugieren una inyección de capital que trasciende la capacidad de un movimiento ciudadano espontáneo. Además, la incorporación de figuras clave a estructuras de poder posteriores generó suspicacias sobre la sinceridad de sus motivaciones.
Uno de los aspectos más cuestionables de estos movimientos es su financiamiento. En ambos casos, la participación de actores internacionales, como la USAID, añade una capa de sospecha sobre su independencia. Aunque el apoyo de agencias internacionales puede ser crucial para fortalecer la sociedad civil, también plantea el riesgo de injerencia en los asuntos internos de un país.
En el caso de los movimientos recientes, las acusaciones de financiamiento externo han reforzado la tesis de que fueron instrumentalizados para lograr un cambio de régimen.
La historia se repite, aunque con actores y métodos diferentes. En 1962, la AID-USAID fue utilizada para contrarrestar la amenaza comunista; en el siglo XXI, agencias similares han sido acusadas de financiar movimientos sociales que buscan desestabilizar gobiernos. En ambos casos, la injerencia externa ha sido un factor constante, lo que plantea interrogantes sobre la soberanía y la autonomía política de la República Dominicana.
Golpes «blandos» y otros mecanismos de intervención
Estos episodios nos dejan una lección importante: los movimientos sociales, por más legítimos que parezcan, deben ser analizados con ojo crítico. La transparencia en el financiamiento, la independencia de los líderes y la claridad de los objetivos son elementos clave para distinguir entre una genuina expresión ciudadana y una estrategia política disfrazada.
En un mundo donde las líneas entre lo genuino y lo manipulado son cada vez más borrosas, estos casos nos recuerdan la importancia de mantener una postura crítica y exigir transparencia en todos los niveles. Solo así podremos fortalecer la democracia y garantizar que los movimientos sociales sean verdaderas expresiones de la voluntad popular, y no meras herramientas de intereses ocultos.
La historia de la República Dominicana, marcada por estos movimientos, no solo es un capítulo del pasado, sino también una advertencia para el presente y el futuro. Comprender estos fenómenos es esencial para analizar críticamente el papel de actores externos en la política dominicana y para construir un futuro más soberano y autónomo.
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