Gaspar Hernández y Pedro Pamies: curas en nuestra historia
El peruano Gaspar Hernández y el navarro Pedro Pamies fueron dos sacerdotes que en la primera mitad del siglo XIX participaron en la formación integral de una parte de la juventud de la ciudad de Santo Domingo. Su objetivo era darle aliento para que lucharan y acabaran con el régimen de opresión de los haitianos.
Valga una acotación para decir que así también lo hizo el cura José María Sigarán, quien aprovechaba la clase de latín que daba a varios jóvenes en el Convento Santa Clara para animarlos a combatir por la libertad del pueblo dominicano.
Las notas de los sermones y cátedras que se conservan de Hernández y Pamies permiten decir que eran intelectuales de alta valoración. Sabían distinguir entre la visión mística y los altibajos y avatares de la realidad mundana.
En el 1843 eran partidarios de romper con el Statu quo vigente en el país desde hacía dos décadas oprobiosas. Pero su accionar no era para que se creara aquí un Estado libre y soberano, sino para que la Corona española volviera a dominar esta parte de la isla de Santo Domingo. Eran, dicha sea la verdad, fervientes monárquicos.
Fernando Pérez Memén, académico y diplomático petromacorisano, resumió el tema así: “…Otro sector del clero se inclinaba por el retorno a la colonización española cuyo número sería poco. Sus líderes eran el padre Pamies, español, y el padre Gaspar Hernández, cuya mentalidad, aunque peruano, era rigurosamente hispana”. (La Iglesia y el Estado en Sto.Dgo.1700-1853. Editora UASD, 1984. Pp161-162).
Por variados motivos unos los criticaron y otros los elogiaron. Un ejemplo de lo último se observa en un poema de la poeta Ana Osorio, que en parte dice así: “Dos ministros de excelencia/ hemos tenido a favor: el muy docto don Gaspar y el virtuoso Pamies…” Ella hacía referencia a la ayuda que esos clérigos brindaron a las víctimas del terremoto que el 7 de mayo de 1842 afectó gravemente a una parte del país.
La expulsión de Hernández y Pamies
Ambos fueron expulsados hacia Curazao en el 1843, cuando fueron delatados ante las autoridades usurpadoras. Hay que recordar que algunos dominicanos eran partidarios de la permanencia de los haitianos aquí a cambio de “honores y distinciones que costaban muy caro a los favorecidos, quienes por lo común tenían que comprarlos al precio, sino de la dignidad a lo menos del reposo de su conciencia…”, como consta en las páginas de nuestra historia.
Al cabo de unas pocas semanas de ser sacado del país Pamies murió en esa isla del Mar Caribe. En uno de los obituarios sobre él se lee que “se había captado generales simpatías con sus prédicas ardientes…”
El patriota José María Serra, en su famoso texto titulado Apuntes, versado sobre la sociedad secreta La Trinitaria y sus miembros fundadores, describió a Gaspar Hernández como de “trato dulce y simpático…pequeño de estatura, ágil y vivo en sus movimientos…”, agregando que “lo trajo a nuestras playas la Providencia…”
El autor no hizo referencia a que el sacerdote camiliano limeño buscaba que se expulsara a los haitianos, pero que volviera al coloniaje español.
Herández volvió de su primer destierro, pero por las luchas de poderes entre grupos políticos que se disputaban el control del gobierno dominicano fue sacado nuevamente del país, en marzo de 1853. Esa vez fue por decreto del primer mandatario Pedro Santana, cuya orden al respecto fue anulada el 11 de agosto de 1856 por decisión del entonces Presidente de la República, el banilejo Manuel de Regla Mota.
El 12 de junio de 1858, con las tropas santanistas a punto de tomar la ciudad de Santo Domingo, salió y no volvió más al territorio nacional. Falleció en la capital de Curazao, a las pocas semanas de estar allí, el 21 de julio del referido año. Vale decir que entre idas y venidas fue párroco en varias iglesias y también legislador. Llegó a ser presidente del Consejo Conservador, como se le llamó durante diez años (1844-1854) al Senado de la República Dominicana.
Cuando el arzobispo Tomás de Portes Infante sintió que su muerte se acercaba escribió una carta (2 de diciembre del 1857) en la cual designó al padre Hernández como vicario general y subdelegado apostólico de la Arquidiócesis de Santo Domingo. Eso le permitió dirigir por dos meses al clero nacional.
Como hispanófilo que era Gaspar Hernández decía, de manera injusta, que uno de los responsables principales de la desgracia de la dominación haitiana era el prócer José Núñez de Cáceres.
Criticó que este “inicuamente quitara la bandera española y enarbolara la colombiana”. Se refería al frustrado pero significativo momento de la historia dominicana que se conoce como Independencia Efímera (desde el 1-12-1821 hasta el 9-2-1822).
Razón le cabe al brillante sacerdote jesuita e historiador de origen valenciano José Luis Sáez Ramo al escribir de Gaspar Hernández que: “Está fuera de lugar decir que era un “preclaro sacerdote republicano”, como le llamaban Ramón Alonso Ravelo y Thomas Madiou…” (Clío No.165, año 2003.PP 159-184).
Otros sacerdotes perseguidos
Oportuno es señalar que además de Gaspar Hernández y Pedro Pamies otros sacerdotes también se oponían a las abusos de los gobernantes haitianos. Por eso cuando en julio de 1843 el general y presidente Charles Riviére-Herard penetró al territorio dominicano ordenó en Cotuí la prisión del párroco de allí Juan Puigvert y en San Francisco de Macorís sufrió igual suerte el padre Salvador de Peña, a quien el jerarca militar haitiano acusó de ser el jefe de la conspiración en la zona.
En el caso del cura de Peña el susodicho presidente de Haití “le atribuyó el propósito de atraerle a su casa, con el Estado Mayor, para que fueran asesinados todos por la noche cuando cogieran el sueño…” (Compendio de la Historia de S.D., Tomos I y II. Obras Completas. Volumen I.P.427.Editora Amigo del Hogar, 2016. José Gabriel García).
Esos sacerdotes actuaban en tiempos de agitación solapada de diversos grupos, aunque la mayoría de ellos, a semejanza de Gaspar Hernández y Pedro Pamies, no creían en la viabilidad de la soberanía del pueblo dominicano.
Grupos opuestos a los haitianos
Los trinitarios, con Juan Pablo Duarte a la cabeza, fueron los únicos cuyo propósito de principio a fin fue crear un Estado sin tutelaje externo. Creían en la capacidad de los dominicanos para garantizar su plena soberanía.
Hay varias versiones sobre la cantidad de los sectores que en la primera mitad de siglo XIX pugnaban por romper con el yugo haitiano. Una opinión en concreto sobre eso la ofrece un reconocido historiador dominicano: “Puede decirse que había por lo menos cuatro movimientos separatistas claramente definidos: Uno pro español, del cual eran exponentes en Santo Domingo los sacerdotes Gaspar Hernández y Pedro Pamies…” (La dominación haitiana 1822-1844.Editora Búho, 2013.P111. Frank Moya Pons).
Los llamados afrancesados, como Buenaventura Báez, eran partidarios de que Francia controlara el país, como se comprueba en las comunicaciones que los cónsules André-Nicolas Levasseur y Eustache Juchereau de Saint-Denis, destacados respectivamente en Puerto Príncipe y en Santo Domingo, le dirigieron en los años 1843 y 1844 a Francois Pierre Guizot, a la sazón ministro de asuntos exteriores de ese poderoso país.
Según nota de 1843 del cónsul M.T. Usher al secretario de estado para asuntos exteriores de Gran Bretaña Lord Aberdeen, la cobija protectora de Inglaterra para los dominicanos fue solicitada por un comerciante de nombre Francisco Pimentel, radicado en Las Matas de Farfán, quien decía ser portavoz de “personas poderosas”. Aquel personaje fue luego asistente del general Antonio Duvergé. Participó en la toma del Fuerte Cachimán, en abril de 1845.
El análisis del accionar de los grupos formados previos a la Independencia Nacional hace susceptible pensar que sólo después del trabucazo del trinitario Ramón Matías Mella en la Puerta de la Misericordia, cerca de la medianoche del 27 de febrero de 1844, actuaron como si escenificaran en el corazón del Caribe insular el concepto del taoísmo que se conoce como “el yin y el yang”, que se produce cuando fuerzas opuestas y a la vez complementarias se interconectan.
Eso funcionó brevemente para expulsar a los haitianos, pero después las ambiciones desmedidas de unos cuantos caporales que no tenían fe en la soberanía nacional provocaron una especie de Armagedón en la recentina República Dominicana.
JPM

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DEVIDO A LOS PELIGROS DE LA INVASION HAITIANA DEBERIAMOS PEDIR LA CONSAGRACION DE LA REPUBLICA DOMINICANA A LA VIRGEN DE LA ALTAGRACIA ,PERO NUESTRO CLERO ES UN CUERPO ENFERMO QUE ODIA A LOS DOMINICANOS DE AHI LAS DECLARACIONES DEL PAPA.
«EL VIGIA DE CRISTO NECESITA MEJORES CONSEJEROS»
Caballero, usted debería respetar la libertad de pensamiento y mucho más la separación Estado-iglesias. No todos tenemos las mismas creencias en asuntos religiosos.