Este país
Cargado de alegrías y pesares, que evoca caricias que huelen a melaza y besos de caña dulce ensalzando al guarapo, que se baña en caribes mares y turquesas olas atlánticas.
Este trozo de oasis que se esparce en un largo archipiélago como una herida ante tantas historias perdidas ha perdido mucho en ambiciones de antaño renacidas bajo ojos de sospecha e indiferencia atrevida.
Sus nuevos hijos, herederos de piratas y mercenarios. De invasores europeos y esclavos africanos. De dóciles taínos y caníbales caribes que han dado nombre a todo el calor que el sol derrama sobre tantas islas.
Pero en esta se atasca la vieja monarquía de apellidos «sonoros» y raros. La claridad de la piel y el azul de la mirada. En este país, escaso de tiempo y territorio que disputa al paraíso su belleza y claridad, se nublan los cielos ante los pensamientos mezquinos de todos los que quieren llegar a la cima y tomar el control de las arcas del estado.
País de ladrones y oportunistas que se turnan el tesoro del sudor del pueblo, un pueblo noble e ingenuo que extiende inútiles los brazos hacia el horizonte de la esperanza, año tras año, en siglos de atropellos.
En este país, donde a los hombres honrados se les llama pendejos y a los «tigres» se les admira sin sopesar los daños a todos, se derrumban los sueños noche a noche de las miserias engendradas por estos «príncipes», herederos de una oligarquía intocable digna de los más encumbrados mafiosos de un cartel que nunca dice su nombre.
Aquí, la miseria se debate entre «caer o caer» entre el tren de la política. La que «ha sacado» a los hijos de «machepa», colocándolos a la altura de «una clase» que se ha enriquecido estafando al Estado y mostrando sus botines sin medidas ni descaro.
Un país que perdona a los «vivos» y castiga a los incultos. Que permite el robo al Estado porque todos aspiran a lo mismo. Que ha «oficializado» el usufructo a la nación, así se jodan los que nunca podrán llegar al mismo, es decir, la mayoría.
Este país, que también tiene gente buena, pero que nunca participa ni busca llegar a nada, terminará bailando en su merengue interminable, donde la fiesta no para, por los siglos de los siglos.
Seguiremos escuchando el canto melodioso de los que aspiran al mando y verlos desaparecer en «peroratas» confusas al llegar al trono, donde nunca sucede nada y todo continúa en los mismos lodos y las mismas lluvias.
Una que otra plaza nueva, una escuela, un presidio. Una calle ancha y otros edificios que deslumbran «el progreso» de los ladrones y sus cómplices eternos. Nadie toma el machete o la espada, porque la sangre escasea ante tantos vampiros.
Yo no sé si me acusarán de traidor o me enviarán al destierro pensando que soy un «gen extraño» o un simple manipulador «buscando lo suyo».
Tal vez no he tenido «la oportunidad» de encaramarme al tren de «la oportunidad» en donde se me salgan «las rayas» o descubra mi sangre pirata, pero, desde esta distancia, puedo mirar que lo que hoy damos por «progreso» es algo que pudimos haber dicho hace tiempo si no hubiéramos sido como somos.
¡Salud! Mínimo paisero.
jpm-am

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Bueno mínimo y ahora k su aliado Guillermo Moreno espanto la mula al no seguir apoyando a su socio Abinadar sus posibilidades son más escasas, cosa k lamento x usted aportaría bastante a los k todavía soñamos