Este es un abril diferente

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LA AUTORA es periodista. Reside en Santo Domingo.

 

Lo vivido es agua pasada por más ardiente que haya sido la gozada. Igual aplica a todo lo demás que nos haya sucedido, triste o feliz, bueno o malo. Sin importar si fue valioso, amado, glorioso, heroico o ejemplarizador. Recreamos el pasado  para extraer de él todas las experiencias– positivas o negativas– que nos permitan avanzar  superando obstáculos y  evitando en la medida de lo posible, repetir los mismos errores. Y esto es válido  tanto en el accionar de  nuestra vida privada, como en cualquier ámbito social que nos agrupa y convoca.

En este abril conmemoramos el 52 aniversario de la gesta patriótica del 65,  y nueva vez  se rendirán honores a nuestros héroes  y a un pueblo que supo defender sus derechos con coraje y dignidad, enfrentando con valentía  a fuerzas militares  locales y extranjeras;  llenándonos de gloria ante los sorprendidos ojos del mundo. Los honraremos para, como siempre hacemos, contribuir  con el  rescate y el mantenimiento de la memoria histórica de las presentes y futuras generaciones.

En este abril  se dan, acrecentadas,  las condiciones  de desigualdad,  injusticia social y la carencia total de institucionalidad que originaron el estallido popular de aquel glorioso abril del 65. Son 52 años de una deuda social acumulada que hoy encuentra su válvula de escape en las protestas pacíficas  de un pueblo, vestido de verde esperanza, que ha entendido que es hora de ponerles freno a una desbordada  corrupción y  a  la impunidad que la sostiene  y multiplica.

Sin embargo, este abril verde, por sus características muy particulares, no nos permitirá repetir, sin avergonzarnos, lo que hacemos cada año: las mismas palabras  vacías, sin   propuestas de acciones concretas; publicar las viejas fotografías  que inflan  nuestros egos o entristecen al espíritu;  así como  ocupar asientos en mesas de honor y en primeras filas, en escenarios– oficialistas o no– donde se “honra y reconoce” el heroísmo de combatientes muertos y también de los sobrevivientes. Siendo que hasta ahora solo hemos honrado la herencia, más no el ejemplo que ellos nos legaron de luchar por nuestro pueblo.

¿Volveremos esta vez  a  participar en los actos en honor a la gesta de abril, que promueve  el oficialismo con la única finalidad y falsa pretensión de cubrir su desnudez moral?  O en esos  actos realizados por  instituciones  que se han quedado frisadas en el tiempo –cual estatuas de cera, mano sobre mano– mirando pasar  el entierro de nuestra democracia, de nuestras  libertades públicas, de  nuestro bienestar social; mientras nos encaminamos hacia una dictadura de partido único que nos  ha empeñado el presente y el futuro?  ¿O es que ya hemos abandonado nuestros sueños y nos cuesta admitirlo?

Si no fuimos capaces en tantos años de levantar, institucionalmente,  la voz para denunciar el abuso y el sojuzgamiento  a que estaba siendo sometido nuestro pueblo, ni el deterioro a esa democracia que tantos sacrificios nos costó implantar,  ¿vamos  a “ver pasar la procesión”, a  seguir en silencio esta vez, indiferentes ante el clamor de un pueblo que está en las calles de nuestro país, protestando contra la corrupción y la impunidad y enarbolando aquella, nuestra consigna de lucha: ¡”El pueblo, unido, jamás será vencido”!?

Esta vez hay un pueblo en las calles vestido de verde y no valen las excusan para darle las espaldas como si nada estuviera ocurriendo. Lo  que ese pueblo denuncia y reclama es  una realidad ante los ojos de todos, cuyas  causas y  consecuencias las estamos sufriendo en carne propia y,  de no detenerlas, las heredaremos  potencializadas  a nuestros hijos y  a  sus hijos y a sus nietos.

Un pueblo esperando por nosotros,  por nuestra solidaridad  responsable; no solo con la presencia física individual de cada uno, sino también y además, con el apoyo moral,  institucional y con el prestigio de las organizaciones  patrióticas que nos agrupan y dirigimos. Organizaciones que honran la memoria y emulan las hazañas  y sacrificios de los hombres y mujeres de nuestra   generación– vivos y muertos– que supieron,  en un determinado momento enfrentar  dictaduras;  exigir  la vuelta a la institucionalidad  y  defender la soberanía mancillada. Y esas tareas, participaron en insurrecciones armadas llegando al suelo patrio  por vía aérea y marítima; en el tiranicidio, en guerrillas en las “gloriosas montañas de Quisqueya,  y en la gloriosa revuelta de abril.  Una generación donde sacrificamos todo, donde lo dimos todo  por este mismo pueblo dominicano que hoy está en las calles y que ha recobrado la esperanza en sí mismo.

Si queremos que no perezca  con nosotros  la memoria de ese legado de honor de nuestros héroes, debemos unirnos y fundirnos con este pueblo en marcha, apoyándolo en la medida de nuestras posibilidades. Demostrando que nuestra gloriosa generación no claudica  y que palpita al ritmo mismo del corazón del  pueblo. Haciendo de sus demandas nuestras demandas y de su lucha nuestra lucha; sabiendo que en ellos está nuestro relevo, el que completará  la obra inconclusa  de todos nuestros héroes y mártires; y en especial, de los que honramos en este  abril.

Un abril verde, como campo fértil preñado de brotes que auguran  una feliz cosecha. Un abril que nos encuentra optimistas  y plenos   de alegría, porque el pueblo está en las calles, enarbolando la esperanza, reclamando sus derechos  y  confiado en sus propias fuerzas y posibilidades.

e.penanadal@gmail.com

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