Esclavos de las palabras
Decía José Martí Pérez que los malos triunfan donde los buenos son indiferentes.
Los que creemos y luchamos por la libertad, jamás debemos promover ni aceptar ningún tipo de acción esclavista, aunque sea de la palabra empeñada.
En cambio, un esclavo de la palabra puede ir directo al paredón de fusilamiento, físico, moral o político, por ser un fundamentalista que prefiere morir antes de modificar lo que la práctica le demuestra que debe cambiar aquí y ahora.
Un líder responsable, humanitario, evita que los leones y las hienas coincidan en engullirse a su pueblo.
En cada caso, hay que identificar y evitar cuál es el mayor de los males…y lo peor hay que descartarlo a la primera oportunidad posible, incluso establecer las alianzas necesarias, internas y externas, para vencerlo inclusive sin la guerra: lo peor no debe pasar, es lo que establece una estrategia inteligente.
Hay que impedir que lo peor sea ni siquiera una opción: hay que eliminarlo desde antes.
El sincericidio consiste en decir algo que afecta y hasta puede costarle la vida y otros intereses a quienes pronuncian o hagan determinados asuntos en momentos en que una determinada mayoría o individualidad está en contra y/o puede esgrimir peligros por ello u otros asuntos, pero en sentido general debemos decir la verdad…y la verdad nos hará libre.
Es por eso que el pensamiento flexible, que es inteligente, implica adaptarse a la situación cuando conviene, transformar cuando es necesario e imprescindible e incluso retroceder cuando la realidad le impone lo que debe hacer.
El pensamiento flexible es diferente al vacilante, irresoluto, al necio y al inestable o variable constante por naturaleza: es el adaptarse a las circunstancias, sobre todo el hacer lo adecuado, y más si es por el bienestar de las grandes mayorías.
Aunque «más vale callar que no hablar verdad» de José Martí, o «La peor inmoralidad es predicar a otros las virtudes que uno no practica» (José Ingenieros), todos podemos, debemos y tenemos derechos a administrar nuestros recursos (entre ellos las palabras y las acciones) de la manera más optima posible.
Los valores y principios son cuestiones de conciencia, y más que las palabras están los hechos: si hay contradicciones entre ellos predominarán los segundos, que siempre están en función de las circunstancias, las cuales se acogen a una moral cambiante con el tiempo y la situación concreta, lo cual es diferente a la ética.
Podríamos ser esclavos de los principios y los valores, los cuales limitan, pero jamás de las palabras y promesas, que deben cumplirse en base a las posibilidades y en conveniencias de las grandes mayorías populares.
El poder es importante, riesgoso y requiere de muchas labores, por eso hay que ganárselo en el fragor de la lucha, jamás entregarlo gratuitamente (nadie aprecia en su justo valor lo que no le cuesta sacrificios), pues no sería agradecido ni leal quien lo reciba en esas condiciones: no hay espacios en blanco, si uno deja o cede el suyo alguien lo ocupa…y a veces en contra del sustituido.
Hay que probar la lealtad y conocer, establecer los mecanismos que generen y garanticen la fidelidad de nuestros relacionados.
La firmeza y coherencia de nuestras convicciones deben asegurar la continuidad de lo que es correcto, por lo cual debemos concluir nuestros programas, políticas, planes y proyectos y no cometer la irresponsabilidad de dejar pasar lo peor y poner a un pueblo a sufrir por dejarse llevar de voces agoreras que solo defienden intereses personales o grupales, por lo cual los intereses generales son los que deben prevaler.
Uno mismo nunca debe cerrarse por algunos decires del presente: al final, quienes mejor nos evalúan son las generaciones posteriores a las que vivieron con nosotros.
En política uno nunca debe decir NUNCA, pues la responsabilidad del líder es defender su pueblo y hacer lo que más conviene a su nación.
El político debe dar lo mejor de sí en cada instante, consagrarse a su trabajo y cumplir ahora sus metas y objetivos, y si para esto necesita tiempo debe procurarlo, pues de no hacerlo puede arrepentirse después al ser responsable de los sufrimientos que un sustituto pueda causarle a las mayorías nacionales, las cuales pueden reconsiderar su evaluación y hacerlo cómplice, por acción u omisión, de su desgracia por no asumir las oportunidades que le ofrecía: es como el amor, en que las mujeres más bellas y codiciadas nunca perdonan al hombre que desaprovecha las oportunidades que le ofrece para disfrutar de sus encantos.
En democracia, es el pueblo quien debe decidir en última instancia, y cada gobernante debe hacer historia en su mejor momento político…y más si es a su imagen y semejanza.
Ser libre más que esclavo: hechos más que palabras, las cuales pueden llevarse el viento…y el tiempo!!!
Estamos en tiempos de gigantes, los cuales como las águilas miran lejos y vuelan alto, tras las estrellas relucientes que observan desde las alturas las garras huyéndoles a las embestidas de los toros.
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