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Enarbolemos el reclamo de abolición de la pena de muerte
En la tradición religiosa cristiana se registra que Pilatos decidió someter ante la decisión del pueblo, a quien liberaba: entre Jesucristo y Barrabás, resultando este ultimo aclamado por el pueblo y liberado por Pilatos. Así, Jesús fue crucificado, pasando a ser una de las figuras de la historia más famosas en ser víctima de la pena de muerte.
Ahora, cuando una parte importante de la humanidad celebra lo que denomina la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, considero propicia la ocasión para reiterar el reclamo de abolición de la pena de muerte, bajo el mismo predicamento cristiano de No Matar.
Para muchos Jesús era inocente y aun así se le aplicó la pena máxima.
Lo ocurrido con Jesús continúa en la sociedad moderna.
Ejecutar, por decisión judicial, personas que posteriormente resultan inocentes de los delitos por los cuales fueron condenadas, sucede en la mayoría de los países donde aun se aplica esta dura penalidad.
Por ejemplo, en los EE.UU. después de reinstaurada la pena capital en 1976, de las 1,378 personas ejecutadas se estima que más de un 4% eran inocentes. Un caso reciente es el de Carlos De Luna, mexicano ejecutado el 7 de diciembre de 1989 por el asesinato de Wanda López, y 15 años después se llegaría a la conclusión de que era inocente.
Uno de los casos documentados más dramático en la historia lo constituye el de George Stinney Jr, un jovencito negro de 14 años acusado de la muerte de dos niñas blancas, condenado y ejecutado en 1944. Setenta años después fue declarado inocente por la justicia estadounidense.
Sea por el caso de Jesucristo, De Luna o por el de Stinney Jr, la pena de muerte tiene que ser abolida a nivel mundial. Es un recurso punitivo cruel, brutal e inhumano que no sirve para lo cual se dice se implementa.
Al respecto, hay que rescatar, por correcto y justo, lo dicho por el Papa Francisco, para quien la aplicación de la pena de muerte es el fracaso del Estado de derecho.
