El espacio democrático
A los jóvenes de hoy les resulta difícil aquilatar los aires democráticos que con más o menos contaminación respiramos los dominicanos en las últimas décadas, quizás porque no han sufrido de una atmosfera política altamente asfixiante en términos libertades públicas que permita hacer objetivas comparaciones.
Aunque por el acelerado desarrollo tecnológico, el mundo puede entrar hoy por el hoyo de una aguja, adolescentes y jóvenes son indiferentes a los caudales informativos sobre catástrofes políticas y sociales porque pernoctan en burbujas de fake news o post verdad.
La guerra entre Rusia y Ucrania o la masacre que perpetra Israel en Gaza no figuran en las conversaciones o esfera de atención de la mayoría de jóvenes entre 16 a 25 años, a los que tampoco parece interesarle el drama haitiano ni su repercusión sobre la sociedad dominicana.
Los partidos políticos tradicionales y emergentes no logran atraer a ese blanco de público porque carecen de discurso u oferta motivacional apropiada a ese segmento poblacional conectado a un metaverso de fantasías que inexorablemente conduciría a la frustración generacional.
A esa población de imberbes se le inyecta droga mediática para mantenerla alucinada y alejada de los litorales políticos y sociales que promueven sensibilidad, solidaridad, amor y compromiso con la Patria, la libertad, la prevalencia de derechos humanos y de la ley.
Cuando Estados Unidos se involucró en la guerra de Indochina, el “establishing” desalojó a los jóvenes estadounidenses de parques y plazas y los recluyó en lugares cerrados denominados “discotecas”, dotadas de estruendosa música para que nunca pudieran hablar de ese conflicto al que los enviaban a matar o morir.
Hoy en día, los jóvenes cargan con una ruidosa discoteca entre las manos que también sirve de teléfono móvil, a través de la cual se emiten ruidos mediáticos que los mantienen alejados de la realidad e indiferentes ante la injusticia y la opresión.
Hace más de 50 años que titiriteros del Poder inyectaron la creencia de que la dictadura de Augusto Pinochet convirtió a Chile en un paraíso económico y que eso mismo sucedería en toda Sudamérica con la “Operación Cóndor”, consistente en secuestro, tortura, y asesinato de miles y miles de jóvenes.
Se intenta borrar de la memoria histórica los ejemplos de Duarte, Sánchez, Mella, Luperón, Manolo, Caamaño y Fernández Domínguez, con la intención de sustituirlos por figuras como Trujillo, Bukele, Milei o Noboa, aunque también se procura esculpir un perfil juvenil individualista, insensible e indiferente.
A lo menos que debería aspirarse es a que la juventud dominicana valore en su justo dimensión el espacio democrático construido con sangre, sudor y lágrima de tantos héroes y mártires.
JPM

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