El cristianismo es diezmado en África, Asia y Medio Oriente
Los países occidentales han llegado al punto más ridículo y miserable de su historia moral; defienden con recursos mediáticos, leyes y finanzas a quienes, en muchos casos, no solo desprecian sus valores, sino que odian abiertamente a su población y en especial a los de fe cristiana.
Mientras iglesias son quemadas en África, y millares de cristianos perseguidos, encarcelados y asesinados en Medio Oriente y Asía en nombre de un sistema político, o religioso como el islam radical, o una izquierda reaccionaria, las potencias “democráticas” guardan un silencio cobarde, peor aún, financian a los perseguidores en nombre de la “diversidad cultural”.
Según informes recientes de Open Doors/Puertas Abiertas, el World Watch List 2025 reporta que más de 380 millones de cristianos sufren altos niveles de persecución en el mundo, equivalente a 1 de cada 7 creyentes; dentro de los 50 países más peligrosos, 310 millones enfrentan “muy altos” o “extremas” hostilidades.
Durante el período 2023–2024, la organización documentó 4,476 cristianos asesinados, 4,744 arrestados o detenidos, 209,771 desplazados por su fe, 54,780 víctimas de abuso físico o mental, 3,944 personas sometidas a agresiones o coerción sexual, y 28,368 ataques a propiedades cristianas como hogares o negocios. En comparación con el informe anterior (WWL 2024), cuando se estiman 365 millones de cristianos perseguidos, el total aumentó en alrededor de 15 millones en el reporte de 2025.
Pero lo más alarmante es que la mayoría de estos crímenes tienen lugar en países donde el islam es religión oficial o dominante, y donde el odio a los cristianos es promovido o tolerado por el Estado.
Lugares específicos
Muchos de estos regímenes —como Irán, China, Corea del Norte, Pakistán, Arabia Saudita, Somalia, Nigeria o Afganistán— no solo permiten la persecución, sino que las estructuran como política de Estado. Leyes contra la “blasfemia”, conversiones castigadas con la muerte, prohibición de la Biblia y, vigilancia a pastores; forman parte del arsenal con el que se erradica al cristianismo desde el poder. Y sin embargo, estas mismas naciones son socios comerciales (#$) y militares con relaciones diplomáticas de gobiernos europeos y norteamericanos.
Cuando se trata de dinero no hay “sentimiento ni ideología”. Reza la teoría marxista.
Hoy financian mezquitas, en todo Latino Americana —eso incluye la República Dominicana— donde se protegen los símbolos islámicos, se condena cualquier crítica al musulman como “discurso de odio”, pero no se exige reciprocidad alguna. En Arabia Saudita, Turquía, Pakistán, Irán, China. Donde está prohibido construir iglesias, pero en Londres o París se construyen mega-centros islámicos.
En nuestras universidades se enseña islam con entusiasmo, pero se prohíbe la lectura de la biblia, y el cristianismo es tratado como superstición opresora. La cruz es perseguida en casa, mientras se aplaude al “turbante” extranjero.
Los cristianos no están pidiendo venganza. No exigen supremacía. Solo piden el derecho a vivir, orar, predicar y morir en paz.
Pero su causa es ignorada, porque defender al cristiano perseguido no genera votos, ni contratos petroleros, ni queda bien en los foros internacionales dominados por la izquierda ortodoxa anticristiana, que se lleva muy bien con el islam y la corrupción política de régimenes autoritarios.
El mundo grita por Palestina, pero calla ante los cristianos degollados en Nigeria o crucificados en Siria.
La élite intelectual occidental ha caído presa de un complejo de culpa histórico: ve al islam como víctima perpetua del colonialismo, y al cristianismo como su verdugo.
En nombre de esa visión torcida, ha invertido el relato moral; ahora los mártires son invisibles y los verdugos son protegidos.
Estamos ante el suicidio ético de Occidente, que reniega de sus raíces cristianas mientras aplaude a quienes odian la libertad de conciencia.
Se ha dicho que los cristianos quieren “imponer” su fe. Falso. Nada tan falso de toda falsedad.
El cristianismo se predica, no se impone. No hay conversión forzada en las calles de Madrid ni en las iglesias de Houston. Ni en Puerto Rico. Pero sí hay imposición religiosa en Teherán, Riad y Kabul, donde el Corán es obligatorio y la Biblia es contrabando.
¿Quién impone qué y cómo?
El cristiano ora por sus enemigos. El islamista radical los decapita. Pero los medios callan, o lo justifican.
Y no me vengan con el cuento de la imposición en la colonización del evangelio, porque eso no es verdad. El vaticano persiguió conforme sus intereses a cristianos, judíos, aborígenes… etc…
En ningún libro del Nuevo Testamento, Jesús envió un discípulo a imponer sus ideas.
Entonces eso ni fue ni es, ni será el evangelio de Cristo.
Esta vergüenza occidental no es solo cobardía política: es una traición espiritual. Europa y América nacieron de la fe judeo-cristiana que inspiró universidades, hospitales, derechos humanos y resistencia a la tiranía.
Hoy se avergüenzan de Cristo, pero se postran ante ideologías que pisotean y conspiran con el núcleo familiar, callan la depravacion sexual a mujeres; promocionan la pedofilia y la burgaridad homosexual que destruyen toda libertad religiosa.
No es tolerancia, es apostasía.
Los gobiernos callan. Las ONG callan. Los organismos multilaterales callan. Y en ese silencio, se alza la sangre del inocente, clamando desde la tierra como la de Abel.
El cristianismo está siendo diezmado en África, Asia y Medio Oriente, y Occidente, en vez de alzar la voz, se tapa los oídos con billetes, discursos vacíos y miedo a ofender a los “ofensores profesionales”.
No se trata de odiar a los musulmanes. Se trata de amar la verdad. Muchos musulmanes también sufren bajo regímenes islamistas. Pero cuando los cristianos son asesinados por llevar una cruz, y nadie lo denuncia, se perpetúa la injusticia y se normaliza el genocidio espiritual.
El amor cristiano no es pasividad. Es fuego que denuncia el mal sin temor de cualquier religión o régimen político económico.
Jesús fue claro: “Seréis odiados por causa de mi nombre” (Mateo 10:22). Pero también dijo: “No temáis a los que matan el cuerpo… temed más bien a Dios” (Mateo 10:28).
El cristiano no debe callar ante la opresión ni de izquierda ni de derecha.
Debe hablar con la fuerza del Espíritu, con el amor de la verdad y con la claridad del testimonio.
No buscamos venganza. Buscamos justicia, memoria y valor.
La historia juzgará a esta generación no solo por lo que hizo, sino por lo que no hicieron.
La persecución contra los cristianos no es una nota al margen: es la línea roja de la dignidad humana y de la libertad espiritual. Si callamos, los mártires seguirán cayendo. Pero si hablamos, el mundo sabrá que aún quedan voces que no se venden, ni se arrodillan, ante el político, el empresario, ni que traiciona al que murió en la cruz: Jesucristo
jpm-am

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Es digno de agradecer al autor de éste artículo, su reflexión contribuye a seguir luchando contra los que guerrean contra la verdad y tratan de acallar la historia.
No que murió, sino que mataron en la cruz…