El amor en seis estaciones: crónica de un viaje compartido

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Hay amores que nacen como una promesa de eternidad, brillantes, ilusionados, ingenuos. Pero a medida que avanzan los días, se enfrentan a la dura tarea de sobrevivir a la realidad, a los silencios, a las rutinas, a las decepciones y también a la ternura inesperada.

El matrimonio —como tantas veces hemos escuchado— no es un cuento de hadas. Es un viaje de estaciones, cada una con su propio clima, sus pruebas y sus regalos.

Primera estación: la idealización.

Todo parece perfecto. El mundo se pinta de rosa, los defectos se esconden tras las mariposas que revolotean en el estómago. Es el tiempo del hechizo, donde creemos que hemos encontrado a la persona exacta que encajará en todas nuestras expectativas.

Segunda estación: el descubrimiento.

El velo cae. Los gestos repetitivos, las manías, los miedos y las heridas del otro se muestran con claridad. Ya no hay filtros. Nos miramos de frente y surge la gran pregunta: ¿puedo amar también estas grietas?

Tercera estación: la decepción.

Tal vez la más difícil. Las discusiones se vuelven frecuentes, los pequeños roces parecen ataques personales y la incomodidad se instala como un huésped no invitado. Es el momento de las dudas, donde la mente susurra: “¿Me equivoqué de persona?”.

Cuarta estación: la reconstrucción.

Si ambos deciden quedarse, comienza el verdadero trabajo. Se suelta el control, se aprende a negociar, a poner límites, a mirar al otro como espejo y maestro. El amor deja de ser un impulso emocional para convertirse en una elección consciente: un pacto de crecer juntos, un día a la vez.

Quinta estación: el amor profundo.

Es el milagro de permanecer a pesar de los peores momentos. La paz sustituye al torbellino, la complicidad se vuelve refugio y la pasión se transforma en un fuego más sereno, menos ruidoso, pero más real.

Sexta estación: el legado.

El amor maduro inspira sin proponérselo. Se convierte en ejemplo, especialmente para los hijos —si los hay— y para quienes los observan. Es la huella que demuestra que amar de verdad es construir algo que sobrevive a los sentimientos pasajeros y deja esperanza para las nuevas generaciones.

El matrimonio es, al final, una travesía. No hay atajos ni fórmulas mágicas. Es un camino que exige paciencia, humildad y la certeza de que vale la pena luchar por aquello que se construye de a dos. Porque lo verdaderamente difícil en la vida, casi siempre, es lo que más deja huella.

jpm-am

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EL NAV.
EL NAV.
2 meses hace

DIOS SEA CON VOS ODELIS VOS SI QUE ERES HERMOSA , COMO UNA FLOR DE PRIMAVERA. DIOS SEA CON VOS ….. EL NAVEGANTE

filpo
filpo
2 meses hace

Ahora el amor lo a matado el dinero.

Dónde no hay dinero no hay amor.

La infidelidad esta matando la pareja.

Si la mujer trabaja y no da ni un centavo para los gastos del hogar?

No se si es amor o espera de un rompimiento