Donald J. Trump: el personaje mundial del año

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EL AUTOR es Master en Gestión y Políticas Públicas. Reside en Santo Domingo

En el vasto escenario del poder global, donde las figuras políticas suelen diluirse entre discursos previsibles y consensos frágiles, Donald J. Trump irrumpe como un fenómeno imposible de ignorar.

Empresario, figura mediática, líder del Partido Republicano y presidente de los Estados Unidos en dos períodos no consecutivos (2017-2021 y 2024-2028), Trump ha convertido la política en un acto de confrontación directa con el statu quo.

Para unos, es un líder disruptivo; para otros, un personaje incómodo. Pero incluso sus adversarios coinciden en algo esencial: Trump no pasa inadvertido.

Como advirtió alguna vez Max Weber, “la política es la lenta perforación de duras tablas”. Trump, sin embargo, ha preferido el martillo antes que el cincel. Su lema —“Hacer a Estados Unidos cada vez más grande”— no es solo un eslogan electoral, sino una declaración de intenciones que apela al orgullo nacional, a la identidad herida de una potencia que se siente desbordada por la globalización y el desorden migratorio y un desface en los aranceles con sus homologos.

Desde su regreso al poder, el presidente estadounidense se lanzó a cumplir, con una determinación casi obstinada, las promesas hechas en campaña. El control estricto de las fronteras se convirtió en prioridad absoluta, con el propósito de frenar la migración ilegal que, según su narrativa, había alcanzado niveles insostenibles durante la administración de Joe Biden. A ello se sumó una ofensiva frontal contra el tráfico de fentanilo, esa droga silenciosa que ha sembrado muerte y desolación en miles de hogares norteamericanos.

Donald Trump

En el terreno económico, Trump reactivó su política proteccionista, levantando el muro invisible de los aranceles. A los países con tasas comerciales desiguales les aplicó el principio de reciprocidad; a los considerados adversarios, les recordó que el acceso al mercado estadounidense tiene un precio. Como sentenció Adam Smith, “la defensa es de mucha más importancia que la opulencia”, y Trump parece haber hecho de esta máxima una guía de gobierno.

El propio mandatario ha defendido los resultados de su gestión con frases tan contundentes como polémicas: “Ya no tenemos fronteras abiertas ni fuerzas de seguridad débiles”, afirmó, destacando cifras récord en los mercados financieros, una notable reducción de la criminalidad, estabilidad inflacionaria y un crecimiento del PIB del 4.3 %, superior a las proyecciones iniciales. Para sus seguidores, estos datos constituyen la prueba empírica de que su estilo, aunque rudo, produce resultados.

Pero el impacto de Trump trasciende las fronteras de los Estados Unidos. Su ascenso volvió a sacudir el tablero geopolítico internacional como un sismo de alta intensidad. Las reglas del comercio, la migración y la diplomacia cambiaron de forma abrupta. El mensaje fue inequívoco: ya no habrá privilegios automáticos ni concesiones gratuitas. Quien quiera vender en Estados Unidos deberá pagar el costo o trasladar su producción al corazón del imperio.

Paradójicamente, el presidente republicano —frecuentemente retratado como belicista— sorprendió al mundo al priorizar la negociación y la paz por encima de la guerra abierta. A diferencia de otros líderes que hicieron del conflicto un instrumento de poder, Trump optó por la diplomacia directa, guiada, según su propio discurso, por valores cristianos y una profunda convicción espiritual. San Agustín escribió que “la paz es la tranquilidad del orden”, y Trump parece haber buscado imponer ese orden mediante acuerdos antes que misiles.

Sus gestiones diplomáticas se extendieron a conflictos de alta complejidad: Rusia y Ucrania, Hamas e Israel en la Franja de Gaza, India y Pakistán, así como diversas disputas en África. Estos esfuerzos le valieron la nominación al Premio Nobel de la Paz 2025 por parte de varios países, un hecho que, más allá de simpatías o rechazos, revela la magnitud de su influencia en la política internacional.

En el plano moral y social, Trump ha insistido en la necesidad de devolver a la política un anclaje espiritual. En un mundo que, como advertía Nietzsche, “ha matado a Dios”, el presidente estadounidense reivindica la fe como brújula ética frente al caos contemporáneo. Para sus seguidores, incluso la elección de un papa de origen estadounidense simboliza un giro espiritual acorde con esta visión.

Asimismo, su lucha declarada contra el narcotráfico refleja una preocupación explícita por el destino de la juventud. Trump entiende que las drogas no solo destruyen cuerpos, sino que erosionan familias, descomponen comunidades y alimentan la violencia. En esta cruzada, el presidente se presenta como un guardián del orden social, convencido de que sin disciplina no hay progreso, y sin trabajo no hay paz.

Al observar con distancia crítica —pero sin prejuicios— las ejecutorias de Donald J. Trump, resulta difícil negar que su figura ha marcado un antes y un después en la política global reciente. Amado por unos, rechazado por otros, su liderazgo ha dejado una huella profunda, como esas cicatrices que no embellecen, pero narran la historia. Sin lugar a dudas Donald Trump es el presidente mas poderoso del mundo.

Por todo ello, puede afirmarse que Donald J. Trump, con sus luces y sombras, con su verbo incendiario y su acción decisiva, se ha ganado el título de personaje mundial del año 2025: un hombre que, para bien o para mal, obligó al mundo a mirarse en el espejo de sus propias contradicciones.

¿ Que meritos serian mayores, que dedicar su mejor esfuetzo a construir la paz?

of-am

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confucio
confucio
5 horas hace

Muy buen análisis de quien hasta ahora se proyecta como unos de los mejores presidentes de los Estados Unidos.

Rudecindo
Rudecindo
15 horas hace

Hitler fue el personaje del año en el 1938. Significa que fue positivo? Trujillo fue el personaje de todos los años en RD, desde 1930 hasta 1961. Significa que fue positivo? Se puede ser personaje del año, como lo fue Fidel Castro en el 1959 y al mismo tiempo hacer daño.

confucio
confucio
6 horas hace
Responder a  Rudecindo

no hay peor ciego que el que no quiere ver

hermes
hermes
16 horas hace

Las focas siguen aplaudiendo…

Raúl Muñoz
Raúl Muñoz
16 horas hace

Estas palabras laudatorias pierden su brillo al ser usadas para alabar al hombre que auspició el asalto al Congreso de USA tratando de revertir el resultado de unas elecciones que él habia perdido y que ahora él, en el Poder, trata de debilitar normas y principios establecidas en este, el ejemplo más acabado de Estado moderno.

Charloo
Charloo
13 horas hace
Responder a  Raúl Muñoz

La moral, la etica y el amor a Dios muchas veces cuesta entenderlos.

confucio
confucio
6 horas hace
Responder a  Raúl Muñoz

«ceguera» emocional para evitar la realidad que te resulta incómoda y dolorosa. TRUMP FOREVER