Don Ramón de Luna: gloria de la comunicación de Santiago
El 29 de febrero del 2012, en el Gran Teatro del Cibao, me cupo el honor de presentar el libro autobiográfico Vivencias, del destacado locutor y gloria de la comunicación de Santiago y del país Ramón de Luna Peguero. En esa presentación, entre otras ideas, yo expresaba que:
«El nombre del periodista y veterano locutor Ramón de Luna está íntimamente asociado a los dorados años de mi infancia. Junto a su esposa Minucha, producía todos los días, durante el mes de diciembre, un programa radial llamado El rey Melchor y su secretaria Minucha. Se trasmitía en las primeras horas de la noche y cuán indescriptible era la emoción que asaltaba el alma de los menores cuando escuchábamos el sonido del motor de la nave en la que supuestamente el rey Melchor descendía a la tierra para conversar y leer las cartas que los niños le remitían. Las cartas, naturalmente, eran leídas por su atenta secretaria…»
Y para destacar la dimensión de la influencia que en niños, jóvenes y adolescentes ejerció en esos años este irrepetible comunicador, más adelante afirmo:
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«Pero no sólo a los años de mi infancia. Más que a éstos, el nombre de Ramón de Luna está estrechamente vinculado a mis años juveniles, y muy particularmente a mi tiempo de estudios secundarios en el “Liceo Domingo Faustino Sarmiento”, de la ciudad de Moca, durante el período de los famosos doce años de gobierno que encabezó el doctor Joaquín Balaguer , tiempo en el que la represión política estaba en pleno apogeo, y en la que ser joven constituía casi un pecado , mucho más si era estudiante, por cuanto para los miembros de la Policía Nacional y otros organismos de seguridad del Estado, ser estudiante era lo mismo que ser comunista. Y ser comunista equivalía a ser enemigo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, como bien rezaba en un mensaje que se exhibía en todos los recintos militares y policiales del país. En semejante panorama, los apresamientos, las torturas, persecuciones y desapariciones, no sólo de líderes estudiantiles, sino de otros líderes nacionales, eran mucho más que comunes o constituían, como dice el pueblo, “el pan nuestro de cada día…»
«En medio de tan tétrica realidad – continúo en mi exposición – una voz tronaba de lunes a viernes, al mediodía, desde la tribuna combativa del programa de noticias La situación mundial, para condenar el crimen de Estado, las injusticias sociales, el irrespeto a los derechos humanos y el terror político imperante en la República Dominicana. Esa voz grave, modulada, valiente y desafiante retumbaba, cual grito de guerra, en todos los hogares de la región del Cibao. Y gracias a ella fueron muchos los que lograron salir de la cárcel, preservar sus vidas y evitar que se les persiguiera. Esa voz, a la que hasta ahora nos hemos referido, tenía un nombre: don Ramón de Luna. Y el programa, a través del cual diariamente se escuchaba, también tenía su nombre: La situación mund
Acerca del muy popular programa, en su libro Mis 50 años en la radio (1998), apunta don Ramón de Luna lo siguiente:
«La situación mundial se mantenía como espacio noticioso en donde la verdad no se decía a medias. Además, el noticiero se había convertido en el paño de lágrimas de cuanto perseguido político acudía a sus productores. Tenía una credibilidad casi absoluta y una audiencia jamás lograda por otro noticiero. En los barrios y campos La situación mundial imponía la audiencia, tanto así que “era un solo radio”. El vecino lo tenía sintonizado, y el otro vecino, y el otro, y el otro… No es aventurado decir que los informativos de Santo Domingo estaban relegados a un segundo plano. Los campesinos se iban al conuco con su radio de pilas y una botella de café para escuchar “La Situación Mundial»» (págs. : 61/62)
Hijo de padre de origen mocano, Emilio Ramón de Luna, y madre seibana, Bélgica María Peguero, Ramón de Luna Peguero nació en El Seibo, República Dominicana, el 6 de febrero de 1932. Por los orígenes geográficos de sus progenitores, a nadie ha de extrañar la valentía y espíritu reivindicativo que siempre ha caracterizado al experimentado locutor, vale decir, por la tradición de lucha de Moca y El Seibo, él arrastra consigo el heroísmo del mocano y el espíritu combativo del seibano. En la locución, don Ramón ha ejercido como locutor noticioso, maestro de ceremonias, narrador deportivo, locutor musical y comentarista de radio y televisión. En fin, ha incursionado en casi todas las ramas de este noble oficio.
Defensor radical de los derechos humanos y las libertades públicas, fue víctima de persecuciones, amenazas y apresamientos tanto en los años de la dictadura que encabezó Rafael Leónidas Trujillo como en los famosos doce años de represión encabezados por Joaquín Balaguer. Acerca de él, escribió el destacado académico, Dr. Carlos Dobal (1926- 2011), en el prólogo del antes referido texto :
«El gran comunicador social dominicano Ramón de Luna, orgullo de nuestra ciudad de Santiago, de la región del Cibao y de toda la República Dominicana es un ser íntegro, incorruptible y seguro de sí mismo, fiel a sus principios, que responde a una trayectoria vital que pretende ser ejemplo para sus conciudadanos. Despojado de todo falso orgullo y de toda superflua vanidad, se siente seguro de la posición asumida ante las distintas circunstancias históricas y graves devenires procesares que él ha afrontado con el valor y la sencillez de la estampa clásica del hombre dominicano» (p.7)
Eso es y siempre ha sido don Ramón de Luna: un locutor de verdad y un ejemplar y digno ciudadano a quien todos admiramos y respetamos por su capacidad, sencillez, honestidad y transparente trayectoria humana y profesional. Es Ramón de Luna el ejemplo a seguir o el espejo en donde cotidianamente deberían mirarse las nuevas generaciones de locutores y otros comunicadores sociales.
En esta fecha, 6 de febrero, acaba de cumplir noventa y tres años de productiva, orientadora y concientizadora existencia. Una dilatada vida que, por su ético comportamiento y bien ganada reputación de hombre íntegro, poco a poco, como bien lo expresé en el prólogo y presentación más arriba referidos, «…se fue convirtiendo en lo que fue y continúa siendo: un símbolo. Un auténtico y verdadero símbolo. Un símbolo del honor. Un símbolo de la radiodifusión nacional. Un símbolo de la comunicación en general y de la locución en particular. Un símbolo de la honestidad y del decoro. Un símbolo de la prudencia y la decencia. Un símbolo de la lucha militante en pos de los mejores intereses de nuestro país. Un símbolo, en fin, del ciudadano ejemplar…»
jpm-am