Distraen con el aborto mientras roban el alma de la nación
Vivimos en un país donde los hospitales colapsan, las escuelas se caen a pedazos, la inseguridad acecha en cada esquina, y la corrupción ha dejado de ser escándalo para convertirse en sistema. Y, sin embargo, los titulares, los discursos y las redes se saturan con debates que, lejos de resolver algo, distraen al pueblo de lo esencial.
Mientras el pueblo sufre, la partidocracia afina el arte de desviar la atención. Y hoy lo hace, otra vez, manipulando el debate sobre el aborto.
En este teatro político donde el poder se disfraza de diálogo, hay dos temas que garantizan el ruido necesario para silenciar lo importante: el aborto y el nacionalismo. Ambos activan pasiones, dividen al pueblo, paralizan el pensamiento y convierten la política en un ring emocional donde ya no hay argumentos, solo consignas. Y ese es precisamente el objetivo.
Cuando la deuda pública se dispara, nos hacen discutir las tres causales. Cuando la impunidad toca techo, encienden el tema migratorio. Cuando colapsa la salud, el agua o la energía, nos enfrentan entre hermanos para evitar que enfrentemos al sistema.
Porque cuando un pueblo está distraído, es más fácil manipularlo. Y cuando está dividido, es más fácil someterlo.
En cuanto al aborto, no hay espacio para confusiones: el artículo 37 de la Constitución es diáfano —“El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte.” Y si de verdad se desea modificar ese principio fundamental, existe una vía legítima y democrática: el artículo 210, que exige referéndum popular.
¿Por qué no lo hacen?
Porque saben que perderían. Porque saben que este pueblo —profundamente ético, cristiano y defensor de la vida— no aprueba el aborto, ni siquiera revestido de tecnicismos o excepcionalidades.
Por eso optan por otra vía: la manipulación emocional y el conflicto artificial. Convertir el aborto en campo de batalla es útil para los partidos. Pero es destructivo para la nación.
Y mientras el país se desgarra en ese falso dilema, se aprueba un Código Penal que recorta derechos, favorece la impunidad y fortalece los blindajes del poder.
Pagamos más que nunca. El ITBIS está en 18%. La fiscalización es digital, los bancos están vigilados, el Estado todo lo ve.
Y, sin embargo, la presión tributaria apenas ha aumentado 5 puntos respecto al 10.2% que teníamos en los tiempos de Balaguer, con sistemas rudimentarios y sin tecnología.
¿Cómo es posible tanta modernización fiscal con tan poca justicia social?
Porque el problema no es técnico: es ético. Porque no se trata de recaudar más, sino de para quién y para qué se recauda. Porque mientras los pobres pagan, los poderosos saquean.
Y mientras entretienen a la población con debates polarizantes, los servicios esenciales entran en un franco deterioro.
La salud pública se desangra.
El agua potable se convierte en lujo.
La electricidad es un privilegio inestable.
Y eso no ocurre por negligencia.
Ocurre porque detrás de ese deterioro hay un propósito inconfesable: justificar la privatización total de los servicios públicos.
Colapsar lo común para luego venderlo.
Abandonar lo estatal para favorecer lo corporativo.
Robarnos el derecho a lo básico para convertirlo en mercancía.
Durante tres décadas, la partidocracia que sucedió al caudillismo ilustrado ha gobernado un país con más recursos que nunca, pero ha dejado una nación moralmente empobrecida, políticamente manipulada y socialmente desilusionada.
Heredamos una deuda social acumulada que avergüenza a la historia, y una deuda externa que es, en realidad, una sentencia anticipada contra los que aún no han nacido.
No es que no hayan hecho obras: las han hecho, sí —el Metro, algunas carreteras—, pero ignoraron lo esencial: agua potable, alcantarillado sanitario, salud, vivienda digna, gestión ambiental.
Y lo más indignante: cada una de esas obras, en vez de ser un homenaje al pueblo, se ha convertido en un monumento a la corrupción.
Fueron hechas no para servir, sino para lucrar.
No para transformar, sino para justificar.
Gobernaron sin conciencia social, sin sentido moral ni visión patriótica.
Eligieron el poder por encima del servicio.
Y lo más grave: han convertido la impunidad en norma, el poder en refugio de corruptos, y el Estado en instrumento para proteger a quienes lo saquean.
El poder quiere que discutamos lo que a ellos les conviene.
Pero el dilema real es otro:
¿Seguiremos divididos y manipulados?. ¿O construiremos un país donde la Constitución sea una realidad y no un adorno?
La salida no está en quienes nos han fallado. Está en una ciudadanía que despierta, se organiza y se atreve a gobernar sin partidos corruptos.
Hacer realidad nuestra Constitución del Estado Social y Democrático de Derecho significa salud, agua, educación, orden, justicia y dignidad para todos.
Hoy no basta con indignarse. Hay que organizarse.
El camino son las candidaturas independientes, la participación ciudadana y una República donde la ética sustituya la impunidad.
El futuro está en nuestras manos, si dejamos de pelear entre nosotros y comenzamos a enfrentar a los verdaderos responsables.
Si dejamos de mirar donde ellos apuntan, y empezamos a mirar lo que ellos esconden.
jpm-am

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Una cara de loca que no puede con ella
AQUI HAY TRES BOT HACEINDOLE PROPAGANDA AL MARISCO ESTE, CONMAQUILLAJE Y PINTALABIO
EL lenguaje ayuda al cerrojo al final las tres causales son una etiqueta por cobrar
Gracias, Dr. Isaías Ramos, por poner en palabras el sentir de una nación que merece más y que no puede seguir siendo rehén del conflicto fabricado por el poder.
Claro, directo y comprometido. Esta es la clase de opinión que construye ciudadanía y que nos anima a dejar de ser espectadores.
Un artículo que no solo denuncia, sino que propone: participación ciudadana, candidaturas independientes y una ética pública que reemplace la impunidad.
Impresionante la forma en que el Dr. Ramos conecta los hilos: distracción, corrupción, deterioro social. Necesitamos más voces como la suya para despertar al pueblo.
Una lectura obligatoria para quienes aún creen que el problema de nuestro país es técnico. Aquí se demuestra que es, ante todo, ético.
Este artículo nos recuerda que no hay democracia real sin ciudadanos conscientes. Gracias al Dr. Ramos por denunciar lo que tantos callan.
Un análisis lúcido y valiente. El Dr. Ramos pone el dedo en la llaga con una claridad que necesitamos más que nunca en estos tiempos de distracción mediática.
Vayan con las 3 causales para Haiti qué tanto las necesita aquí los jóvenes la tienen difícil y si los pocos niños que nacen los quieren matar estamos desapareciendo nuestra nación no sean tan mezquinos cual es el afán de regalarle el pais a Haiti
DISTINGUIDO Y NO ES SOLO QUE DEFINA EL PAÍS. SI NO QUE ACTÚAN DELIBERADAMENTE Y ALTA TRAICIÓN PARA DESAPARECER A REP. DOM. ESTÁN ALTAMENTE COMPROMETIDOS CON TODOS LOS ENEMIGOS DE LA REP. DOM. Y ESTÁN INTIMAMENTE COMPROMETIDOS CON LA DIABÓLICA AENDA 20-30. SI NO DESPERTAMOS Y ACTUAMOS EN DEFENSA DE NUESTRO PAÍS, NOS ELIMINARÁN A TODOS. SI LOS JHATIANOS CONGEN UN POQUITO DE FUERZA COMO SE LES ESTÁ DANDO ESTE GOBIERNOS Y LOS ANTERIORES NOS ELIMINARA
Este artículo es una fotografía en HD de nuestra República Dominicana.
Caballero, pero a cual derecho a la vida se refiere la Constitución? A la vida de la madre o a la del embrion? Ciertamente este es un pueblo cristiano pero aun así no todos están casados por la iglesia, ni todos acatan la prohibición de los preservativos como piden las iglesias. Y debes informarte mejor: las encuestas dan un 70-30 a favor de las 3 causales. Porque una cosa son las creencias y otra la ciencia y las políticas públicas.
Esta claro nosotros somos los que elegimos los que luego se convertirán en nuestros verdugos «ya que si hacemos lo mismo siempre tendremos los mismo resultados»