¡Descansa en paz, Angelito!

Lamentamos profundamente el fallecimiento de Don Angel Arias Osser.
El periodismo nos unió y creamos tan fuertes lazos que parecía nos conocíamos de toda una vida.
Comenzamos a mantener relaciones cuando ingresé como colaborador de El Siembra Hielo, estando él en los Estados Unidos, específicamente en New York, y yo en Santo Domingo.
La relación se hizo cada vez más cercana y la comunicación telefónica y por e.mail se intensificó.
Nos fuimos acercando y compenetrando.
Por mi vía llegaron al medio otros colaboradores.
Admiré desde un principio como Don Angel hacía para sostener El Siembra Hielo.
Entregaba a este proyecto recursos y su tiempo libre ya que ejercía otras labores paralelas al periodismo.
En el 2013, durante un viaje que realicé a los Estados Unidos apenas lo conocí.
Nos encontramos una tarde y compartimos ampliamente.
Meses más tarde Don Angel retornó a Santo Domingo luego de largos años de vivir fuera del país.
Antes había estado en varios países de Centro América donde se integró incluso a procesos políticos.
Su paso por esa naciones dejaron profundas huellas en él.
Una vez aquí consolidamos las relaciones.
Nos convertimos en una especie de ‘uña y dedo’.
Juntos hacíamos gestiones del periódico en Santo Domingo, juntos viajábamos a Baní, compartió con mi familia, se ganó el aprecio de mi Madre, fue muy bien asimilado por mis amistades.
Pasé a llamarlo Angelito.
Sus más íntimos le decían Angelo. Yo preferí Angelito.
Así conocí su familia.
Sus hijas lo mimaron siempre y sus nietos y nietas fueron su gran debilidad. Le dieron ganas de vivir.
El había tenido con anterioridad problemas de salud y siempre me decía que era un sobreviviente del cáncer.
Angel estaba lleno de planes y era una máquina de ideas.
Pero el retorno del cáncer le hizo una mala jugada que fue limitando su accionar y se veía precisado a internamientos que le alteraban sus planes.
Sin embargo nunca se amilano. Al contrario siempre luchó y mantuvo su proverbial buen humor.
Después de las personas sus grandes amores eran los Masones, Paya y su interminable amor por pescar, deporte que siempre extraño.
Esto sin contar con su periódico digital que fue su gran pasión.
En ese ínterin me vi precisado a integrarme cada vez más a su amado Siembra Hielo ya que durante su internamiento tenía que hacerme cargo del mismo.
Esta labor la he realizado con gusto.
Me siento un periodista de corazón y cuando tuve un periódico, El Serie 3, encontré muchos colaboradores por lo que me siento en el deber de devolver cuanto he recibido.
Esta etapa final de Don Angel fue difícil pero sus hijas no flaquearon nunca.
En ellas pude admirar la entereza.
Todas,  con compromisos familiares y de trabajo que no les impidieron nunca ejercer su función de soporte hacia su padre enfermo.
Ellas son un ejemplo que siempre recordaré.
No hubo horas, por más difíciles que fueran, que no estuvieran ahí.
Siempre haciendo turno para amanecer y para los largos días, cuidándolo, buscando sus medicinas, llevándolo a sus citas y haciendo acopio de  reservas para que no le faltara nada.
Su triste adiós es un descanso para él y para ellas.
Murió rodeado de amor, de atenciones.
Se lleva esa satisfacción.
Yo, en cambio, pierdo un amigo, como  aquel de la canción de Alberto Cortez.
Me uno a la pérdida de su familia y le pido a Dios, el Gran Creador de la Humanidad, como él y los Masones le llaman, para que lo acoja en su santo seno.
Descansa en paz, Angelito.
Hasta siempre.
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