Del abrazo humano al frío de las máquinas: ¿Cuánto hemos perdido?
POR RANFIS PEÑA NINA
Nos hemos acostumbrado a creer que el desarrollo tecnológico es un regalo absoluto, cuando en realidad es un arma de doble filo. Henry Ford, en su visión industrial, jamás imaginó que la tecnología que debía facilitar la vida terminaría desplazando al propio ser humano en lo más esencial: el contacto con otro ser humano.
Hoy, en pleno siglo XXI, ya preferimos hablarle a un aparato antes que mirarnos a los ojos. Esa mirada que transmite confianza, ternura o afecto está siendo reemplazada por pantallas frías que no sienten, ni laten, ni entienden.
El simple gesto de estrechar la mano, ese símbolo de respeto y humanidad, ha perdido terreno. La sonrisa compartida, la complicidad de un gesto espontáneo, se diluyen entre mensajes prefabricados y emojis que pretenden sustituir lo irreemplazable: la emoción genuina.
Nos han vendido la idea de que las máquinas pueden imitar al ser humano. Pero la verdad es más aterradora: somos nosotros los que, poco a poco, estamos aprendiendo a imitar a las máquinas. Nos volvemos repetitivos, programados, indiferentes, fríos.
El “buenos días” de hoy ya no es fruto de un sentimiento sincero, sino un mensaje copiado y reenviado sin alma. Estamos perdiendo hasta la capacidad de saludar con nuestra propia huella personal, esa que debería identificarnos como seres únicos.
El arte, ese refugio del alma que nos enseñaron Bécquer, Adolfo y tantos otros, también corre peligro. La creatividad que brotaba como un manantial se ve desplazada por producciones instantáneas, sin sudor ni emoción, como si la inspiración pudiera fabricarse en serie.
La juventud —y también quienes ya no lo son tanto— parecen haber olvidado que la sensibilidad es la esencia de lo humano. Nos estamos atrofiando, renunciando a lo que nos distingue: la capacidad de sentir y transmitir vida en cada palabra, en cada mirada, en cada gesto.
El problema no está en las máquinas. Ellas hacen lo que fueron diseñadas para hacer. El problema somos nosotros, que hemos decidido despojarnos de lo humano para adaptarnos a lo mecánico.
Autómatas
¿Acaso no estamos asistiendo a la construcción de un mundo de autómatas? Un futuro donde ya no se escriban poemas con lágrimas ni canciones con el corazón, sino mensajes uniformes que cualquier algoritmo podría generar.
Si Bécquer viviera hoy, si los grandes románticos pudieran asomarse a este presente, morirían de tristeza al ver que hemos permitido que la poesía del alma sea reemplazada por la frialdad del sistema binario.
La gran apuesta está clara: deshumanizarnos. Y lo peor, es que la estamos perdiendo a pasos agigantados. Aún estamos a tiempo de resistir, pero el reloj avanza y la pregunta es si tendremos el coraje de volver a ser lo que siempre debimos ser: humanos.
jpm-am

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Doctor, excuseme, la parte final de su excelente artículo tiene una pregunta, la respuesta se logra escudriñando los contenidos fundacionales del CAPITALISMO. Eso se introduce en las mentes de la mayoría de los ciudadanos. Por lo que se convierte en una problemática sin solución.
Excelente artículo…muy actual y un ejemplo de capacidad humana: Pensar con emoción.