Cosas de San Cristóbal: La protesta de 1962 (8va parte)
Se notaba en los grupos más numerosos sancristoberos, una marcada actitud desdeñosa hacia todo lo que representara Baní, y mayor se exteriorizó esta antipatía cuando dos inspectores de la Secretaría del Trabajo, Generoso Martínez Portes (Papito) y Luis Pereyra Montás (Pitiluí), recién llegados desde esa localidad, declararon que allí les habían dado un plazo breve para que abandonaran esa ciudad por el hecho de ambos ser nativos de San Cristóbal.
En represalia, a los banilejos que venían a nuestros mercados para comercializar productos agrícolas, se les impedía la entrada a la ciudad. Y, aunque hoy se vea fantástico o carente de fundamento, se quiso llegar hasta el extremo de buscar camiones y otros vehículos para llenarlos de compueblanos e ir hasta el parque central de Baní y ahí desafiar a combate a sus ciudadanos. A Franklin Arias Uribe y Federiquín Read Sandoval, promotores de esta temeridad, se les aconsejó no llegar a tanto y por ello fue rápidamente desestimada.
Enterado de este malestar, el Procurador de la República cuando salió de S.C. se trasladó hacia Baní, para allí departir con los representantes de esa comunidad, llevándoles las instrucciones del gobierno.
La puesta en posesión del nuevo Gobernador provincial don Sócrates Barinas Coiscou, devino en un nuevo malestar en el estado de confusión e insumisión prevaleciente para esos momentos en nuestra ciudad. Desde tempranas horas de la mañana del día tres de marzo, el Gobernador renunciante, don Titín Uribe Albert, se encontraba en sus oficinas recogiendo sus pertenencias en espera del Secretario de Interior y Policía, quien a nombre del gobierno iba a presidir el traspaso de mando.
Por los lugares de opinión del pueblo se esparció rápidamente el rumor de que algunos miembros del Consejo de Estado vendrían para presidir dicha ceremonia y por ello los diversos partidos, grupos y personas participantes en la turbulencia, estuvieron pendientes de la llegada de los enormes automóviles negros, en los cuales llegarían los ejecutivos de la Nación, observancia realizada desde la barrera de Hatillo hasta la del puente Nígua.
Pero los grandes automóviles penetraron a la ciudad por la carretera de Hato Damas y La Toma, al norte de la ciudad, la cual no representaba valor estratégico para los reclamantes. Cuando la caravana se estacionó frente al edificio de la Gobernación, de ellos se desmontaron, fuertemente escoltados, los doctores Tabaré Álvarez Pereyra, Secretario de Interior y Policía; Fabio F. Herrera, Subsecretario de la Presidencia y el recién nombrado doctor Sócrates Barinas Coiscou.
CONFRONTACION
Fueron recibidos, en el salón donde hoy se encuentra la Junta Municipal Electoral, por el Gobernador saliente, el Síndico del Municipio don Bienvenido de León Valdéz y otros funcionarios. En el preciso momento de inicio del acto se presentó al salón donde se procedería a juramentar el nuevo incumbente, una turbamulta compuesta por estudiantes, obreros, agricultores y otras gentes del pueblo, pidiendo a gritos la anulación del nombramiento que favorecía a Barinas Coiscou y la inmediata designación del señor Felipe Parra Pagán como Gobernador local, cuyo vocero principal lo fue el joven Fernando Nivar Mateo, hijo de doña Americana Mateo Aliés de Vicioso.
De otra dirección y con parecida propuesta, llegó otra turba exigiendo el nombramiento del Dr. Héctor Cabral Ortega, como Síndico del Municipio en lugar de don Bienvenido de León Valdéz.
Los primeros, o sea, los que proclamaban a Parra Pagán eran los socialcristianos y los que solicitaban a Cabral Ortega eran los catorcistas. Los comisionados gubernamentales quisieron iniciar con el propósito de la reunión, pero por la forma estridente en que eran expuestas las dos exigencias citadas resultaba muy difícil que el acto llegara a feliz término.
Y mientras los dos grupos se desgargantaban vociferando sus preferencias veremos, para las futuras generaciones, quienes eran y qué representaban estos cuatro dignos hijos de S.C. enfrentados entre sí y sin desear esto ninguno de ellos. Solo llevados a esa difícil situación por las ambiciones de grupos políticos locales rivales. Que pretendían cada uno por su lado capitalizar para su particular provecho la protesta originada en el seno de este pueblo:
Don Sócrates Barinas Coiscou, abogado, poeta, historiador, Presidente de la Corte de Apelación del Distrito Judicial de San Cristóbal. Tenía en su contra atributos que no le hacían parecer atractivo a los que participaban en las protestas, pues era “cívico” o sea miembro del partido Unión Cívica Nacional, arrogante partido de gobierno cuyos dirigentes nacionales achacábanle a San Cristóbal el orígen, desarrollo y sostenimiento del gobierno de Rafael Trujillo Molina. Otro ingrediente que tenía en contra era, el que le señalaba con parte de responsabilidad en la deposición de empleados públicos locales tildados de connotados simpatizantes y activistas del régimen depuesto.
Don Felipe Parra Pagán, de amplia experiencia en la Administración pública, gozaba de mucha simpatía en la localidad, porque ganó unas elecciones a las que se presentara como candidato a gobernador, en diciembre de 1960, nada más y nada menos, contra el Partido Dominicano. Triunfo que no le fue reconocido por el gobierno dictatorial de entonces.
Don Héctor Cabral Ortega, reconocido abogado y poeta, de trato amable y cortés. Miembro de la Agrupación política que lo aclamaba, no tenía interés ostensible para lo propuesto, y si en algún momento esto demostró, estamos seguros que solo lo hizo por compañerismo y nada más.
Don Bienvenido de León Valdéz, tronco de una numerosa y honorable familia, dirigente de Unión Cívica Nacional y tomado siempre en cuenta para cualquier actividad cívica que redundara en provecho y progreso para la comunidad; cuya destitución solo fue pedida por los miembros del 14 de Junio para entrar en moda y no quedar detrás de los socialcristianos.
Las autoridades presentes, estuvieron por mucho tiempo tratando de aplacar los caldeados ánimos, resultando todo inútil. En un momento, el Secretario Álvarez Pereyra se subió en una silla desde donde intentó calmar a los presentes, sin poder lograrlo. Viendo dicho señor la situación anárquica prevaleciente invitó a los dirigentes locales de los diversos partidos políticos a sostener con él un cambio de impresiones en una sala contigua. (Continuará.)
JPM

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