Cosas de San Cristóbal: El Candidato de 1930

Ahora están surgiendo muchos precandidatos presidenciales en los diversos partidos y agrupaciones políticas con que contamos. La mayor parte jóvenes que por vez primera incursionan en este propósito. Hacia ellos encauzo estas experiencias.
Siempre he creído, amigo lector, que hubo un gran desacuerdo, profundo e insalvable entre los promotores y dirigentes del Movimiento Cívico del Cibao que destronara, el 23 de febrero de 1930, al gobierno constitucional del general Horacio Vásquez Lajara, y su comandante en jefe, el doctor Rafael Estrella Ureña.
Estos revolucionarios cibaeños triunfantes, orgullosos, arrogantes, regionalistas….. quizás sin pensar en la burla que anteriormente Buenaventura Báez les hizo, al decir: “El Cibao trabaja, el Ozama piensa”, optaron por un joven originario de una aldea rural llamada San Cristóbal, perteneciente a la Provincia Santo Domingo, el general Rafael Trujillo Molina, de 38 años de edad, para candidato presidencial y no por el ideólogo y jefe de dicha revuelta, quien fuere un gran tribuno, un político de mucho fuste, un experimentado diplomático, así como también un prominente jurista; en fin, un garantizado hombre de Estado.
El joven general en cambio, sólo era un correcto y enérgico militar académico sin ascendencia familiar grandilocuente y sin otros atributos importantes requeridos como para lograr ser el preferido, atributos que sí tuvieron para esas fechas: Federico Velásquez y Hernández; Pancho Peynado; José Dolores Alfonseca; Ángel Morales; Luis F. Mejía; Gustavo Díaz; Martín de Moya; Roberto Despradel y el mismo don Fello Estrella Ureña.
Alguna grave discrepancia con mucho fundamento tuvo que ocurrir hasta distanciarles finalmente, entre don Fello Estrella y los políticos cibaeños: Vidal; Brache; Tolentino; Despradel; Desiderio Arias; y demás, para que hayan escogido a este joven sancristobero y no a uno de su grupo, un ciudadano cibaeño de muy elevada preparación y reconocida valentía.
En cierta ocasión, nos narró mi padre, Adriano Uribe Silva, que él estuvo presente en la década del 50 en su segundo tramo, en un almuerzo con el gobernante en la Casa Caoba de San Cristóbal y éste recreó con mucho deseo y detalles algo sucedido a finales de febrero de 1930. En esencia, más que menos, fue lo siguiente:
Los hombres importantes de ese entonces tenían sus amores discretamente instalados en las afueras de la ciudad o sea en la zona rural. El general Trujillo tuvo a doña María viviendo en Mata Hambre, en el camino del Sur, hoy avenida Independencia, cerca del hoy hospital Angelita, en una casita junto con su pequeño hijo Ramfis.
Hasta allá llegaron los golpistas cibaeños quienes con mucha determinación le dijeron a Trujillo: “General, usted es nuestro candidato”. Éste, muy sorprendido, se negó rotundamente al pedimento, contestándoles: “Yo quiero seguir siendo el jefe del Ejército y no cambiaré las armas por ésto”, mientras decía la última parte de esta expresión se pasaba la palma de la mano izquierda diagonalmente desde el hombro derecho hacia el costado izquierdo de la cintura, simulando la banda presidencial.
Pero los políticos insistieron una y mil veces más. Y él, entronizado en su negativa, respondió ahora: “Señores, soy muy joven y puedo esperar, quizás al 34. Ahora mismo tengo el apoyo del Ejército y muchos amigos y admiradores, pero no tengo un partido político que me respalde”.
Don Rafael Vidal, a nombre de la comitiva, dijo: “Eso del respaldo civil lo tenemos previsto: formaremos una alianza de personas y agrupaciones que se llamará Coalición Patriótica de Ciudadanos. Puede, desde ya, contar con ello”.
Haciendo gestos negativos con la cabeza, se disponía a responder el general, cuando de repente entra en escena la mujer, quién permaneció furtivamente todo el tiempo detrás de las cortinas, pendiente de todo lo que se hablaba y le insinuó, delante de los presentes, con mucha fuerza expresiva y determinación: “Pero Rafael, llévate de ellos, escúchalos, ellos son tus amigos, quizás sea la única oportunidad que se te presente en la vida para llegar a ser Presidente de la República”.
Mi padre me comentó: “Esta inesperada y sorpresiva intervención de la señora quizás fue algo que él agradeció toda la vida, hasta el extremo que cuando ella desmejoró físicamente y se esfumara su gran belleza, él no la apartó de su lado”.
De manera amigo lector, que siempre he imaginado, como en inicios expresé, que alguna grave disparidad o diferencia de fondo surgió entre los líderes cibaeños que asumieron el golpe de Estado contra don Horacio Vásquez, capitaneados desde luego por don Rafael Estrella Ureña, y éste, quién tenía que ser el candidato natural a la presidencia de la República.
También, tenía que ser el candidato por haber sido el inspirador del movimiento y haber traído de Italia el plan estratégico o marcha de la turbamulta que vino desde Montecristy y Santiago de los Caballeros a Santo Domingo a imitación, ocho o diez años atrás, de la caravana que llevó a realización Benito Mussolini, de Milán a Roma, para obligar al Rey Vittorio Emmanuelle a entregarle el gobierno, cuando Estrella Ureña fue nuestro Embajador recurrente en Italia y acreditado en Francia.
En política o en cuestiones del poder, ni es prudente ni es estratégico ni aconsejable trabajar para el otro, si ambos sueñan con la misma posición; y no creo yo que don Rafael Estrella Ureña haya tumbado un gobierno para que el general Trujillo llegara a ser Presidente; esto no lo puede creer nadie, aunque historiadores de hoy quieran hacernos creer que “el pundonoroso militar” como le llamó el Listín Diario a Trujillo en 1928 y no Estrella Ureña, era el verdadero jefe de la revolución.
Para finalizar y ya fuera del tema original que nos ocupa, le insinúa mi padre al Presidente Balaguer en 1969, si él, Balaguer, trabajaría para ayudar a don Augusto Lora a ser el candidato reformista para las elecciones de 1970 (como siempre se nos dijo fue el acuerdo previo entre los dos) contestando Balaguer: “Nano, yo no soy pendejo para participar en la política a no ser para mi propio provecho.”
Amigos lectores: Gracias y hasta la próxima.
(Con saludos al único amigo pimentelense que creo tener, el Dr. Manuel de Jesús Ulloa Achécar).

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