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Cónsul Schomburgk en el país (2 de 2)
La actuación hecha en favor del país por el cónsul británico Robert Schomburgk quedó estampada en hechos probados por la verdad guardada en la historia nacional, aunque algunos negacionistas hayan pretendido ignorar su notabilidad.
Una de las observaciones de Schomburgk al contrato que quiso imponer EE.UU. al país, mencionado en la entrega anterior, fue la siguiente: “Todos los dominicanos, sin distinción alguna de raza ni color disfrutarán en todos los Estados de la Unión Americana de los mismos e iguales derechos y prerrogativas que los ciudadanos de aquellos estados gocen en la República Dominicana”. (Documentos para la historia de las relaciones dominico-americanas. Tomo I (1837-1860). P261, edición 1987. Alfonso Lockward).
El asesor político estadounidense Sumner Welles señala al respecto que: “…el tratado fue sometido al congreso con las ofensivas mutilaciones y añadiduras al margen del texto, impresas en letras del puño del cónsul inglés.
En esa forma el tratado fue aprobado por el Congreso el día 5 de diciembre de 1854…el “Destino Manifiesto” de los Estados Unidos sufrió una bofetada”. (La viña de Naboth. Editora Manatí, 2006.P153).
Como se comprueba en el texto precedente, la labor de Schomburgk en República Dominicana no fue de escala secundaria. Incidió para bien en el destino de un país con instituciones republicanas bisoñas, con caudillos codiciosos en constante disputas particulares, y con un pueblo llano lleno de calamidades y sin nociones claras de sus derechos.
Era aquella una sociedad precaria (primera década de la segunda mitad del siglo XIX) que malvivía con un pasado accidentado y lleno de altibajos, al extremo de que un dominicano perspicaz de entonces la calificó como “cautiva de los grillos del personalismo”.
Schomburgk libró a la recentina República Dominicana de las garras de los malvados William Cazneau y sus mandantes, que eran auténticos “homo improbus” como decían los latinos a ese tipo de gente.
Para que se tenga una idea del terreno cenagoso y confuso en que se movió el cónsul Schomburgk es necesario decir que cuando él llegó al país (1849) hacía 40 años que había ocurrido lo que José Gabriel García, en su Compendio de historia de Santo Domingo, refiriéndose a La Reconquista, definió como “…una época de grandes esperanzas y de ilusiones risueñas que el más cruel de los desengaños no tardó en desvanecer”. (Libro IV, tomo I. Obras completas.Pp.269-284.Editora Amigo del Hogar, 2016.JGG).
Por esos y otros precedentes es necesario resaltar el papel desempeñado por Robert Schomburgk para desbaratar los propósitos del gobierno de EE.UU. con el susodicho pacto. Su firmeza de ánimo hizo que fuera en la República Dominicana donde por primera vez en América Latina se pusieran en práctica los principios básicos del derecho internacional consagrados desde el 1648 con el Tratado de Westfalia (Alemania), que fijó el respeto a la soberanía de los Estados.
Aportes de Schomburgk como naturalista y geógrafo
En 1853 Schomburgk escribió valiosas notas sobre puertos marítimos y fluviales que visitó en diversos lugares del país, las cuales tituló “Reseñas de los principales puertos y puntos de anclaje de las costas de la República Dominicana”. En 1958 Emilio Rodríguez Demorizi las reprodujo en su obra titulada La Marina de Guerra.
La primera impresión visual de Schomburgk, en el 1852, sobre el encuentro del agua dulce con la salada en la Sultana del Este fue así: “Estando a la vista de la bahía que forma el desemboque del río Macorís se halla uno sorprendido de aquella hermosa expansión de agua, que parece fue creada por la naturaleza para un puerto…”
Sus trabajos como explorador de la geografía dominicana le permitieron ser el primero en comprobar que era en nuestro país “en donde radicaba el núcleo del sistema orográfico del archipiélago de las Antillas”. (Vetilio Alfau Durán en Clío. Escritos II.P.492.Editora Corripio, 1994).
Esa precisión, aunque no la hizo sobre el Pico Duarte, echó por tierra la opinión del famoso geólogo y naturalista Federico Humboldt, que sostenía que esa categoría geográfica correspondía al Pico Turquino, en el oriente de Cuba.
Divulgó riquezas minerales del país e hizo importantes aclaraciones sobre algunos mitos que hasta entonces se tenían como verdades inconmovibles, como fue el caso del carbón del municipio de Sánchez, lugar entonces llamado Las Cañitas.
Robert Schomburgk, basado en estudios de campo y apertrechado de sus amplios conocimientos, fue quien demostró en el 1858 que Samaná es una península, dejando atrás la creencia generalizada hasta esa fecha de que ese hermoso territorio dominicano era una isla.
Antes, en sus notas del 25 de agosto de 1851, se lee esta perla: “…La Bahía de Samaná es, quizás, una de las más bellas y amplias de todas las Indias Occidentales…Con relación a su posición, se ha aseverado que quizás no podrían encontrarse en el mundo tres bahías similares a Samaná…por ello es que Francia siempre le ha atribuido enorme importancia a la posesión de este punto tan estratégico y ha recurrido a todos los medios para lograrlo”.
Una de sus excursiones por los pueblos del país fue a una parte de la región oriental. Recorrió a lomo de caballo desde Miches hasta Santo Domingo, pasando por El Seibo, Hato Mayor y otras comunidades emplazadas en la ruta que se trazó en ese periplo. Sus impresiones sobre lo que vio por allí son un auténtico homenaje a la floresta, a los ríos y a la amabilidad de la gente con las que se encontró.
En uno de sus viajes al Cibao (1851) visitó un paradisíaco valle intramontaño. Allí sólo encontró una casa habitada, anotando en su cuaderno lo siguiente: “el valle de Constanza es un lugar bellísimo y consiste en una sabana cubierta de pinares y rodeadas de montañas…” (Inserto en la obra titulada Asuntos dominicanos en archivos ingleses. Recopilación de Emilio Cordero Michel y Bernardo Vega. Fundación Cultural Dominicana, 1993).
JPM
