Cibercolonialismo: la dominación silenciosa del siglo XXI
Por JULIO FIGUEREO
En un mundo donde los datos son el nuevo petróleo y las plataformas digitales funcionan como territorios virtuales, emerge una forma de dominación sutil pero poderosa: el cibercolonialismo.
Este fenómeno, heredero del colonialismo clásico, no necesita ejércitos ni ocupaciones físicas. Basta con controlar la infraestructura tecnológica, los flujos de información y los algoritmos que moldean percepciones y comportamientos. Es la colonización de la mente, la economía y la soberanía en la era digital.
La geopolítica de los bits
El cibercolonialismo se sustenta en la asimetría tecnológica entre países. Potencias como Estados Unidos, China y la Unión Europea monopolizan el desarrollo de inteligencia artificial, redes 5G, satélites y plataformas globales (Google, Meta, TikTok). Mientras, naciones en desarrollo dependen de estas herramientas para su conectividad, exponiéndose a un doble riesgo: perder autonomía sobre sus datos y quedar sujetas a reglas diseñadas en laboratorios extranjeros.
Por ejemplo, cuando un país africano utiliza redes sociales estadounidenses para comunicarse, sus ciudadanos se convierten en *productos* cuyos datos alimentan la economía digital de Silicon Valley.
Algoritmos que imponen cultura
Las plataformas digitales no son neutrales. Sus algoritmos priorizan contenidos que generan engagement, favoreciendo narrativas dominantes —generalmente anglocéntricas— y marginando lenguas minoritarias o perspectivas locales. Este *imperialismo algorítmico* homogeniza culturas y redefine identidades.
En México, TikTok promueve retos virales diseñados en California, mientras las tradiciones indígenas desaparecen de los feeds. En India, farmers protest videos fueron censurados por presión gubernamental mediante acuerdos opacos con las Big Tech. La autodeterminación cultural se erosiona cuando un pueblo no controla los códigos que dictan qué es visible o relevante.
Dependencia infraestructural: neocolonialismo 2.0
La dependencia tecnológica reproduce la lógica extractivista del colonialismo. Países del Sur Global compran equipos de telecomunicaciones a Huawei (China) o Cisco (EE. UU.), alquilan servicios en la nube de Amazon, y usan GPS estadounidense para su logística. Esto no solo los hace vulnerables a ciberataques o espionaje —como reveló el caso Snowden—, sino que les impide desarrollar sistemas propios. Ecuador, por ejemplo, gasta millones en licencias de software extranjero mientras su talento local emigra a empresas trasnacionales.
La soberanía digital exige invertir en innovación propia, pero las reglas del juego global lo dificultan.
Vigilancia y control: son los nuevos virreyes
El cibercolonialismo también se ejerce mediante tecnologías de vigilancia. Empresas israelíes como NSO Group venden software espía a gobiernos autoritarios para monitorear periodistas y opositores. En Latinoamérica, países como México o Colombia usan estas herramientas, financiando con recursos públicos a compañías extranjeras que facilitan represión interna. Además, las cámaras con reconocimiento facial en Nairobi o Bombay suelen ser fabricadas en China, vinculando la seguridad ciudadana a intereses geopolíticos ajenos.
Resistencias y alternativas
Frente a este escenario, surgen movimientos que buscan descolonizar lo digital. La Unión Africana impulsa el proyecto *PANAFTEL* para crear redes de fibra óptica propias. Uruguay y Estonia desarrollan gobiernos electrónicos con software de código abierto.
Comunidades indígenas, como los maoríes en Nueva Zelanda, usan blockchain para proteger su propiedad intelectual. Incluso la UE, con el RGPD, intenta regular el poder de las Big Tech. Estas iniciativas, aunque incipientes, señalan un camino: la soberanía tecnológica como antídoto al cibercolonialismo.
El cibercolonialismo no es inevitable, pero combatirlo exige conciencia global y acción colectiva. Requiere tratados internacionales que regulen la explotación de datos, incentivos para tecnologías locales y educación crítica ante el consumo digital.
La próxima batalla por la autodeterminación no se librará en campos de guerra, sino en servidores, legislaciones y algoritmos. La pregunta es clara: ¿seremos dueños de nuestro futuro digital o colonos en un planeta gobernado por códigos ajenos?.
jpm-am
Los hay quienes viven mundos imaginables, creados por la fantacia, De estos los hay que creen que porque ya cursaron una universidad les da derecho a afirmar sus fantancias como algo real. Tambien estan los adulones y los pagados pero peor son los que adulan de gratis. En lo particular ocupo mi tiempo leyendo y viendo programas en internet. Pero cuando tengo hambre o ganas de ir al baño. Entonces me desconecto y vuelvo al mundo real.
Wao cuánta lucidez!! Mis respetos para este joven brillante.
SEGURO QUE TU FUMA DE LO MISMO
oye loco yo cre que el eclavo cibernetico ere tu. una cosa e la ciencia fiction y otra la realidad.
todo lo electrico tiene un kill switch. tu te cree eso cuento de eso pises van poner en riego su realidad por un vitual. eso solo se existed en mente de cacaito. tu sabra de computacion pero una cosa es lo virtual y otra la realidad. el MATRIX TA EN TU CEREBRITO LAVADO.