Carlos Morales Troncoso, In Memoriam
(A Luisa Alba de Morales, y a: Nicole, Michelle, Ivette y Cecile).
El 25 del mes en curso, tras agotar la última jornada de su vida atravesó el sepulcro el Ingeniero Carlos Morales Troncoso, así cerró su ciclo vital, a la edad de 74 años, que tuvo apertura el día de su nacimiento, el 29 de septiembre de 1940. Con su fallecimiento nos ha legado un imperecedero recuerdo, por las virtudes que atesoró su personalidad y la impresionante obra que realizó tanto en el sector privado como en el público.
Proveniente de dos ilustres familias, los Morales y los Troncoso. Su abuelo materno, hombre de amplia cultura, uno de nuestros principales juristas, escritor e historiador, Juez de la Suprema Corte de Justicia, Presidente de la República de 1940 al 1942, en la Era de Trujillo, escritor de limpia y galana prosa, fundador junto con Federico Henríquez y Carvajal y otros prestigiosos historiadores de la Academia Dominicana de la Historia. Sobrino de Jesús María Troncoso Sánchez, uno de nuestros principales especialistas en Derecho Administrativo; y de Pedro Troncoso Sánchez, jurista, filósofo e historiador, Presidente de la Academia Dominicana de Ciencias y del Instituto Duartiano, gran estudioso y divulgador de la ideas y de la obra patriótica de Duarte.
Recibió una esmerada educación. Tres veces fue borlado, una en ingeniería química; otra en ingeniería del azúcar de Louisiana State University (Universidad Estatal de Luisiana), en 1962 y 1963, respectivamente; y la tercera vez, por sus grandes méritos la Universidad de Chicago, le hizo el reconocimiento de Doctor Honoris Causa en Humanidades.
Fue un destacado técnico en el área de la industria azucarera, y un exitoso ejecutivo como presidente de la Gulf and Western, luego Central Romana en la que le dio un gran impulso a favor del desarrollo económico, el turismo y la cultura de nuestro país.
Hombre de noble, fina y aguda inteligencia, de muchas inquietudes intelectuales, lector voraz, apasionado por las obras de nuestra literatura, de nuestra historia, de la política y la economía; pero también fue uno de los pocos dominicanos que estaba al día en la política y la economía mundial. Devoto del pensamiento y la obra patriótica de Duarte, y de las esencias y valores de muestra identidad, los cuales defendió y promovió con mucha dignidad, frente a países con pretensiones de asimilarnos a los suyos, y de irrespeto a nuestra soberanía y autodeterminación.
En su libro: De lo privado a lo público nos revela el soporte de su proyecto vital: “La mejor forma de vivir la más hermosa, es aquella que se preocupa por los que viven peor. Esta es una convicción que deriva de mi Fe en Dios y de la religión que profeso”.
Persona de sólidos principios éticos, sencillo, humilde, prudente, honesto, amistoso, disciplinado, responsable, generoso y solidario con los menesterosos. Un hombre de integridad, auténtico.
A la política entró fundado su comportamiento en una ética del deber, en una ética de servicio, así creyó firme y convincentemente, que en ella el político debe basar su conducta “La política es un medio –escribió- para servir y el político, en consecuencia es un servidor”, de ahí derivan su preocupación e interés en “las necesidades de nuestra gente, estudiarlas, identificarla, definirlas”.
Además estuvo muy consciente de que en ella hay muchas traiciones, deslealtades e ingratitudes, y en este sentido conviene recordar la lapidaria frase de José Martí, expresada al dominicano Máximo Gómez, libertador de Cuba: “No tengo con que pagarle más que con la ingratitud de los hombres”.
Luego de una exitosa obra en el campo empresarial, decidió pasar al sector público no para servirse de éste, sino para dar, para servir a la patria con amor y entusiasmo, y allí reveló de manera elocuente su vocación de servicio y de consumado estadista. Acompañó al doctor Joaquín Balaguer como Vicepresidente en los períodos de 1986-1990; de 1990-1994. Canciller de la República del 1994 al 1996; del 2004 al 2012, con el Presidente doctor Leonel Fernández Reyna; y desde este ultimo año hasta septiembre del 2014, con el presidente Lic. Danilo Medina, donde con estoicismo y ánimo templado estuvo laborando casi hasta el ocaso de su fecunda vida.
Tras la muerte del Presidente Balaguer, después de la Presidencia del ingeniero Quique Antún, asumió la misma, y gracias a su liderazgo, el Partido Reformista Social Cristiano, entró en un proceso dinámico de renovación y fortalecimiento, y fue causa eficiente de los éxitos electorales de la alianza PLD-PRSC.
Creyó, firme y convincentemente, en la democracia enlazada con la justicia social, por la que luchó con fe y devoción apostólica: “La democracia –escribió- tiene que apoyarse en la convivencia social, en la convicción de que todos somos importantes y necesarios, de que convivimos, de que estamos en un mismo lugar. Ser democrático significa, aceptar que existen los unos y los otros: lo cual nos recuerda a Jaques Maritain en su obra: Cristianismo y Democracia: “en su principio esencial – nos enseña -esta forma y este ideal de vida común que se llama democracia viene de la inspiración evangélica y no puede vivir sin ella”.
De suerte y manera que la democracia es una cultura con una sólida base cristiana, para la cual la educación es el instrumento más eficaz, de ahí su constante llamado a los políticos para que formen conciencia sobre la responsabilidad social y educativa que tienen con nuestro país.
Tuvo la convicción además, del valor moral de la política de la que pensaba que no debía haber un divorcio entre ésta y la ética. Criticaba a los políticos que crean falsas expectativas en el pueblo para alcanzar posiciones y obtener beneficios propios. Es admirable su entereza y sinceridad. Su crítica a la corrupción, al abuso contra la democracia y la falta de sinceridad en política fue radical. José ortega y Gasset, al hacer un análisis de la personalidad y del comportamiento del político, expresó que la profesión del político es mentir, idea que Morales Troncoso no compartía cuando expresaba en su precitado libro: “Mientras más sincero se puede ser, menos sorpresa se van a dar posteriormente. Entiendo que no se puede ser completamente así todo el tiempo. Entiendo, además, que en política no todo se puede decir. Pero una cosa es no decir todo y otra es hablar de cosas inciertas, que no responden a la verdad o se entiende que esta sea”.
Y en este concepto interesa recordar a Arístides Calvani, uno de los más grandes líderes de la democracia cristiana, el cual pensaba que un político serio podrá no decir toda la verdad, pero nunca una mentira.
Como Canciller de la República dio elocuente notación de su capacidad diplomática. Fue un gran internacionalista, como se reveló en sus ejecutorias y en los múltiples discursos que pronunció en nuestro país y en muchos foros mundiales. También fue uno de nuestros principales integracionistas. Precursor del Sistema de Integración Centroamericano (SICA) e infatigable luchador a favor de la paz, la libertad, la democracia y el desarrollo de América Latina y el Caribe.
Durante su gestión las relaciones exteriores se extendieron como nunca antes. Abrió embajadas y consulados en gran parte del universo, gracias a él y al apoyo del expresidente Leonel Fernández, y del Presidente Danilo Medina nuestro país ingresó a importantes organismos internacionales, en los cuales la República Dominicana, por medio de sus representantes era y es escuchada, admirada y respetada.
En sus funciones de Canciller se han registrado más de 200 misiones internacionales. Fue presidente de varios organismos regionales, perseverante defensor de la libertad y la soberanía de los pueblos latinoamericanos y caribeños, y de la integración y cooperación entre los países de la región. Fue uno de los dominicanos – tal vez el que más- que ha penetrado en el círculo de poder americano, a saber, en Washington, en Nueva York, y en otros centros financieros y políticos del mundo. Era admirado y respetado en los ambientes diplomáticos, políticos y empresariales del mundo. Se preocupó también, por la designación de destacadas personalidades tanto en la Cancillería como en el servicio exterior. Gracias a él la Escuela Diplomática ha alcanzado el rango de universidad y colocada en una buena posición de prestigio por el alto nivel académico de sus directivos y profesores. Tanto en la historia política como en la historia diplomática dominicana su nombre ya ocupa un lugar de principalía.
Piedra angular de su existencia y la sustancia que constituye su pensamiento es el optimismo. Luchó contra el pesimismo, la visión fatalista que en el país tienen muchos dominicanos. Abanderado del pensamiento y la acción positiva. En la política y en la diplomacia siempre tuvo un discurso esperanzador. El luchó hasta el final contra el mal que le aquejaba, que aceptó mucha entereza
Hombre de admirables valores familiares. A pesar de sus muchas preocupaciones y ocupaciones, siempre tuvo tiempo para su familia, a la que rodeó de amor y ternura, y le dio la gran enseñanza que:“tenemos que amarnos, querernos y mantenernos unidos”, como expresó Eugenio de Baittiner, en el panegírico que pronunció en nombre de su familia. Don Carlos, sintiendo que se aproximaba al fin de su peregrinación en la tierra, en una conversación privada dijo “Misión cumplida”.
Nosotros que tuvimos el privilegio de ser su amigo, y de trabajar en el servicio exterior bajo su mando, estamos muy de acuerdo con su yerno Baittiner, por lo cual subscribimos también su juicio: “Misión cumplida”.
De la vida y la obra de Morales Troncoso, en suma y compendio, podríamos decir, parodiando a José Martí que: “cuando hay hombres que viven sin decoro hay otros hombres que viven con el decoro de muchos hombres, ahí va todo un pueblo, ahí va la humanidad”.