Caonabo y Anacaona: la llama que no pudieron apagar

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El autor es comunicador. Reside en Santo Domingo

POR ROBERTO VERAS

Dicen que la historia la escriben los vencedores, pero hay relatos que ni el fuego ni las cadenas logran silenciar. Así sucede con la memoria de Caonabo y Anacaona, dos nombres que laten con fuerza en el corazón de Quisqueya.

Cuando los europeos llegaron a esta isla, trajeron consigo más que espadas y armaduras: trajeron mentiras, promesas disfrazadas de amistad y un hambre insaciable de dominio. Entre todos los caciques que gobernaban estas tierras, Caonabo, señor de la Maguana, supo ver lo que muchos no querían aceptar: aquellos hombres blancos no venían en son de paz.

Por esa claridad y ese valor que le hizo enfrentar lo imposible, lo llamamos “El primer libertador americano”. No se dejó engañar por baratijas, pero la astucia de sus enemigos fue más cruel que cualquier batalla: Alonso de Ojeda, en un acto tan vil como simbólico, le ofreció unas esposas de metal brillante, diciendo que eran joyas reales de España cargadas de magia. Caonabo, curioso, se las colocó. Al cerrarse el candado, se cerraba también una página luminosa de resistencia.

Encadenado, fue llevado lejos, donde murió sin volver a ver su tierra. Pero no murió la rebeldía.

Anacaona, su esposa y hermana del cacique Bohechío, recogió la antorcha de la dignidad. Mujer de palabra fina e inteligencia política, intentó dialogar, buscó el equilibrio, pero nunca renunció a defender a su gente. Su liderazgo inquietaba a los colonizadores.

El gobernador Nicolás de Ovando tendió la trampa definitiva: la invitó a un areíto, una supuesta fiesta de hermandad. Fue un acto de traición disfrazado de celebración. Allí apresaron a Anacaona y a decenas de caciques, condenándolos a morir en la horca y entre llamas, como si el fuego pudiera borrar su ejemplo.

Pero la historia enseña algo que ni el más feroz de los conquistadores entendió: las cadenas pueden sujetar un cuerpo, pero no pueden encerrar la verdad; el fuego puede consumir la carne, pero no quema el recuerdo.

Hoy, siglos después, los nombres de Caonabo y Anacaona siguen siendo un susurro rebelde entre los montes de Quisqueya. Son un llamado a recordar que la dignidad no se negocia, que la libertad puede ser traicionada, pero nunca enterrada del todo.

Porque mientras exista alguien que cuente su historia, su llama sigue viva.

jpm-am

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yankee
yankee
11 dias hace

Debemos de mencionar otro heroe indio, tan importante como EUMRIQUILLO un lider que amo su patria RD

Tony Ortiz
Tony Ortiz
12 dias hace

Caonabo y Anacaona futon mas que lideres Tainos: Fueron llama viva de dignidad y rebeldía frente a la conquista. El, relámpago guerrero que vengó los abusos españoles; ella, flor de oro que resistió con diplomacia y poesía hasta su martirio. Aunque intentaron apagarlos con cadenas y horcas, su memoria sigue ardiendo en la sangre, en la lengua y en la tierra del Caribe.

INDI500
INDI500
11 dias hace
Responder a  Tony Ortiz

Nuestra media isla,y toda la Isla Quisqueya,desde el mismo día de su descubrimiento,ha parido muchos seres humanos de gran valor ,trabajo,inteligencia y dignidad,y éste artículo describe a dos de esos hijos.
Da mucha pena,pero la inmensa mayoría de los hijos de la hoy media isla,de su parte oriental,lucen vencidos,carente de bravura y honor,…..el hedonismo,la ignorancia,indiferencia,el tetero,les impide batallar