Cajera, préstame 10 pesos
Quizás no esté lejos el día en el que los consumidores y usuarios de servicios deban solidarizare con los establecimientos comerciales y romper sus alcancías para donar el menudo.
Tal vez solo de esa manera dejen de oír la voz cansada de la cajera cuando les dice: le voy a deber cinco.
Ya extinguieron la época en la que tenían sobre el mostrador una jarra llena de mentas o de caramelos de menta, me corregiría mi amigo El Pibe, para entregarla a los clientes en lugar de la devuelta, nunca disponible.
De verdad que es irritante la situación, además de que para el comprador resulta una forma más de las tantas que implica la aplicación de la ley del embudo.
Los molestos afectados no tienen más remedio que salir con su comprita y la devuelta “calimocha”. Uno que otro refunfuñará. Alguno más callará para que no le recuerden que es un miserable, dizque reclamar dos cheles.
Ahora, ¿qué tal si a la hora de ver la suma total de todos los productos el consumidor le explica a la persona que le cobrará que le falta dinero, qué cree que haría el dependiente?.
No sé cómo reaccionarían otros pero a la cajera que me tocó en el supermercado Jumbo de Ágora Mall le pedí que la cuenta no pasara de mil pesos. Pasó con diez pesos y 50 centavos.
Le dije- préstamelos, mira que con frecuencia he dejado aquí menudo-. Me respondió que no tenía y es posible que sea verdad.
Este es un país en el que la gran mayoría de los empleados sale de su casa solo con el pasaje y a veces ni eso.
La joven llamó al supervisor para que abriera la caja y me descontara un producto. Aproveché para exponerle lo mismo que a su subalterna, que múltiples veces había dejado en ese lugar cinco pesos por falta de menudo.
Me recomendó que le haga una huelga a la cajera hasta que me los devuelva pero que no los deje.
No sé si decir que no hay menudo es una esa situación de la que la gerencia del supermercado esté al tanto. Tampoco tengo constancia de a dónde va ese dinero cuando al final de la jornada hacen el cuadre.
En mi caso fue bastante indignante ver que pese a las veces que he dejado parte de mi devuelta en ese establecimiento, ahora cuando me toca el turno por faltarme eso que los mismos empleados llaman dos cheles, tuviera que prescindir de un artículo que necesitaba.
Pero mi molestia mayor fue conmigo misma. Apenas atravesé la salida, pensé que lo correcto era dejar en el mostrador la compra antes de empacar. Mas, ya no había vuelta atrás, porque lo que es mis cuartos no me los devuelven después de que los “enfundan”.
jpm

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