Bosch sigue teniendo la razón
A principios del año 1973, el profesor Juan Bosch, renunció de la dirección del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y cerró un ciclo histórico de esa organización política, dando paso a un nuevo capítulo de la vida democrática del país, al fundar en diciembre de ese mismo año, al Partido de la Liberación Dominicana (PLD). El PRD, fue concebido en el año 1939, como un instrumento político –en el exilio– para enfrentar un régimen de naturaleza dictatorial en el país. Su objetivo era lograr la libertad del pueblo dominicano mediante la lucha revolucionaria y la toma del poder a través de las armas. Pero para esa época (1973), la tiranía en sentido figurado había caído. Pese a la permanencia de los remanentes de aquel régimen oscuro y siniestro, el enemigo o el objetivo principal que motivaba esa lucha había desaparecido con la muerte de Rafael Leónidas Trujillo. Por otro lado, los intereses grupales y de tendencias, empezaban para la época a surgir dentro de las filas del perredeismo, poniendo en peligro su unidad interna. Esas y las anteriores razones motivaron a Bosch, a dejar las filas de la que hasta ese entonces, había sido su mayor obra política realizada. La idea de construir un instrumento de lucha para defender el legítimo derecho de un pueblo había perdido sentido y razón de existir. Ese fue, sin quitarle méritos a los anteriores, el desprendimiento político más significativo que registró la historia de esa organización en sus inicios. La salida del profesor Juan Bosch, del PRD, dejo un sello indeleble, marcado con aquella famosa frase histórica y lapidaría de aquel líder visionario que reza lo siguiente: “El PRD, ya jugo su misión histórica para la cual fue creado. Su rol ante la sociedad y el país, ya no tiene sentido”. El tiempo ha sido el mejor aliado de aquella reflexión que con salomónica afirmación marcaba el final de la lucha revolucionaria para dar paso a la toma del poder mediante la confrontación ideológica. Bosch, supo entender que los tiempos de las guerras de guerrillas habían sido superados por el combate dentro del marco de las ideas y que había llegado el momento de avanzar, no entre fusiles y barricadas, sino entre propuestas basadas en principios teóricos de liberación. Lamentablemente, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), jugo su rol histórico y como tal, se quedó atrapado en ese momento de la historia. Desde la salida de Bosch, hasta la fecha, han ocurrido innumerables desprendimientos en su clase dirigencial, que han impedido a esa organización superar el drama intrínseco que le acompaña y que descalifica a los perredeistas, como para consolidarse como un verdadero instrumento de cambio político y social ante el país. Definitivamente, el PRD, sigue siendo la organización partidista que más desacredita y avergüenza a la clase política nacional. Sus acciones, como en anteriores ocasiones, siguen descalificándolos ante la mirada desconcertada de sus propios acólitos y más aún, ante el pueblo en sentido general, que mira en las escenas calamitosas de su trigésima convención, a un PRD sin ninguna vocación cívica ni democrática, no solamente para dirigir sus propios destinos, mucho menos para dirigir el destino de los demás.

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