Batalla contra el analfabetismo en RD

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El autor es escritor y periodista. Reside en Estados Unidos

La educación se erige como la piedra angular del progreso y desarrollo sostenible de cualquier país, pueblo o provincia, en razón de que un sistema educativo robusto no sólo empodera a los individuos, sino que también funciona como un motor para la movilidad social, la reducción de la pobreza y la mitigación de las desigualdades.

Es a través de la formación de una fuerza laboral competente y ciudadanos conscientes que la educación tiende a impulsar la competitividad económica global y fomenta una participación cívica informada y responsable, por eso es que, la educación en cualquier parte del mundo, se considera en esencia, la inversión más segura y rentable que gobierno alguno podría hacer para garantizar un futuro próspero a sus pobladores.

A pesar de su importancia crucial, históricamente muchos gobiernos han mostrado debilidades significativas en cuanto a la inversión educativa sostenida y enfocada, visto que a menudo, las políticas públicas han priorizado otros sectores o han utilizado la educación con fines ideológicos, descuidando la calidad y la cobertura universal. Esta debilidad tiene su desbalance en la falta de inversión adecuada, carencia de infraestructuras y la insuficiente participación de las familias, como factores recurrentes que limitan el impacto esperado en el desarrollo humano y social.

República Dominicana no es ajena a estos desafíos. Si nos remontamos al pasado y presente de los gobiernos, es preciso considerar que la inversión en educación ha fluctuado considerablemente a lo largo de su historia, reflejando prioridades cambiantes e inestabilidad política, pues la ausencia de voluntad real y consistente son los indicadores que han contribuido de forma sistémica al aumento del analfabetismo donde las brechas hacia el acceso educativo persisten como barreras significativas.

Desde tiempos remotos la educación en el país no ha permitido consolidar los cimientos necesarios para un desarrollo integral, y mucho menos la inversión se podría notar como un compromiso a corto, mediano y largo plazo, debido a que para los gobiernos invertir en el desarrollo y fortalecimiento de la educación es como una dádiva, y en el mejor de los casos, para ellos, se podría calificar como un medio de sustento político, lo que significa que las fallas en los gobiernos, el oportunismo, la corrupción, la falta de recursos y espacios educativos adecuados, siguen siendo cuellos de botella que el país ha tenido que enfrentar en su camino para garantizar una educación de calidad para todos.

Evolución histórica de la educación

Durante la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina (1930-1961), el sistema educativo se caracterizó por un control estricto, orden y disciplina, dictatorialmente orientado al adoctrinamiento ideológico. A pesar de que la asistencia obligatoria era coercitiva y aunque se castigaba a los padres por la inasistencia, este sistema nunca contribuyó o se tradujo en una alfabetización masiva, ya que la tasa de analfabetismo se mantuvo extremadamente alta, con una estimación que rondaba alrededor del 70%.

Por otro lado, la breve presidencia de Juan Bosch (1963) no permitió la consolidación de reformas educativas sustanciales debido a su corta duración y la inestabilidad política que precedió al golpe de Estado. Visto este desenlace, los gobiernos de Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán, Jacobo Majluta y Salvador Jorge Blanco (1966-1986, 1986-1996) mostraron una tendencia gradual a la baja en el analfabetismo, aunque el progreso fue lento y enfrentó constantes desafíos económicos y políticos.

En contraste, con la llegada de la Ley General de Educación 66-97 y los gobiernos de Leonel Fernández (1996-2004, 2008-2012) e Hipólito Mejía (2000-2004), se produjo un mayor enfoque en la universalización del acceso y la descentralización, visto que a finales del segundo período de Fernández, la tasa de analfabetismo se redujo significativamente a un 9.8%. Eso no significa que durante sus gobiernos hubo reducción alguna del analfabetismo, pero no del todo significativa.

Con el recurrir del tiempo y entre las gestiones anteriores y los períodos de gobiernos del expresidente Danilo Medina (2012-2020), existió un punto de inflexión importante, debido a que se puso en marcha el “Plan Nacional de Alfabetización Quisqueya Aprende Contigo”, el cual podría catalogarse como un esfuerzo notable de política pública, ya con este se logró reducir la tasa de analfabetismo de 9.8% a un 5.4% en 2019, marcando un hito en la historia educativa del país.

Bajo la actual administración de Luis Abinader (2020-2024- actual gestión), ciertamente, la educación enfrentó los desafíos de la pandemia del COVID-19, provocando un ligero repunte en la tasa de alfabetismo ascendente al 6.4% en 2022; sin embargo, los esfuerzos continuados y el Servicio Permanente de Alfabetización han logrado revertir esta tendencia, situando las cifras en niveles porcentuales que no se corresponden y con estimados recientes por debajo del 6%, lo que pone en tela de juicio la falsa inversión que supuestamente hace el gobierno en educación.

Un llamado a la conciencia

La evolución de las cifras de analfabetismo en la República Dominicana narra una historia de progreso innegable, especialmente en las últimas décadas democráticas bajo los elementos de un control educativo dictatorial, excluyente y sin vocación, lo que significa que cuando no existe voluntad política, los avances son imposibles. La reducción del analfabetismo después de la dictadura de Trujillo, quizás algunos sectores del espectro político la visualizan como un logro significativo que sienta las bases para un desarrollo nacional más equitativo e inclusivo, pero NO, lo importante sería que no existieran analfabetos y que también se inviertan recursos en la capacitación de quienes alfabetizan a los estudiantes.

Los desafíos persisten y el país enfrenta debilidades en la calidad de la educación y el rendimiento escolar. De acuerdo con evaluaciones internacionales del PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos), en 2022, República Dominicana ocupó un puesto sumamente bajo, lo que sugiere que no basta con lograr la alfabetización básica; es fundamental enfocarse en la calidad y la pertinencia de los aprendizajes para preparar a niños y jóvenes dominicanos de cara a los retos del siglo XXI.

El camino hacia una educación de excelencia requiere un llamado urgente a la conciencia de la sociedad y sus líderes. Se necesita mayor inversión en educación para asegurar que los recursos sean utilizados con eficiencia y transparencia, además de facilitar la mayor preparación y valoración a los educadores, a los fines de garantizar condiciones más dignas, formación continua y el respeto a la asistencia laboral.

Solo a través de un compromiso colectivo y sostenido se podrá asegurar que “aprender es la clave que abre todas las puertas” para cada dominicano y dominicana.

JPM
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EvieRigg
EvieRigg
3 horas hace

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