¡Basta ya de defender delincuentes!

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EL AUTOR es periodista. Reside en Bani.

Si el sargento mayor Eddy Calcaño Castillo hubiese logrado impactar a los delincuentes que se proponían asaltar una banca de loterías en la avenida Fabio Herrera, en Baní, probablemente los titulares de la gran prensa fuera: caen dos supuestos delincuentes en un intercambio de disparos con la policía nacional.

También hubieran surgido grupos demandando los derechos humanos de las víctimas.

Excepto ahora que todo quedó grabado en unos impactantes videos, parte de la gran prensa y los grupos de derechos humanos tienen más en cuenta el número de “supuestos delincuentes” caídos que el de los agentes policiales muertos combatiéndolos.

La delincuencia es una plaga que la policía debe combatir con severidad pues además de ellos mismos son muchas las personas que pierden la vida a manos de estos desalmados que pretenden vivir del trabajo ajeno.

Las reacciones ante este tipo de casos son en lo absoluto mayoritarias de que se actúe con mano dura y que la cruz llegue a los malhechores antes que ellos la trasladen a ciudadanos trabajadores y respetuosos.

Basta ya de defender a quienes no hacen más que transgredir la ley, causar malestar, intranquilidad y desasosiego entre la población.

Puede resultar sorprendente pero el ánimo que priva en la población es que estos delincuentes sean atrapados sin vida, que no tengan la oportunidad de defenderse, algo propio en su accionar.

La expresión “muerto el perro se acabó la rabia” no deja de ser un grito de guerra de los dominicanos que demandan justicia, la cual se extiende no solo a los casos en que delincuentes pierden la vida sino a cuando son detenidos, sometidos a la justicia y condenados con severidad.

La vida de un delincuente no pude tener el mismo valor que la de un agente que lo combate ni la de un ciudadano que lo padece, por más alegatos judiciales que se expongan ni textos de derechos humanos que lo avalen.

Los delincuentes son aves de mal agüero que solo dejan a su paso luto, dolor y una serie de trastornos sociales como la orfandad, madres, esposas, hijos y hermanos cargados de desesperación e impotencia.

Esté mal hay que combatirlo sin miramientos, con justicia y decisión tal como lo demanda un pueblo que no aguanta más tantos desmanes.

jpm-am

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