A que se llamó la Ilustración (8 de 10)
Se subordina el poder religioso al civil (secularización) y dentro del religioso aparecen las primeras señales de independencia de las iglesias nacionales respecto al absolutismo del papa y aparece el concepto de contrato social que se hará fuerte con Rousseau y el socialismo utópico.
Para los ilustrados, el destino del hombre es la mundana felicidad, y la propia Constitución de los Estados Unidos amparar á este propósito como uno de los derechos de los ciudadanos.
Hacia el final del siglo el liberalismo, con la Revolución francesa a partir de 1789 aunque adherido en Gran Bretaña de forma menos traumática con las ideas de John Stuart Mill, propaga las conquistas sociales de la Ilustración por Europa y Norteamérica, dándose fin al antiguo Régimen.
Termina gradualmente la sociedad estamental que se viene imponiendo desde el feudalismo y surge una nueva clase social, la burguesía, que adquiere conciencia de su poder económico y su ineptitud política, de forma que usurpó el gobierno de su destino a lo largo del siglo siguiente a través de varias revoluciones (1820-1830, 1848) en que va aumentando su presencia en los órganos políticos del estado confinado a la aristocracia a un plano subalterno.
En el ámbito de la jurisprudencia, Cesare Beccaría (1738-1794) publicó en Livorno en 1764 Dei delitti e delle pene, obra que profesa las bases de la moderna ciencia criminal.
Beccaría instituye la dificultad de la filosofía ilustrada francesa y la teoría contractualista y utilitarista (John Locke). El jurista italiano concibe el delito como violación del orden social y la pena como una defensa del mismo.
En Dei delitti e delle pene plantea también una dura crítica a los métodos judiciarios de la época (como la tortura o la pena de muerte, “ni útil ni necesaria”). Algunos legisladores europeos semejaban la lección de Beccaría: Catalina II de Rusia, por ejemplo, suscitó una reforma del código penal inspirada en la obra del filósofo jurista italiano.
La religión en la Ilustración
Al modificarse de una manera mordicante todo el conocimiento anterior, la ilustración mira de una nueva manera la religión e intenta quitarle cualquier resto de superstición.
La historia de la Iglesia se examina de un modo más calificador, por ejemplo: el padre Enrique Flórez derriba así muchas devociones, tradiciones y creencias falsas y legendarias en su España sagrada, y el benedictino Benito Jerónimo Feijoo hace algo muy semejante con lo que llama “errores comunes” con su Teatro critico universal.
La alocución presumida cuyo propósito directo no es edificar y corregir al religioso es satirizada así sin pedir por el jesuita español Jose Francisco de Isla en su novela satírica Fray Gerundio de Campazas. Bajo la luz de la razón los mundanos realizan también las primeras formulaciones del deísmo (Voltaire, Volney, Rousseau) y el ateísmo (Diderot, Holbach, La Mettrie).
Y se esboza por primera vez un cierto comparatismo en la historia de las religiones, que aparece, por ejemplo, en el relativismo de Voltaire. El libertinismo (que no cree en los milagros) y el librepensamiento se extienden. Pero lo fundamental es un laicismo que se va instalando con fuerza cada vez mayor en los gobiernos de Europa como resultado natural del Tratado de Westfalia (1648), que santificó el fin del cesaropapismo.
Los mismos monarcas católicos empiezan a ver los beneficios económicos que reportan el regalismo y las desamortizaciones para el estado: se discute el excesivo papel que tenían las órdenes religiosa en la universidades y su monopolio en la educación general, que hacia encauzaron los mejores talentos hacia la carrera eclesiástica en vez de a las ciencias prácticas.
En 1759 el marqués de Pombal, ministro del rey portugués José I de Portugal, expulsó a los jesuitas, últimos defensores del cesaropapismo, en lo que le siguieron la mayoría de los países europeos (Francia 1773; España, 1767; Parma, 1768; el propio papa disuelve la Compañía en 1773).
El emperador católico de Austria José II canceló los claustros y los conventos para evitar el desperdicio de vidas que a su entender personificaba la clausura…abriendo así además la vida para la secularización y desamortización general de sus bienes.
jpm-am