Páginas gloriosas de la patria

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El autor es escritor. Reside en Nueva York.

-I-

Mientras haya hombres machos y patriotas, habrá Patria! ( * ) 

Transcurrían, en forma desbocada, los últimos días de Agosto de 1965. La población civil apenas comenzaba a despertar del impacto de la guerra iniciada en Abril, con su secuela de muertes, persecuciones y agresión generalizada contra todo aquel que, por la más mínima sospecha, presentase un perfil proclive a cobijar sentimientos de adhesión, colaboración o integración directa con los insurrectos y, de manera específica, con los Comandos que operaban de manera semi clandestina en los barrios de la ciudad de Santo Domingo colocados al norte del ‘Cordón de Seguridad’.

Tras la ejecución de la sanguinaria y abusiva ‘Operación Limpieza’ en las barriadas de la Zona Norte, los odiados guardias del CEFA desplegaron sus tenazas en plena libertad en toda esta parte de la Capital dominicana, contando con el conciliábulo, la protección y el suministro de armamentos de los Marines yanquis; hostigando, repartiendo cachetadas y humillando a la población civil que les veía hacer, conteniendo el asco causado por aquellos asesinos de la Patria, que daban la espalda al pueblo para seguir a unos pocos.

Pero, a pesar de la tensa situación que se vivía en aquellos días, al abrigo de las sombras, en la complicidad de los callejones y vericuetos del submundo en que se mueve la gente humilde que malvive en las ‘parte atrás’ de las cuarterías y casuchas de cartón, cual si estuviesen revestidos de una especie de invisibilidad, los combatientes mantenían encendida con temeridad y valor la llama augusta de la libertad.

Por lo bajo se cuchicheaba -y así se confirmaba en tono triunfalista a través de las frecuencias de la emisora del CEFA-, que estaban llegando a su fin los días de sueños y heroísmos anidados en el seno del pueblo, a partir del pronunciamiento del movimiento Constitucionalista, aquel sábado de Abril.

Y apretando las mandíbulas con indignación, la gente comenzó a prepararse para capear el temporal, a sabiendas de que a los ocupantes de dichas barriadas habría de tocarles lo peor. Mucho más de lo que ya se había padecido.

-II-

El Cabaret de ‘Lola’.

 

Dulce y bella es la muerte en el momento en que la Patria necesita de sus hijos. (**) 

La Calle 17 -bautizada como ‘Padre Castellanos’ en homenaje de recordación a un digno sacerdote representante de la grey católica que, en su momento, enfrentó con gallardía a la naciente tiranía de Rafael Leonidas Trujillo Molina-, ha constituido, desde su trazado y construcción, una especie de frontera entre los Ensanches Luperón y Espaillat, hacia el norte, y los sectores populosos de Villa María y Agua Dulce -actual 27 de Febrero-, hacia el sur.

El sector poblacional en donde confluyen las calles Albert Thomas y las calles 2, 8, Respaldo 8 y 10, en sus intersecciones con la mencionada calle 17, -que, de siempre, ha sido la vía principal y de mayores facilidades para el desplazamiento, en toda esta parte de la ciudad de Santo Domingo-, constituía en aquellos años, y de manera especial en los meses, semanas, días y horas del inicio y sostenimiento de la Revolución de Abril de 1965, un hervidero humano en el que actuaban, hermanados, los soldados constitucionalistas y los combatientes surgidos del seno del pueblo, agrupados en las organizaciones denominadas Comandos.

Conocidas personalidades del activismo político partidario, como los Espinal, Catalino y Acevedo, entre otros, tenían sus viviendas y/o negocios establecidos en la zona y servían de entes de orientación, adoctrinaje, solidaridad, protección, suministro de alimentos y, en algunos casos, escondite, a militantes sometidos a persecución y hostigamiento.

Por su alto significado en cuanto al apoyo brindado, tanto a la barriada como al cuerpo directivo del comando establecido en el sector, queremos resaltar el apoyo brindado por el señor Félix Espinal y su familia, quien  tenía un almacén de expendio de alimentos muy frecuentado por los lugareños.

Ante la necesidad de provisiones para sostener a los combatientes,  Felicito -como se le conocía coloquialmente-, en el curso de la contienda dispuso prácticamente de toda la mercancía con que contaba su negocio, al tiempo de prestar un discreto apoyo a otras personas de la barriada que acudían a él en procura de un difuso crédito, cuyo improbable pago solo el decurso de los acontecimientos podría determinar, más adelante.

Y no podía ser de otra manera: Este solidario comerciante era el patriarca de una gallarda familia proveniente de Loma de Cabrera, en la frontera norte dominicana, que desde los tiempos del Trujillato había venido dando muestras de un valioso historial de patriotismo y apego a las causas nobles. Desde su vivienda, en el poblado que discurre a los pies de la Cordillera Central, se difuminó por toda la región a partir de 1961 la lumbre fulgente de la libertad,  enarbolada como bandera de lucha del Partido Revolucionario Dominicano –PRD-, ‘el partido del buey blanco y el Jacho prendío’, cuyos dirigentes recorrían toda la nación en busca de adeptos para echar la pelea en las elecciones que fueron convocadas tras la muerte del tirano y que fueron ganadas ampliamente por el presidente Juan Bosch, a fines de 1962.

Como puede deducirse de lo anterior, en el seno de los habitantes del Ensanche Espaillat se debatía un profundo espíritu de coraje, solidaridad y apego a la democracia. Y la familia Espinal lo simbolizaba en toda su magnitud.

Cuco Valoy

De tal suerte, los integrantes de los comandos se movían a sus anchas en esta zona, defendían sus posiciones, respondían los ataques del enemigo y, cuando era necesario, se replegaban a sus viviendas y se amalgamaban con la masa del pueblo, intentando pasar desapercibidos.

Y en los días de angustiante monotonía, a la espera de que cuajase alguna de las ‘Fórmulas’ que se barajaban entre los negociadores extranjeros que buscaban envolver con engañifas y falsas intenciones humanitarias a los soldados del honor y la dignidad que combatían junto al Coronel Caamaño, los combatientes de la Zona Norte se entregaban a la monotonía, al juego de dominó, y a diferentes actividades de índole social o familiar.

Otros, disfrutaban en lo posible y hasta altas horas de la noche, el sutil adormecimiento derivado de unos tragos de alcohol bajo el influjo de letras y melodías que evocan quereres, sentimientos nobles y afectos, en el idílico rincón del subconsciente, muy ajenos a guerras, muertes, pugnas militares y ansias de redención social.

Y para ello, contaban con el refugio solidario del ‘Cabaret de Lola’ que, para esos días, recobraba parte del esplendor de otros tiempos y se atiborraba de parroquianos provenientes, eso sí, de ambos bandos, bajo el vigilante control de su dueña, que, reforzada por un nutrido grupo de muchachas a su cargo, repartía sus encantos e iba de mesa en mesa, apaciguando ánimos, aquietando ímpetus y mostrando altas dotes diplomáticas que ya quisieran para sí los encopetados y turulatos personeros de la OEA, en el curso de las negociaciones (o imposiciones, por mejor decir!) a su cargo.

Operaba, el popular centro de esparcimiento, en la acera sur de la Calle 17 casi esquina Respaldo 8. La dueña había dispuesto algunas habitaciones de la casa para expandir el negocio y facilitar la privacidad que se requiere en tales lugares; y reservaba otros espacios tales como aposento, cocina y baño en calidad de vivienda para sí y los suyos.

En medio de este ambiente de caldeados ánimos, ojeriza, odios reprimidos y un estado de tregua aparente -a punto de estallar en cualquier momento y bajo cualquier excusa-, como fuego que se expande en la vastedad de la pradera, comenzó a cobrar popularidad en todo el país la pieza musical Páginas Gloriosas, compuesta e interpretada por el entonces sonero Cuco Valoy, comprometido hasta el tuétano con la asonada constitucionalista.

A pesar de que, por su carácter épico y orientación patriótica, dicha composición no estuvo concebida inicialmente como pieza de baile, propiamente dicho,  -y mucho menos en el ámbito de un cabaret-, lo cierto es que, en el decurso de la Guerra Patria, la crudeza de las letras y el espíritu libertario provocado por sus letras, que tocan las fibras  más sensibles del ser humano, dieron pie a que en el lupanar no se hablase de otra cosa;  y, por encima de cualquier otra selección,  en los dominios de  la imponente vellonera colocada en pleno centro del salón principal del negocio, las letras de la encendida pieza se dejaban escuchar de manera insistente, con igual significación que el Himno de la Revolución, de la autoría de Aníbal de Peña, –tarareado también con euforia en aquellos meses- o el Himno Nacional Dominicano, insuflando profundos sentimientos de heroísmo y combatividad, entre parroquianos y vecinos.

Eran los tiempos en que bastaba colocar una moneda de cinco centavos y hacer la selección del ‘disco’, para disfrutar el encanto de las letras y las notas musicales de la pieza de ocasión. Y, como podrá entenderse, para repetir la audición apenas bastaba depositar una, dos, tres,… o cuantas monedas Usted quisiese, para escuchar la canción sumido en el éxtasis del encanto. Tantas veces como monedas fuesen depositadas.

-III-

Mil veces malditos sean! (***). 

En un discreto rincón, un malhumorado guardia en ropa de civil y con cara de pocos amigos escucha las letras que de manera insistente y con marcada estridencia reproducen los altoparlantes del incisivo aparato. Cual si fuesen aldabonazos, repiquetean en sus oídos las palabras con las que, como un virulento reclamo, el insigne sonero reprocha a los soldados dominicanos del CEFA, el entreguismo, sumisión y conciliábulo sostenido frente al invasor yanqui, en desmedro de las vidas, derechos y aspiraciones de sus connacionales y ex compañeros de armas que militan en el sector constitucionalista.

En más de una ocasión ha intentado detener la continua repetición de la pieza musical, pero, para estos momentos, los ánimos ya estaban caldeados y la fatal conjunción del alcohol con los ímpetus de heroísmo contenido, todo ello motivado en la burda patraña que había comenzado a tomar cuerpo en la mesa de las negociaciones para poner fin al conflicto, presagiaban negros desenlaces y dolorosas frustraciones.

Los combatientes constitucionalistas,  que, para la ocasión, estaban mayoritariamente representados en el ámbito del cabaret, impusieron su voluntad y la vibrante proclama de Cuco Valoy siguió sonando en la vellonera, hasta el paroxismo.

Amoscado y echando chispas, el guardia terminó por largarse en forma escurridiza del lupanar, de igual forma en que llegó. Una inquietante sensación quedó flotando en el ambiente, cual si fuese el oscuro presagio  de una peligrosa tormenta que se avecinaba.

Y al influjo de los tragos, las insinuantes caricias y el desborde de las ansias por tanto tiempo reprimidas, los confiados combatientes y demás parroquianos siguieron disfrutando el momento, las canciones y el frescor de la noche que, en aquellos días de inicios de septiembre, hacía más llevadera la existencia.

-IV-

Una alevosa y cobarde agresión

 

Soldado honrado es aquel que no asesina la Patria por cobardía ni ambición!  ( **** ). 

Casi al filo de la medianoche, al abrigo de las sombras y sin previo aviso, -como medran los cobardes-, comenzó a desencadenarse una serie de trágicos eventos que dejaron sumida a la barriada en torrentes de muerte, llanto y dolor.

Todo comenzó con la llegada intempestiva de varios vehículos de asalto repletos de uniformados, que  ostensiblemente y sin la más mínima muestra de pudor y dignidad, actuaban bajo las directrices del mal llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional, el cual estaba encabezado nominalmente por el General Antonio Imbert Barreras y, en el plano militar, por el General  Elías Wessin y Wessin; Contando, ambos, con el apadrinamiento de las fuerzas interventoras yanquis.

Luego de ocupar posiciones estratégicas en diferentes puntos de la cuadra, los militares intentaron hacer prisioneros a los parroquianos del cabaret y, de manera especial, a aquellos que habían manifestado mayor protagonismo y beligerancia, al tenor de lo referido en relación a la difusión ininterrumpida, desde tempranas horas de la noche, de la encendida pieza musical.

El enfrentamiento no tardó en iniciarse entre ambos bandos y, a pesar de la evidente desventaja, los combatientes presentes apelaron a sus armas, ocuparon posiciones defensivas y se prepararon para repeler la agresión. Otros, más precavidos o timoratos, salieron huyendo por los patios y callejones traseros en la intención de preservar sus vidas.

De repente, un estruendo enloquecedor, que fue escuchado a varios kilómetros a la redonda, envolvió a la barriada en una lluvia de guijarros y escombros, que se desparramó de manera intempestiva en los techos de las humildes viviendas del sector, cobijadas, en su mayoría, de planchuelas de zinc. Y todo ello, matizado por una profusa humareda que cubrió todo el espacio circundante.

A medida que se fue disipando la penumbra y al tiempo que los vecinos ganaban las calles para pasar balance a la situación, socorrer a los heridos y sofocar los esporádicos incendios, pudimos observar, en toda su magnitud, el profundo cráter producido a causa de la fuerza expansiva de la granada que fuese arrojada con la intención expresa de destruir el cabaret en cuestión y aniquilar a todos los que allí se encontraban.

Más adelante pudo colegirse que esta acción no logró tener el impacto que, aparentemente, buscaban los atacantes, puesto que, al ser arrojado como parte de una irreflexiva acción cobarde y homicida, el explosivo rebotó en las paredes del negocio, sin penetrar al interior. Al rodar por el pavimento se alejó unos cuantos metros, de suerte que la distancia entre el centro de la explosión y las instalaciones del cabaret permitió una significativa reducción de los daños humanos y materiales provocados por el atentado.

Múltiples rastros de sangre, esparcida por las aceras y el pavimento, así como una profunda fosa, en la que se amalgamaban los fragmentos del artefacto bélico junto a grandes trozos de asfalto y millares de guijarros diseminados por todo el entorno y en los techos de las viviendas, fue todo cuanto pudo apreciar la vecindad, al levantarse, a la mañana siguiente, con el terror plantado en el rostro por la recién pasada pesadilla y la  angustia de tener que asumir el balance fatal en las estadísticas de muertos, heridos y apresados, junto a la confirmación de la filiación de los envueltos en la amarga refriega

-V-

 

Todavía falta cosechar la siembra en la tierra que con sangre hemos abonado!  (*****)

 

Después, superado el espanto, la población siguió transitando su duro calvario, peleando sus propias batallas, subsistiendo de manera heroica y afrontando los métodos de lucha que se ajustasen al momento; con la frente en alto y sin arrepentimientos.

El balance de aquella noche de terror, que, en lo adelante, fue aplicada al dedillo como estilo de gobierno,  se convirtió en el anticipo de una horrenda pesadilla que habría de extenderse por espacio  de doce largos años.

Y ese amargo recuerdo persiste, todavía, en algunos que aún mantienen en alto los principios y no perdonan ni olvidan la traición y la masacre perpetrada por algunos malos dominicanos, azuzados por las fuerzas interventoras asesinas.

( … )

 

En la actualidad, una estación del Metro, que lleva por nombre ‘Manuel De Jesús Galván’, es la única referencia visible de la esquina en donde estuvo ubicado el cabaret de Lola. Antiguos moradores de la cuadra guardan, apenas,  recuerdos vagos y referencias de aquel horroroso episodio.

En memoria de los que cayeron aquel día, he de depositar un manojo de flores en la vastedad de los túneles y los rieles de la estación. Apuraré, también, una copa de vino y escucharé, a todo volumen, los acordes de las Páginas Gloriosas, mientras intento perseguir las siluetas neblinosas de las almas de aquellos valientes, que se alejan, cual fantasmas huidizos, arrastrados por la imponente presencia de los vagones del tren, que corre en ambas direcciones transportando gente humilde que acude al llamado del deber o de los múltiples afanes del diario vivir.

 

(*), (**), (***), (****) y (*****).- Fragmentos del poema épico ‘Paginas Gloriosas’,

del artista dominicano Cuco Valoy, compuesto como arenga de estímulo y coraje a los soldados que lucharon del lado del pueblo  en la Revolución Constitucionalista de Abril de 1965.

Páginas gloriosas de la Patria.

 

Cuco Valoy; 1965

 

Mientras haya hombres machos y patriotas, habrá Patria!

En ellos vive el porvenir de su pueblo, en ellos está la esperanza de la Patria!

 

En los pueblos gloriosos como el nuestro,

la libertad se marchita, pues no  muere;

Es un árbol que en la seca se entristece,

pero vuelve y retoñece (sic) en primavera.

 

Pues los hombres de mi patria no se humillan,

son muy grandes y machos para rendirse.

Tienen sangre de Duarte, Sánchez y Mella,

aquellos que desde la tumba nos animan.

 

Las páginas gloriosas se escriben,

con la sangre preciosa de los pueblos;

donde al compás del clarín caen los valientes,

aún muerto el enemigo tiembla en miedo.

 

Dulce y bella es la muerte en el momento,

en que la patria necesita de sus hijos.

Pues se muere muy sonriente y satisfecho,

si con sangre se salpica al enemigo.

 

Maldito sea el soldado, que obedece al superior para asesinar a la patria!

Maldito sea el soldado, que le da la espalda al pueblo para seguir a unos pocos!

Maldito sea el extranjero, que sin razón y sin derecho abusa de un pueblo ajeno!

 

Por eso digo con voz dura porque soy hijo del pueblo:

A esas bestias asesinas, mil veces malditos sean!!

 

Hoy América entera vive orgullosa,

donde quiera los tiranos han tambaleado.

Uno a uno, todos, todos, irán cayendo,

porque es el fruto que nosotros hemos sembrado.

 

Y no creer dominicanos que termina,

yo diría que solo hemos comenzado.

Todavía falta cosechar la siembra,

en la tierra que con sangre hemos abonado.

 

Soldado honrado es aquel que no asesina a la Patria

por cobardía ni ambiciones!

 

Soldado honrado es aquel que lucha al lado del pueblo,

que quiere ser libre y noble!

 

Y soldado honrado es aquel que ofrece su alma a la Patria,

Hoy que ella la necesita!

JPM-am

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Tu tocallo
Tu tocallo
6 meses hace

Muy buenas letras de CUCO VALOY y nada mas lo que si somos unos masoquista nos gusta que nos maltrate y me remito a las pruebas supustamente el terro era Trujillo pero despues de trujillo el pais ha ido de mal en peor mas ladrones politicos,mas delincuencia,menos salud es mas todo ha ido a Menos y eso me apena.

T Ms wlove
T Ms wlove
6 meses hace

Santo Domingo,el Goliat de America,circa 1965.Hoy,agua pasada.