OPINION: Haití, el eterno conflicto

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“La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”. Cicerón

Por CASANDRO FORTUNA

Casandro Fortuna
EL AUTOR

El presente texto no tiene pretensiones académicas. Es un enfoque de las causas y consecuencias del desfase histórico de las traumáticas relaciones dominico-haitianas. Este es un  trabajo con fines prácticos, cuyo principal objetivo es dejar claro que el pueblo dominicano y el haitiano tienen la obligación de reajustar sus relaciones históricas y ponerse a tono con el mundo global del siglo XXI si no quieren llegar tarde al banquete de la civilización. Es cuánto. Dos factores tendrán que conjugarse: pragmatismo e inteligencia emocional y social. Dos deberán suprimirse: el prejuicio y la irracionalidad. Y uno debe ser tomado muy en cuenta: los ignorantes no tienen derecho a la palabra.

El Origen del Conflicto

La incomprensión y el conflicto marcan las relaciones del este y el oeste de la isla de Santo Domingo desde fines del siglo XVI, se agudizan en el XVII y se convierten en una constante histórica desde principios del siglo XIX hasta el día de hoy.

La llegada de Colón a la isla de Santo Domingo
La llegada de Colón a la isla de Santo Domingo

La isla fue  propiedad absoluta de España desde el 5 de diciembre de 1492, fecha en que fue “descubierta” por Cristóbal Colón, hasta el 10 de agosto de 1678, cuando mediante el tratado de Nimega España reconoció, de hecho, la colonia francesa en el lado oeste de la isla de Santo Domingo. En el primer momento el Gran Almirante de la Mar Océana le llamó “Española”. Cuatro o seis años después, en 1496 o 1498, su hermano Bartolomé Colón fundó la ciudad de Santo Domingo, y con el paso de los años el nombre de Española fue sustituido por el de dicha ciudad, que fue la primera construida en el Nuevo Mundo.

Las Devastaciones de Osorio

Por más de cien años mantuvo España su hegemonía sobre la que fue su primera colonia en América. Su propósito fundamental fue mantener alejados de sus costas los barcos de piratas, corsarios y aventureros de potencias europeas enemigas, como Francia, Inglaterra, Holanda, y a veces de Portugal, y evitar el contacto y el comercio entre estos y la población de la isla. No pudieron lograrlo. Aquellos se movían por todas las islas del Caribe con pretensiones de establecerse en ellas con fines de apropiación y explotación comercial. El ejército español los repelía constantemente.

Esta situación llegó a unos niveles tales que a principios del siglo XVII los pobladores de la costa norte y oeste de la isla de Santo Domingo mantenían un comercio ilegal intenso con tales intrusos. Ello dio origen a una de las disposiciones más desafortunadas de la historia de la isla de de Santo Domingo, y que fueron las llamadas “Devastaciones de Osorio” llevadas a cabo entre los años 1605 y 1606. Esa acción consistió en la destrucción de las ciudades de Puerto Plata, Bayajá, Yaguana y Montecristy, ciudades centenarias y prósperas que estaban ubicadas en el norte y el oeste de la isla. Las pérdidas fueron cuantiosas. Extensos territorios quedaron desiertos, y miles de cabezas de ganado quedaron sin dueño, convirtiéndose en reses cimarronas. Los habitantes de las ciudades referidas fueron reubicados en las cercanías de la ciudad de Santo Domingo.

Bucaneros, filibusteros y habitantes

Aprovechando los territorios despoblados, bucaneros, filibusteros y habitantes, que no eran más que los mismos aventureros franceses, holandeses e ingleses, comenzaron a moverse con mucha libertad en aquellos espacios desocupados. Unos cazaban reses que ahumaban y luego vendían en la isla Tortuga o las cambiaban por pólvora, tabaco o cuero, otros se dedicaron a la agricultura. El primero en tomar la isla fue Levasseur en 1640. La culminación de todo ese proceso, que está lleno de infinitos incidentes y que abarcan más de un siglo, se produjo entre los años 1654-1655 cuando los franceses se apoderaron definitivamente de la pequeña isla Tortuga. En 1665 la isla le fue entregada al bucanero francés Betrand d’Ogeron y tiempo después se trasladaron a la “isla grande”. Una vez allí para el año 1689 el nuevo jefe francés lo fue Tarin de Cussy. Así se originó la colonia de Saint Domingue. Esta se consagró primero con el Tratado de Nimega en 1678, y luego con el de Ryswick de 1697. Todo ello en medio de múltiples conflictos con la colonia española del este.

negros africanos
Negros africanos eran raptados en África y vendidos como esclavos en la colonia francesa de Saint Domingue (en 1804 se convertiría en Haití)

Establecidos los franceses en la parte occidental de la isla instauraron una economía de plantación agrícola y para su efectiva explotación introdujeron millones  de africanos en calidad de esclavos. Todo ello dentro de un proceso que duró varias décadas.

En 1791, año en que comenzaron los levantamientos de los esclavos africanos del norte de Saint Domingue, en el territorio había más de quinientos mil esclavos y solo treinta mil colonos franceses lo que daba una proporción de 16 negros esclavos por cada blanco.

La Revolución Haitiana

En 1789 estalló en Francia la llamada Revolución Francesa. Este evento tuvo grandes repercusiones en sus colonias. Saint Domingue no fue una excepción. La colonia francesa vivía momentos críticos debidos a la lucha interna entre las autoridades del gobierno y los colonos que demandaban mayor autonomía de la metrópolis, y entre estos y los mulatos que reclamaban igualdad social y política con los blancos, lo que dio origen a una guerra civil en la que se involucró la masa negra y de la que salieron líderes negros, como Biassou, Jean-Francois, Jeannot, Toussaint y Dessalines.

Los negros africanos esclavos hicieron una revolución en Saint Domingue,  vencieron al ejército francés de Napoleón y fundaron la República de Haití.
Los negros africanos esclavos hicieron una revolución en Saint Domingue,
vencieron al ejército francés de Napoleón y fundaron la República de Haití.

Ese oeste convulsionado, envuelto en una guerra que era al mismo tiempo civil, de liberación, racial y anticolonialista (dependiendo el bando en donde estuviese cada cual ubicado) fue una pesadilla para los españoles de Santo Domingo. En la Península el gobierno de España estaba harto de la revuelta de sus vecinos. Entonces se desprendió de su colonia y le entregó a Francia su parte de la isla de Santo Domingo mediante el Tratado de Basilea. Así Santo Domingo llegó a ser propiedad de Francia. Las emigraciones de familias españolas a otros territorios americanos se intensificaron durante los años de 1795 y 1805.

Para los habitantes del este, pues, las tierras del oeste siempre han sido motivo de sobresaltos. Lo fue en tiempo de la colonia francesa, y lo continuó siendo, pero en condiciones aun peores, cuando los esclavos africanos fundaron el Estado haitiano en 1804.

La constante histórica

¿Qué ha sido una constante en la historia de ambos pueblos? La incomprensión. Así se produjo la incursión de Toussaint al este en 1801, y la De Dessalines en 1805. Ambas acciones son polémicas. Provocan fuertes emociones en dominicanos y haitianos. Sin embargo, Toussaint no invadió el este porque el territorio ya era propiedad de Francia, y nadie puede ser calificado como invasor de su propio territorio, y Dessalines pasó al este para pelear con los franceses que gobernaban el territorio antes español en la figura de Louis Ferrand, General francés. No lo hizo para luchar contra los españoles de Santo Domingo.

En 1822 se produjo la curiosa ocupación del este por parte de Jean Pierre Boyer. Un hecho raro. El General haitiano ocupó la parte antes española de la isla, y dicen todos los historiadores dominicanos que fue recibido con fiesta. El caso es aun más curioso porque el líder más importante de la época, quien solo dos meses antes le había dado un golpe de palacio a las autoridades española, fue el mismo que se prestó a entregarle a Boyer las llaves de la ciudad.

Otro aspecto curioso es que los habitantes del este, que hasta entonces estaban estratificados entre españoles criollos y peninsulares, por un lado, y negros y mulatos, libres y esclavos, por el otro, comenzaron a forjarse una especie de identidad nacional luego de que Boyer aboliera la esclavitud y proclamara la igualdad de todos los hombres. Con ello se encendería la llama de la dominicanidad, encarnada en Juan Pablo Duarte y los Trinitarios, que hicieron posible la Independencia del territorio del este un 27 de febrero de 1844, y la fundación del Estado dominicano con la Constitución de la República del 6 de noviembre del mismo año.

Haití, barcos franceses e ingleses
La costa norte de la isla estaba infectada de barcos ingleses, franceses y holandeses que comecializaban con las ciudades costeras.

A partir de entonces no hubo paz entre dominicanos y haitianos. En medio del laborantismo e injerencia de los diplomáticos de países como Inglaterra, Francia y Estados Unidos se produjeron una serie de guerras entre los ejércitos dominicano y haitiano. La primera de ellas fue la del 19 de marzo de 1844, en Azua,  y la última la de Sabana Larga, en Dajabón, en 1856. Entre una y otra hubo diversas guerras importantes, así como algunos encuentros bélicos menores, pero todos sangrientos, que contribuyeron a consolidar la Independencia del nuevo Estado.

Fin de la Guerra e inicio de la era diplomática

La derrota haitiana en Sabana Larga marcó el fin de los enfrentamientos entre dominicanos y haitianos en el campo de batalla. Doce años después Haití reconoció la Independencia de los dominicanos con la firma de la Convención de 1867. A partir de entonces el diálogo ocupó el lugar de los cañones. Entonces, las Altas Partes diplomáticas de cada Estado se abocaron a discutir lo que el autor dominicano Manuel Arturo Peña Batlle denominó como “la cuestión fronteriza”. Fue un diálogo amplio y lleno de dificultades en el que fue necesario involucrar al Papa de la época.

La llegada del Siglo XX

En tales discusiones sorprendió a dominicanos y haitianos la llegada del siglo XX. El problema de la  frontera quedó solucionado con el Tratado sobre Fronteras de 1929 y el Protocolo de 1936. Pero un gran problema se había estado incubando sin control: el de la migración de haitianos al territorio nacional. No fue solo hasta la llegada de los marines norteamericanos en 1916 cuando se inició un conteo de la entrada de haitianos al territorio nacional. Para entonces decenas de haitianos fueron contratados para trabajar en los ingenios propiedad de norteamericanos.

Esa emigración haitiana al territorio nacional, con sus respectivos flujos y reflujos, se mantuvo constante. A la caída de la dictadura de los Duvalier en 1986 el paso de haitianos a territorio dominicano se incrementó, y en la medida que Haití ha ido sufriendo una degradación intensa en lo económico y político esa emigración ha sido mayor. Otros eventos, como el terremoto de 2010, se convirtieron en factores claves para la emigración de miles de haitianos a la República Dominicana.

La emigración haitiana Siglo XXI

En la actualidad esa emigración es un fuerte dolor de cabeza para la República Dominicana. En algunos renglones de la economía la mano de obra haitiana es imprescindible (como la agricultura y el ramo de la construcción). Una buena parte del pueblo dominicano rechaza la masiva presencia haitiana, y algunos la han definido como una “invasión pacífica”. Ese estado de cosas, vinculado con prejuicios históricos, ha creado una corriente nacionalista muy beligerante que se extiende a todo el territorio nacional, y se ha creado una burbuja antihaitiana que patrocina la confrontación entre ambos pueblos a unos niveles alarmantes.

Actualmente la población haitiana constituye el 12 por ciento de la población total de la República Dominicana.

El autor es periodista, abogado, y tiene una maestría en Derecho internacional, Derechos Humanos y Cooperación Internacional. Ex catedrático universitario. Ha escrito cinco libros. Es un experto en el tema dominico-haitiano.

E mail: cassandrof@outlook.es

 

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Juan Conde
Juan Conde
6 Años hace

Gracias,súper educativo,quisiera ser positivo en nuestra problemática,el DIOS de ellos es el diablo,nuestro DIOS ES JEHOVA,Enemigo seremos si ellos no abrazan a CRISTO