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Tecnología y complicidad carcelaria
Con el paso de los años la sociedad dominicana es cada vez más ignorante, cómplice y enemiga de una minoría que piensa y augura que se generen cambios a corto, mediano y largo plazo en el país; sin embargo, parece que no hay esperanza, porque todos los días se proporcionan ingredientes nuevos que son propios del sistema antidemocrático, o sea, el gobierno de turno hace locuras sin resultados diferentes.
En extremo, el imperio de la ley y el orden se ha ausentado de las políticas y el marco regulatorio de los reclusos en las cárceles del país, tuteladas bajo regímenes secretos de corrupción entre los presos y administradores de dichos recintos, donde imperan los privilegios mediante la complicidad, la impunidad con delincuentes reincidentes en asesinatos, narcotráfico y otros delitos de mayor cuantía.
Los descubrimientos recientes en la cárcel de La Victoria, donde fueron incautados un promedio de doce (12) parábolas de internet satelital, marca Starlin y seis repetidores para cometer estafas y otros delitos electrónicos, es una muestra de que el manejo del país está en cuidados intensivos y no hay médico alguno que pueda contribuir a superar esa enfermedad denominada “corrupción carcelaria”.
Este hecho, calificado de “bochornoso”, por el doctor, Jorge Subero Isa, expresidente de la Suprema Corte de Justicia, al parecer se ha quedado en la gatera, debido a que los medios de comunicación están en política dejando de lado otros acontecimientos que requieren de mayor atención y que no pueden pasar desapercibidos.
La tecnología y la complicidad siempre han prevalecido en las cárceles dominicanas, esto quiere decir que los administradores de dichos recintos son permisivos en cuanto al uso desmedido de celulares y otros objetos electrónicos que privilegian a los reclusos, a pesar de que según la Ley “toda persona condenada por cometer un delito debe estar exenta de privilegios”.
El hecho de que algunos presos tengan los privilegios de circuitos de seguridad, ciertas comodidades de celulares, internet, televisores e incluso poder hacer rimbombantes celebraciones, además, visitas de parejas que se extienden por varios días, es una muestra de locura que cuenta con el apoyo inmediato de militares de alto rango, quienes reciben el soborno de asesinos y narcotraficantes.
¿Acaso no es eso corrupción? ¿Se ventila un proceso de investigación contra estos militares? ¿Qué papel está desempeñando la Procuraduría General de la República, ante este horripilante descubrimiento? ¿Por qué hay que instalar tomacorrientes en las celdas? ¿Por qué a los delincuentes hay que permitirles el uso de celulares en las cárceles?
“No hay forma de almacenar el agua sin una compuerta que cierre su escorrentía”. Las cárceles dominicanas deben ser dotadas de la más alta tecnología, no para facilitarles a los reclusos que hagan fechorías, sino más bien para regular, observar y dar pleno seguimiento al comportamiento diurno y nocturno de estos; y además, descubrir la complicidad entre corruptos y corruptores.
El presidente Luis Abinader debe tomar “la sartén por el mango y el mango también”, ante un hecho desarraigado que se convierte en punto de lanza, mientras países como El Salvador y Ecuador, tratan de recomponerse poniendo por encima de los intereses políticos y oportunistas las demandas de sus habitantes.
“Más valor tiene el interés de mejorar un país que mostrarse excéntrico a los valores que luchan por su mejoría y desarrollo”. La tecnología es una necesidad; sin embargo, esta se ausenta en todos los estamentos del Estado dominicano, a veces por falta de recursos, otras por conveniencia para permitir la obsolescencia del oportunismo precoz.
En estos tiempos modernos es vital el uso de tecnología y adaptación de sistemas modernos que incluyan en las cárceles equipos de vigilancia, identificación biométrica, control de acceso, redes de detección de intrusiones, monitoreo remoto y de comunicación, entre otros. ¿Por qué?, pues estas tecnologías contribuyen a prevenir fugas, controlar el comportamiento de los reclusos y detectar cualquier actividad sospechosa.