La exclusión social afecta a segmentos mucho más diversos y crecientes
Las sociedades de América Latina y el Caribe han experimentado enormes cambios en los últimos 35 años. El renacimiento de la democracia a mediados de los años 80 hizo cambiar tanto la política como las políticas de la región y dio pie a nuevas expectativas sobre un futuro de sociedades más modernas, más prósperas y más justas.
Sin embargo, a pesar de las señales de prosperidad y modernidad que han mostrado gran parte de los países de la región como resultado de la estabilidad macroeconómica y a los efectos combinados de la apertura económica y la globalización, la pobreza y la distorsión en la distribución de los activos y los ingresos constituyen un obstáculo en el camino hacia sociedades más justas.
La exclusión social, caracterizada por una escasez crónica de oportunidades, falta de acceso a servicios básicos y a los mercados laborales y de crédito, ahora afecta a segmentos mucho más diversos y crecientes de la población, especialmente aquellos que apenas alcanzan a sobrevivir con empleos precarios sin perspectiva alguna de mejora.
La exclusión social limita la capacidad de grandes sectores de la población de participar eficazmente en una economía de mercado, y por lo tanto hace disminuir su bienestar y calidad de vida.
Recoger desechos reciclables de la basura, invadir edificaciones abandonadas, dormir en las mismas calles por las que transitan sus vecinos más afortunados, rumbo al trabajo o al esparcimiento, son algunas de las acciones de subsistencia de los excluidos.
Por igual, los habitantes en zonas urbanas pobres y plagadas de delincuencia, sin protección de la policía y la justicia, creando sus propias formas de organización para contener la violencia y proteger a las víctimas, son manifestaciones de exclusión social.
Ante tantas y tan variadas privaciones, los excluidos luchan por sobrevivir con sus limitados recursos. Su vida cotidiana acusa el peso de instituciones que pasan por alto sus necesidades y derechos fundamentales como ciudadanos.
Su falta de acceso a recursos tan elementales como un teléfono para recibir una llamada para una entrevista de trabajo, o tan importantes como la atención médica que les niegan instituciones públicas de salud, ya de por sí abrumadas, son temas que deben llamarnos a reflexión.
La exclusión provoca sensación de desvinculación e insatisfacción que afecta a la población y crea un terreno fértil para experimentos populistas que erosionan las instituciones políticas, económicas y sociales de la democracia.
Esa desvinculación ha venido creciendo a pesar del avance razonable en el mediano plazo en cuanto a la expectativa de vida, la salud, la alfabetización y demás indicadores del bienestar, tal como lo muestra la CEPAL en su más reciente informe sobre la cohesión social.
Actores a todo lo ancho del espectro político ahora mencionan la lucha contra la exclusión social como la tarea principal del desarrollo y fortalecimiento de la democracia.
A pesar de todos los matices y trasfondos políticos con que se ha empleado el término, la idea de exclusión social brinda una potente consigna política a quien quiera que se preocupe por la situación de los más desprotegidos de la sociedad.
jpm-am

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