Amanecer en Villa Vitalina

Una filigrana de leve tono grisáceo envuelve en esta mañana todo el entorno del caserío. Con su ondulante andar, por momentos nos deja la sensación de que observamos inmensas figuras fantasmales que corretean entre el ramaje de la profusa floresta, concentradas en el inocente juego de las escondidas.

 

Pero no. En realidad estamos en presencia de una fascinante manifestación del inmenso poderío de la naturaleza, que, en esta mañanita, se desborda en parabienes y auspiciosas expectativas, en regalo a la pujante comunidad agrícola que habita en estos confines de la Patria.

 

En la víspera, los cielos se desparramaron y torrentes de agua corrieron a su antojo, laderas abajo, dejando los caminos limpios, los surcos listos para la siembra y henchido el curso de los ríos, para extender la bonanza y la alegría más allá, aguas abajo.

Atrás quedaron los presagios pesimistas que auguraban un mal año. Aunque tarde al comenzar Enero las cabañuelas nos reafirman la esperanza de buenas siembras y cosechas.

 

Como secuela de la copiosa llovizna la vida se abre paso y desde el mismo centro de la pródiga tierra todos los tonos de verde se presentan en coqueta sintonía con la oscilante neblina, al tiempo que centelleantes corpúsculos de rocío ondulan, cual trapecistas, en el envés de las hojas.

 

Venturosas expectativas campean por sus fueros esta mañanita, en los alrededores de Capotillo de la frontera dominicana. Una taza de humeante café me acompaña mientras disfruto, como lo hacía de niño, de este fascinante regalo de la Madre Natura.

Amanecer en Villa Vitalina. Edifron.
Amanecer en Villa Vitalina. Edifron.
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