Filosofía política moderna
Si los filósofos griegos creían en la unidad de las moralidades, encaminado a la indagación de la buena vida, esta unidad se rompe en los siglos XVI y XVII. La justicia no puede ser más, una virtud entre los otros al servicio del Bien; ella se libera laicizándose. Se pasa de una concepción teleológica a una concepción deontológica de la justicia. Su adelanto, a partir de esta época, en el mundo político donde representa el orden público impuesto por el Estado es legitimado por su representación iconográfica y estatutaria.
La justicia funda el orden político en la historia moderna; concentra en si todos los atributos del poder. Se ha podido escribir a su respecto que es “el epitome de las virtudes políticas, cívicas, razón de ser del Estado, divinidad modelo, luego modelo de laicismo político, siendo entonces sinónimo de gobierno o de Estado”.
La razón de esta mutación profunda en la manera de pensar la justicia es probable la ocurrencia de las guerras de religión.
En las sociedades donde las concepciones del Bien se oponen radicalmente, se hace necesario invertir en la relación lo bueno y justo dando prioridad a lo justo: el Bien de cada uno es subordinado a lo Justo o al Bien de todos, independiente de su concepción particular del Bien.
Con Hugo Grocio, Pufendorf o Hobbes, el concepto de justicia, pieza para las guerras de religión, así emancipado de la noción del Bien a la era subordinado en los filósofos griegos como en el pensamiento cristiano. Justicia debe poder ser hecha independiente de los fines últimos, éticos o religiosos, que persiguen los sujetos y el Príncipe.
Esta inversión es característica de la modernidad; ella marca el pensamiento político desde el siglo XVII, el de Locke así como el de Montesquieu, de Rousseau o de Kant, todos, admiten que lo justo descansa en la neutralidad frente al Bien, sin la cual la caída en la guerra de religiones es sin duda inevitable.
Esta neutralidad o imparcialidad se convierte así el único criterio normativo de la justicia. Pero las teorías de la justicia que se desarrollan en esa época y hasta el siglo XX, continúan de descansar sobre una concepción material o substancial de la justicia. Se trata de enunciar, concretamente, lo que es justo o injusto. Es necesario principalmente que la ventaja distributiva sea la misma para todos. Esta es la razón por lo que Hobbes define la ley natural por la regla de oro: “no hagas a otro lo que tú no quisieras que te hagan”, porque cada uno calcula individualmente lo que le parece ser en interés de todos. Esta concepción de la justicia es sacudida por el desarrollo del Estado-providencia que suscita la aparición de nuevas teorías de la justicia.
Los filósofos contemporáneos de la justicia se han desarrollado principalmente en los países anglo-sajones en razón, sin duda, de su concepción menos legalista del derecho.
Su principal característica es preocupación que tienen en común de ofrecer una teoría única y universal de la justicia concebida en su doble dimensión moral y política.
El pensamiento de John Rawls es la expresión más conocida y, sin duda, la más significativa. Es ella que, en todo caso, ha marcado el punto de partida de una renovación de la filosofía continental que ilustra principalmente, sobre todo en Francia, la obra profunda de Paul Ricoeur.
Es en los Estados Unidos, en 1971 que John Rawls hace conocer su teoría de la justicia, elaborada a partir de publicaciones anteriores cuyo fundador «justicia as fairness” apareció en 1957.
Filosofo norteamericano, profesor de filosofía política en la Universidad de Harvard y autor de “Teoría de la Justicia, (1971), Liberalismo Político (1993), The Law of Peoples (1999) y Justice as Fairness: A Restatement (2001) Es ampliamente considerado como uno de los filósofos políticos más importantes del siglo XX. Su teoría propone dos principios sobre los cuales basar la noción de justicia a partir de una posición original en el espíritu contractualista de los filósofos políticos clásicos.
Pero es en 1987, con su traducción al francés, que las tesis de Rawls conocerán, de ese lado del Atlántico, un gran éxito, incluso, como finamente lo ha observado el profesor Jean Carbonnier, en las filas de la izquierda liberal, “abandono de Marx » y seducidos por la idea de un nuevo contrato social fundado sobre la justicia que propone el filosofo Rawls…

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