Guaidó va por mal camino
Es cierto, la hiperinflación e inestabilidad de la macroeconomía, el alto porcentaje de emigrantes, las frecuentes reyertas callejeras y el fallido golpe de Estado del pasado 30 de abril son indicadores que evidencian la grave crisis económica, social y política que, actualmente, abruma al solidario pueblo venezolano.
Esa crisis es aguijoneada por los intereses de la geopolítica americana, en función de lo cual, no se han disimulado la disposición a utilizar “cualquier opción” que le permita derrumbar el gobierno del Presidente Maduro para tratar de imponer al “autoproclamado presidente” Juan Guaidó.
En esos propósitos, la vetusta OEA (liderada por su ineficiente Secretario General y EE.UU) ha sido un instrumento servil que, en torno a esa crisis, ha desempeñado un triste rol caracterizado por la parcialización, el sectarismo, la instigación y la franca negación al principio de la autodeterminación de los pueblos, la soberanía y libre albedrío al que tiene legítimo derecho Venezuela.
El gobierno del Presidente Maduro, sin lugar a dudas, ha cometido importantes errores, los que se reflejan, principalmente, en la escasez y altos precios de los productos básicos de la canasta familiar, en el deterioro y baja productividad de la industria petrolera, el cierre de importantes empresas y la emigración de inversionistas.
No obstante, el continuo acoso de grupos de la oposición con permanentes actividades levantiscas y las múltiples sanciones económicas y pretendido aislamiento político que, a nivel internacional, le han aplicado (OEA-USA-UE y un grupo de países latinoamericanos), el Presidente Maduro ha podido resistir y conservar el respaldo de las fuerzas armadas y de una importante franja social del pueblo venezolano.
Ante esa resistencia y los fracasos que han estado cosechando Guaidó y sus patrocinadores, los que se evidencian mediante su protagonismo individualista, la inacción de los partidos políticos de oposición, las huidas al extranjero de varios dirigentes, legisladores y reducidos grupos de militares golpistas, así como la disminución de participantes en las protestas callejeras que está convocando, el señor Guaidó ahora pretende utilizar el peor camino:
“Solicitar la intervención militar de los EE.UU en Venezuela” con lo cual cree que podrían asumir el control del Estado. ¡Gravísimo error!
En el afán de ser presidente, Guaidó no ha tomado en cuenta las imprevisibles consecuencias que desataría una intervención militar. Obnubilado por conseguir “sus quince minutos de gloria”, se atreve a transitar el camino de “optar por la intervención militar”, gestionándola en nombre de la “Asamblea Nacional”, lo cual sería una fatal decisión que pisotearía la soberanía nacional y podría desembocar en una fratricida guerra civil, en la que nadie tendría garantizada su cabeza.
Los pueblos y gobiernos democráticos de América Latina deben construir una sólida muralla política anti-intervención militar de cualquier potencia extranjera. La indiferencia y permisividad ante la posible acción militar en Venezuela sería convertirse en cómplice ipso-facto de la anti-historia y crear un funesto precedente para conculcar las libertades, los derechos humanos y las soberanías de las naciones.
Sin cansancio y perseverancia, es un ineludible deber de contribuir para que la solución a la crisis que afecta a la solidaria Venezuela se arribe con fórmulas pacíficas, producto de la concertación, las negociaciones políticas que permita la realización de elecciones libres y democráticas entre los venezolanos, para lo cual será imprescindible la mediación objetiva e imparcial de líderes políticos y gobiernos americanos y la ONU. Pero, ¡Nunca jamás con intervenciones militares!