Mi país, mi partido, mi ideología, mis principios”
Como ente motivado en ser parte de la libertad de expresión, con sangre de comunicador para expresar libremente mis desacuerdos con lo que para mi no era aplicado correctamente por las autoridades de turno, empecé a estudiar periodismo y luego de varios años de aprendizaje, me di cuenta que la libertad de expresión no dependía de nuestros principios, porque muchos de nuestros empleadores quieren que respaldemos sus intereses, y nuestra ideología como empleados es controlada por nuestros empleadores.
Como dominicano responsable, soy miembro y militante de uno de nuestros partidos mayoritarios, y esa militancia me da derecho a participar y opinar en lo que no estoy de acuerdo y en lo que apoyo. Mis principios, como miembro de la institución política a la que pertenezco, me han enseñado que la democracia es la base de la representación que le otorgamos a nuestros líderes cuando los elegimos; y estos principios me dicen que el partido debe, democráticamente, postular a aquellos que no solamente sean los más populares y carismáticos, sino los mas capacitados.
Durante muchos años hemos visto cómo famosos y populares artistas, periodistas, reverendos, y hasta peloteros han sido postulados a cargos municipales y congresuales como resultados de acuerdos y negociaciones entre los mismos y altos miembros de la dirección política de los diferentes partidos; pero últimamente en esos puestos políticos de representación de la sociedad, han sido colocados individuos que no conocen nada de política partidista, ni de leyes o aspectos constitucionales; pero son millonarios.
Y con esta clase de personas ocupando las alcaldías, y nuestro Congreso, ¿hemos visto algún avance en el desarrollo social y político de nuestros derechos como ciudadanos? No, ninguno; porque estas personas sólo levantan las manos cuando le dicen que la levanten, y se oponen a algún proyecto municipal o legislativo cuando su jefe político le “ordena” que no lo apruebe. ¡Que Vergüenza!, tener como nuestros representantes a personas sin principios.
Mi país y mi partido me tienen decepcionado; porque ¿cómo es posible que personas aún piensen que, cuando llegan a la dirección de ambos, pasan a ser los dueños de los mismos y quieran, apoyados por el clientelismo y el “lambonismo” de tantos ineptos, perpetuarse en el poder político del país y la dirección política de las instituciones que los postulan? A mi ideología y mis principios los valoro como el baluarte de mi honestidad.

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