Otro periodismo

 El futuro promisorio y lo saludable de nuestras políticas públicas, no sólo debe estar determinada por la memoria histórica de heroicidades y epopeyas. Aún con la grandeza de estos hechos, resultaría más paradigmático contar lo trascendente de nuestra vida simple.

 Hemos visto cómo se apela con frecuencia a las acciones de nuestros próceres y patriotas; pero esto sólo se resume en nostalgia capitalizada. Por ello, como nación, hemos avanzado poco en cuanto a la justicia y equidad de nuestro conglomerado.

 Nos motiva decir estas cosas porque nos satisfizo grandemente el observar cómo, en los últimos días, colegas de nuestra contemporaneidad han elaborado artículos dando cuenta de proezas y estoicismos en su núcleo familiar; sobre nuestra gente de a pie, o el entorno que los rodea.

 Los periodistas no necesariamente, todo el tiempo, debemos exponer sobre temas partidarios o exaltar a los políticos de su simpatía. Nos referimos a los que, aunque sea ocasionalmente, exponen sus ideas sobre el acontecer de nuestra sociedad.

 Debemos, de alguna forma, “descontaminarnos”.  Ya estamos hasta el hartazgo de que se nos diga en la calle: “todos los periodistas están vendidos”. Y, no sólo nos referimos a los que están con el gobierno, porque parecería que nos vendemos al mejor postor.

 Aun con nuestras preferencias por grupos de poder, si como periodistas dejamos de tener menos ambiciones pequeño-burguesas; somos menos disimulados, no tan fanáticos y contamos lo esplendoroso y ejemplarizante de nuestra existencia; la gente admitiría que también somos sensibles. No  tan mercuriales y arribistas. En fin, recuperaríamos nuestra difuminada credibilidad.

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