El Encanto de los Vicios
La fortuna –como patrimonio tanto como suerte- no está igualmente repartida. Hay quienes nacieron como la auyama, y quienes nacieron para ser clavos (y golpeados en la cabeza). Sin embargo, aún bajo la tiranía del destino, hay cosas que se pueden hacer para disminuir los pesares. Dice una de las leyes de Murphy: “no puedes ganar…, no puedes empatar… Ni siquiera puedes dejar el juego.” Sin embargo, otra máxima establece: “si del cielo te caen dos limones (bien amargos), hazte una limonada.” Vamos a contextualizar esto anterior en el análisis micro económico convencional para darnos cuenta de que algunos ricos –los ricos pobres- también lloran (también los pobres ricos). Lo que también nos mostrará que los hay quienes nunca han vertido una lágrima.
Los economistas llaman elasticidad al cambio proporcional en una variable (dependiente) inducido por el cambio proporcional en otra (independiente). Por ejemplo, si el aumento en el precio de un producto (el ron, por ejemplo) no hace disminuir su demanda (en general, a mayor precio, menor demanda de cualquier bien), decimos que la demanda de ron es inelástica: la elasticidad-precio de la demanda es menor que uno (en valor absoluto), lo que significa que ante un aumento del precio del ron del diez por ciento, por ejemplo, su demanda disminuye apenas un tres por ciento (digamos).
La inelasticidad-precio de la demanda conviene a los vendedores (y productores) de ron puesto que, si aumentan los precios y no disminuyen las ventas, el valor de éstas aumentará proporcionalmente al aumento de precios. De hecho, el único disuasivo que tiene el vendedor para no aumentar indefinidamente el precio es exactamente que al hacer esto disminuyen sus ventas. Lo vemos en el mercado todos los días: productos o servicios indebidamente caros, negocio que sale del mercado por abatimiento de ventas. Y en cualquier negocio, si no hay ventas, no hay mucho qué hacer.
La teoría convencional de la demanda se basa en la idea (teoría de la utilidad) de que el consumo de bienes (de carne, camisas, carros, paseos, etc.) nos induce bienestar (placer, confort, utilidad, son a este efecto términos equivalentes). Deseamos las cosas, materiales e intangibles, no por sí mismas sino por la utilidad que nos reportan. Claramente, unos preferirán los paseos a los libros, y otros los vegetales a la carne: la utilidad es un asunto subjetivo, de cada quien. De hecho, un mismo individuo siempre tiene un sesgo, una preferencia particular por un tipo de consumo. Paga, por ejemplo, un dinero extravagante por un zapato viejo de Michael Jackson, lo que a otro individuo le parece sencillamente demencial. No obstante éste es justamente el mundo del consumo y el consumidor capitalistas.
Esta teoría, sin embargo, no se detiene a cavilar sobre las consecuencias del consumo compulsivo. Probablemente porque resulta un recurso de solución a su problema central y consustancial. El sistema de mercado, dejado a la deriva de su total libertad (laizzez faire et passer) tiende a un equilibrio de desocupación causado exactamente por un defecto de consumo. Si no hay consumo (hoy, mañana, en todo el futuro previsible), ¿para qué producir? Y si no hay producción, no hay empleo. Y si no hay empleo, no hay consumo… Es la espiral recesiva que lo caracteriza en situación de autonomía. Obviamente, aumentar el consumo es la solución. Es decir, un consumo robusto es esencial para la salud y vitalidad del capitalismo. Como digo en otro lugar, decir que el capitalismo es consumista es como decir que el desierto es árido.
Digamos que la teoría de la utilidad trata sobre consumos no adictivos. Renunciar a un poco de pizza para tener un poco más de refresco (y maximizar la utilidad) no parece ser un gran problema de elección. Tener que prostituirse para comprar heroína es otro mundo. En el medio, más o menos, está la realidad cotidiana. Consumos que obligan y esclavizan, como el actual uso de tecnología. Gastos astronómicos en armamento inútil, o en medicamentos, sin embargo no parece realista que podamos vivir de otra manera.
Volvamos un paso atrás: si ningún aumento de precio hace que la demanda disminuya, decimos que ese producto es absolutamente inelástico al precio. Más que la heroína, ejemplo de este producto son los medicamentos ante una salud que cae en picada. O el rescate frente a un secuestro que promete una muerte segura. Sin embargo, vistas el par de excepciones que tiene, la inelasticidad total de la demanda al precio es un simple extremo lógico. En condiciones habituales, ningún producto puede ser absolutamente inelástico al precio por el hecho elemental de que el ingreso siempre se reparte entre el consumo de más de un producto. El adicto más crónico también tiene que comer, aunque sea muy poco. Si el valor del consumo de heroína le absorbe todo su ingreso, ¿y entonces?
Lo que nos lleva a una práctica instintiva y habitual: cuando disminuye nuestro ingreso (cuando aumenta sucede lo mismo pero en dirección opuesta), vamos recortando gastos desde lo que consideramos menos necesario hacia lo más perentorio (de menor hacia mayor utilidad). La comida adelante, para ésta siempre tiene que haber dinero. Salimos de los viajes, los paseos, los regalos. Más en colegio que en zapatos, etc. Es decir, intuitivamente formamos una jerarquía de la importancia (el valor, la necesidad, la utilidad, el término no es relevante) de cada elemento dentro de nuestro vector de consumo. Y esta jerarquía se expresa justamente en la elasticidad ingreso de la demanda (que tiene una explicación simétrica a la elasticidad precio). Cuando disminuye nuestro ingreso, vamos eliminando los consumos más elásticos (de menor utilidad temporal) progresivamente hasta reducir el valor del consumo al valor del ingreso.
Este ajuste (además de inevitable) es clave: sólo podemos consumir hasta donde alcance nuestro ingreso. Si éste disminuye, tenemos que ir disminuyendo los consumos individuales (en función de la utilidad, expresada en la elasticidad) hasta reducir el gasto al nivel del ingreso. Lógicamente, la suma de las elasticidades ingreso para los distintos bienes de un mismo consumidor suma uno: el cambio en el ingreso se tiene que absorber por el cambio combinado en el valor del consumo de los distintos bienes.
Lo que sucede a nivel individual tiene su expresión en el agregado: no hay macro sin micro (algunos economistas pueden pensar otra cosa). Cuando una economía entra en una fase recesiva, el consumo de los bienes socialmente menos útiles (más elásticos al ingreso) disminuye en mayor medida que sus antípodas. No es, pues, fortuito que la producción concentrada (el monopolio, oligopolio, etc.) se estructure en torno a bienes de consumo relativamente inelásticos (al ingreso tanto como al precio). En lo que no hay que perder de vista que la utilidad no es una característica intrínseca de los bienes sino la valoración de la sensación que produce su consumo. Es decir, podemos pensar que comer un buen desayuno es de mayor valor (es saludable) que una dosis de heroína (no es saludable), pero el adicto actúa de forma diferente (puede incluso estar de acuerdo con la aseveración anterior). La economía está repleta de las denominadas necesidades creadas, que no por creadas son menos necesidades que las naturales. Una prueba: intentemos quedarnos sin celular por un día. Un solo día. No es, pues, fortuito, decimos para concluir, que no existan monopolios en la producción de zanahorias, pero sí en la producción de bebidas alcohólicas. Nada, Sancho, es porque sí…

Trump elige a Susie Wiles como jefa del gabinete en Casa Blanca
Abinader entrega muelles en Río San Juan y Cabrera para la pesca
Primer Ministro Haití seguirá en Puerto Rico, su futuro es incierto
Judo declara Centroamericanos y del Caribe «gran compromiso»
El conflicto de intereses de los imperios
Reflexiones de navidad: reencontrarnos como nación
Jean Montero anota 16 puntos en triunfo del Valencia Basket
Diputado Ramón Raposo figura política más destacada de SDN
Al Horford acierta 4 triples;
Karl Towns registra doble-doble
Unas 400,000 personas visitan Villa Navidad en SD y Santiago
Navidad: el mito domesticador del poder
SNS reporta 13 menores por intoxicación alcohólica Navidad
Despertar sin miedo
















