«Grito para enterrar un maestro»

(Composición poética, de elegíaco acento, leída por su autor, Pedro Mir, en el acto de inhumación del cadáver del profesor Manuel de Jesús Camarena Perdomo (*), llevado a cabo  a finales de marzo de 1938)

 

Este sábado, 30 de junio, se celebrará  el «Día del Maestro»  dominicano. Cada quien que cursó estudios en un centro docente quizás recuerde con fraternal cariño y mayor gratitud a uno o más de los maestros que pasaron por su visa, y que  por su dedicación,  sabias enseñanzas y ejemplar comportamiento ético resulta difícil excluirlo del nicho de la memoria.

Cada quien talvez recuerde con dolor inmenso  el fúnebre momento en que vio a su maestro descender, para morar eternamente en el siempre silencioso e indeseado espacio  del lecho sepulcral. Y quienes en ese instante no tuvieron la oportunidad de pronunciar unas palabras de despedida ante el  féretro de su antiguo preceptor, esta vez quizás resulte propicia la ocasión para decirle a este con las palabras de nuestro Poeta Nacional: 

GRITO PARA ENTERRAR UN MAESTRO

«Maestro:

Tu imperio de silencio y de penumbra

ha comenzado al fin.

 

Tuyo es el ritmo

callado del misterio. Tuyo el beso

que ha de ahuyentar las sombras del olvido.

Tuya esta pena que se abrió la entraña

para cerrar tus párpados dormidos.

 

Enmudeciste

para adorar tu soledad tranquilo

pero a tu oído bajarán las horas

a decirte el secreto de los siglos

pero a tu voz la ahuecará el recuerdo

para llorarte en la ilusión de un nido

y el último destello de tus ojos

saldrá a la tierra floreciendo en lirios.

 

Enmudeciste

para vivir tu eternidad tranquilo, pero en tu tumba

muchos lamentos vivirán contigo

muchos sollozos besarán tus huellas

para alfombrar de llanto tu camino.

 

Maestro:

Jardinera de cátedras, tu mano ha

alargado de adioses infinitos.

Mas, no importa.  Tu mano sembradora

eternamente enflorará el cultivo.

Siempre tu voz palpitará en el aula

como un millón de corazones vivos.

Siempre tu voz acoplará el recuerdo

con la emoción de desflorar un libro

y habrá un intenso volotear de angustia

en el alón de recuerdo vivo.

 

Sigue tu vuelo fantástico. Prosigue

tu siembra de doctrinas en lo Empíreo

y en el hondo silencio de la noche

al rumor de los cánticos divinos

desparrama tus cátedras celestes

como una lluvia de luceros ígneos.

 

No te decimos adiós. Tú no te has ido.

Tú estás en el recuerdo palpitante

y eterno en las raigambres del gemido.

Cada lágrima en flor del estudiante

apretada en el pecho conmovido,

será como un puñal de sentimiento

que querrá defenderte del olvido…»

 

Mañana se celebrará  el «Día del Maestro»  dominicano. Cada quien que cursó estudios en un centro docente quizás recuerde con fraternal cariño y menos gratitud a uno o más de los maestros que pasaron por su visa, y que  por su dedicación, sabiduría y ejemplar comportamiento ético resulta difícil excluirlo del nicho de la memoria. 

Cada quien talvez recuerde con dolor inmenso  el fúnebre momento en que vio a su maestro descender, para morar eternamente en el siempre silencioso e indeseado piso del sepulcro. 

(*) –El profesor  Manuel de Jesús Camarena Perdomo, al decir del ensayista y escritor, Edwin Espinal Hernández,  fue el primer procurador general  de la Corte de Apelación del Departamento Judicial de Santiago, fundada en 1908, y fue, además, miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, Sillón F, el mismo asiento  que ocupa actualmente el presidente de esta institución, Dr. Bruno Rosario Candelier

 

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